Capitulo 20

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~Cadena rota~

Era el último día de Jareth en el castillo más allá de la ciudad de los Goblins. Al siguiente partiría por la mañana incluso antes de que saliera el sol y el ambiente en casa podía sentirse distinto. Sus hijos estaban tristes, más era una tristeza infantil, ingenua. No tenían idea de lo que podía suceder si su padre fallaba en su misión o si algo malo le sucedía, tan solo les entristecía el echo de no mirarle más por tiempo indefinido, pero sabían o creían en su inocente mentalidad que el regresaría a ellos tan pronto terminara con los asuntos que eran su deber de Rey.

El mismo Jareth había enterado al elfo de su partida esa misma mañana el desayuno con un cierto dejo de "cuidado con lo que haces en mi ausencia" que el príncipe noto enseguida.

Podía ser un momento triste para el pero Jareth no era estúpido ni por asomo. Un varón en su casa mientras el estaba irremediable mente ausente era un peligro que, de obrar, sería indudablemente castigado a su regreso.

El elfo lo detestaba, pero sabía disimular muy bien, era cauto y sabio aún cuando le resultará incomprensible el por qué de la tristeza de todos.

Podía entender la de sus hijos, pero no la de Anhelo. O tal vez si, ella no sabía quién era el, saber los dioses por qué embrujo pero aún así no dejaba de molestarlo.

Pronto, pronto adquirire la fuerza suficiente para luchar contra tu captor Sarah y aún no sé cómo, pero te devolveré tus recuerdos y te liberare, lo juro.

Penso Vladek emitiendo una silenciosa promesa a la reina consorte.

Sarah

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Anhelo estaba deprimida.

Asustada y preocupada.

Sola...muy pronto se sentiría sola con la cama vacía y fría por las noches.

Sin aquellas caricias dedicadas, llenas de aquella necesidad que nadie a excepción de el sentía por ella.

Sus ojos de amor amenazante...sus ojos tan aterradores como hermosos, los apodos cariñosos con los que la llamaba, su risa tan abierta y natural. Sus brazos posesivos a su alrededor, apropiándose de ella, protegiendo, amando, ocultandola del mundo y guardandola solo para el.

Jamás creyó que se sentiría de esta manera por Jareth, no después de "aquello" que quería fingir que nunca pasó, "aquello" que a veces la hacía sentir que lo odiaba, pero no lo podía evitar, estaba triste, sentir que podía perderlo, que podían separarlos la mataba. Estaba tan jodidamente acostumbrada a el y a su amor. Era todo lo que conocía y poseía en el mundo, ¿Cómo no estar triste entonces? Lo miraba, absorbía la imagen fantástica de su esposo, de su Rey en sus pupilas con la avidez de un sediento queriendo guardarlo en su memoria, tatuarlo para así, cuando se fuera no extrañarlo tanto...el también parecía estar desesperadamente triste, aunque tratara de enmascararlo con ese semblante imperturbable.

Ambos estaban serios y sombríos.

Al terminar el desayuno e ir los niños a sus clases se retiró de la mesa a ultimar detalles con su primer ministro y arreglar lo poco de papeleo que le quedaba por firmar y Anhelo sintió la necesidad física de seguirlo sin que se diera cuenta.

No sabía en qué momento su cuerpo, sus sentidos habían comenzado a sentirse como un adicto sin su droga pero escuchar sus pasos contra el alfombrado piso, el eco de su voz suave y profunda reberverando atravez de una estancia o incluso olfatear el aroma exquisito y mágico de su perfume, eran para ella una necesidad extraña que le provocaba rabia y culpa contra si misma.

El dice que mi nombre es anheloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora