Capítulo dicinueve

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Era agotador. Y estaba asustado.

Ya eran pasadas las siete de la mañana y Marcus no había podido dormir, tenía miedo de lo que podría llegar a pasar, y sin duda, sabía que el agente Rifftod, quien ahora ejercía el control total de la base, ideaba un plan muy peligroso y que posiblemente pondría en riesgo la vida de miles de personas.

Le dolía la cabeza y quería echarse a llorar pero no podía. No quería que Alice y Bob lo vieran y lo catalogaran como un llorón.

Se llenaba de teorías que a fin de cuentas no tenían sentido.

Y recordaba a las espantosas criaturas, quienes eran las protagonistas de todas sus pesadillas.

—¿Qué tanto piensas? No has dicho ni una sola palabra —la voz de Alice lo sacó de sus pensamientos. Ella estaba sentada en la cama que le correspondía.

—Eh... nada, no pienso en nada —respondió Marcus tímidamente.

—Ajá. Vale, si eso es lo que dices.

Bob aún estaba dormido. Se encontraba en la cama de abajo de la litera que compartía con Marcus, y estaba arropado de pies a cabeza.

—Vi como te llevaban esta mañana ¿Para qué te necesitaban? —le preguntó Alice mientras se quitaba la pijama y la reemplazaba por un uniforme verde grisáceo. Marcus apartó la mirada incómodo.

—Capturaron a una criatura. De rango menor, de las pequeñas. Me pidió que la examinara.

—Vale ¿y? —arqueó una ceja. Quería saber más.

Marcus suspiró:

—Pues que no sé qué planea hacer. Las está capturando. Creo que solo debería matarlas y ya está ¿Cuál es la razón para tenerlas con vida? Son monstruos que devoran a cualquier cosa que se meta en su camino.

—Si que eres tonto, Marcus —Alice soltó una carcajada repentina —. Es un proyecto que lleva años vigente, no quieren perder a los especímenes, no echarán a la basura años de trabajo duro.

—¿Pero para qué las quieren? No sé qué planean hacer con...

—Basta —lo interrumpió ella, la sonrisa burlona desapareció de su rostro y ahora tenía una expresión seria —. No trates de investigar las razones. Solo deja que se encarguen de eso ellos. Solo... no te metas en asuntos que podrían costarte la vida.

Aquellas palabras sorprendieron a Marcus. Se le erizó la piel y se estremeció.

Se miraron fijamente, en silencio. La expresión amenazante de Alice hizo que otras teorías se dispersaran en la mente del pobre Marcus.

«¿Ella de qué lado está? ¿Puedo confiar? Olvídalo, Marcus. La conozco desde hace dos años, no creo que ella...»

—¿Por cuánto tiempo nos quedaremos aquí? Ya es momento de que volvamos a nuestras casas ¿no? —Bob rompió el desagradable silencio. Apenas se había levantado, bostezó y estiró los brazos.

—Nos quedaremos aquí por muuuucho tiempo, gordito —le respondió ella arrastrando las palabras —. Así que no te impacientes.

—¡No me llames así! —le contestó Bob enojado.

—En fin, me iré a tomar el desayuno —aviso Alice y salió de la habitación que compartían los tres.

Pasado un rato. Marcus, en compañía de Bob, decidieron ir a la cafetería. Tomaron un desayuno que consistía solo de pan con chocolate y luego se dirigieron al baño a darse una ducha.

El baño era de uso exclusivo para hombres. Cuando llegaron observaron las duchas, separadas por cubículos y todas estaban desocupadas. No se encontraba nadie en el baño.

—Uff, solo espero que haya agua caliente —comentó Bob y se desvistió. Tiró las prendas a un lado y todo su cuerpo quedó al descubierto.

Marcus se giró abruptamente y evitó verlo, pero ya sabía que se estaba ruborizando. Tragó saliva e intentó controlar esas sensaciones incómodas que invadía su cuerpo. No pudo evitar sentir culpa por cómo reaccionaba...

—¡Qué gran notición, Marcus! ¡Si hay agua caliente!

Marcus observó como el vapor comenzaba a salir de la ducha abierta que Bob estaba usando, y sin dudarlo, también se desvistió con un poco de pena. Cogió su ropa y la colocó dentro de un casillero.

Se metió en un cubículo y giró la manilla. El agua caliente impactó contra su cuerpo de una manera que le resultó relajante. Suspiró aliviado.

Por un instante sintió que se deshacía de las preocupaciones... Pero aquella sensación gratificante desapareció tras unos minutos.

Cerró  la manija al oír voces:

—No, Rafa ¿Cómo se te ocurre? Ese señor está loco ¡Es un maldito psicópata!

Un hombre había entrado en el baño, al parecer Bob no se percató porque su ducha seguía abierta.

—¿Qué más da? Son órdenes. Para eso servimos, para seguir las órdenes —le contestó otro hombre, con voz más gruesa y profunda.

Marcus permaneció quieto escuchando atentamente.

—Pero nos pidió que matáramos al científico ese y al otro gordo ¿Cómo se llamaba? ¿Bob Kart?

Marcus se puso alerta. Oyó que la ducha de Bob se había cerrado de golpe. Si, él también escuchó lo mismo.

—Vale, da cosa. Es una mierda total, pero al menos nos pagan más que a cualquier otro. Así que acatemos las ordenes y deja de ser tan niñita ¡Eres todo un marica! En la noche de hoy los sacaremos del cuarto y los llevaremos al hangar. Serán comida para la criatura que acaban de capturar. Así que prácticamente no los mataremos con nuestras propias manos.

Marcus escuchó desde su cubículo como una puerta se abría bruscamente.

—¡¿Me van a matar?!

Reconoció esa voz ¡Era Bob!

A Marcus se le aceleró el corazón. No sabia que hacer ¿Debía salir? No, es mucho mejor permanecer escondido.

Las lágrimas se desprendieron de sus ojos. Puso la espalda contra la pared y se cubrió la boca para no hacer ningún ruido.

—¡Ah joder! Que momento tan inoportuno —dijo uno de los hombres y se escuchó como un arma se recargaba.

—No... por favor... baja el arma... no me haga daño ¿si? No hice nada malo, lo juro por dios y por mi mamá —las súplicas de Bob penetraron en sus oídos y lo devastaba. La impotencia, ese sentimiento de no poder hacer nada lo carcomía por dentro.

—Pero que tonto eres. Debiste quedarte en la ducha. Ahora que ya lo sabes no nos queda otra opción que...

El sonido ensordecedor del arma lo hizo soltar un grito ahogado que por suerte no fue tan audible debido al eco que provocó el disparo.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Venga ya. Estamos jodidos. Solo usamos su cuerpo como comida, tal y como lo ordenó el jefe.

Una risa retorcida y sádica fue lo único audible en el lugar.

—Trae algo para transportar el cuerpo. Deshagámonos de él, de todas formas iba a morir esta noche. Ahora solo nos queda el otro y ya está.

Marcus sabía que con el "otro" se referían a él ¿Por qué querían matarlo?

—Mira eso. Un hombre tan grande con un pene tan diminuto —comentó uno de ellos y de nuevo las burlas se hicieron presentes.

Marcus escuchó pasos y las risas se escucharon más lejanas. Se fueron.

Con la mano temblorosa abrió la puerta del cubículo y lo primero que detalló su mirada era al pobre Bob muerto en el suelo, con una herida en el pecho. La sangre brotaba de la herida y comenzaba a formar un charco en el suelo embaldosado.

En ese momento Marcus se tiró al suelo completamente desnudo. Y tembloroso se puso a llorar mientras sostenía la mano aún caliente de Bob Kart.

Falla en el laboratorio [Saga descontrol #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora