~Cuidado con lo que deseas~
La figura espigada e imponente tomo forma convirtiendose de lleno en el rey señorial de aquel castillo y de aquellas tierras mágicas y bizarras, envuelto en purpurina, misterio y una elegancia cruel como su portador, vestía una levita en color negro tachonada de diminutos rubíes que colgaba por debajo de sus rodillas finalizando en corte de cola de golondrina, sobre un chaleco del mismo color y una camisa rojo sangre, una corbata de príncipe victoriano en su cuello más una capa negra y aterciopelada que parecía haber robado el color a un firmamento nocturno y sin estrellas.
Su rostro era el mismo que cuando partió dotado de la belleza inhumana que solo la realeza Fae podía poseer.
Mirar a algo que no fuera a el aún en un salón abarrotado de Fae's bellos resultaba difícil cuando no imposible. Era como un imán gigante de atención. Tan atractivo que dolía en las entrañas.
Lo único diferente en su rostro eran las ojeras bajo sus brillantes ojos disparejos y una ligera, casi imperceptible delgadez aún mayor a la que todos estaban acostumbrados.
Por supuesto nadie sería tan valiente o tan estúpido como para mencionarlo.Avanzo por el salón mientras los guardias Fae de la entrada se inclinaban en respetuosa reverencia. El resto de los asistentes copio la acción como un acto reflejó y derrepente todos los invitados de la fiesta estaban en la misma posición, reverenciando al aterrador amo y señor de el castillo.
El levantó ambas manos y giro su torso ciento ochenta grados de lado a lado inclinando la cabeza laconicamente en señal de saludo y la silenciosa orden de que pararan siendo está atendida en el acto.
-Sea bienvenido mi señor...
Exclamo el ministro de defensa cortando la tensión y electricidad que parecía inundar el aire, abriéndose paso entre la multitud.
Jareth también se inclino en señal de respeto por su colaborador, lo que podría darle casi una falsa facultad de humildad. Una sonrisa sardónica disfrazada de amable bailaba en sus finos labios como una amenaza.
Pero nadie podía saberlo, nadie podría tener siquiera idea...-Buenas noches Sir, lamento si sueno descortés o ingrato pero la bienvenida que mi corazón desea con más ansias es la de mi adorada familia.
He apresurado mi trayecto de vuelta a casa con una cuadrilla de pegasos para llegar a tiempo al cumpleaños número nueve de mi pequeña princesa.
¿Dónde esta ella?
¿Mi hermosa reina y esposa...y mi dulce principito?Pregunto Jareth en tono encantador y casi necesitado causando así que la multitud fanática se conmoviera atendiendo a sus fervientes deseos expresados y abriera un círculo alrededor de la familia real.
Bueno, no solo la familia real, también alrededor de un intruso usurpador quien yacia de pie junto a su preciosa reina.Sarah.
La llamo el rey en su mente con su corazón de hada palpitando agitado y dolorido como ave cautiva en su pecho.
Los ojos enigmáticos y brillantes del rey goblin se centraron en el pequeño grupito que tenía frente a el con la voracidad de un depredador de cacería. A un costado de Sarah, Vladek el príncipe elfíco y Camille al otro en extrañas y sutiles posturas defensivas.
Defendían a Sarah, a su Sarah como dos caballeros protegiendo a una princesa de un monstruo.
Su propia hija contra el...
Y todo por culpa de el maldito elfo.
La expresión en el rostro de Sarah, su Anhelo lo desespero hasta el punto de casi hacerlo pegar un gritó de rabia y frustración. Lo miraba con miedo, con terror. ¿Por qué? ¿Por qué debería estar aterrada de el si no hubiera echo nada reprochable? Maldita fuera.
Quería empujar a sus caballeros y llevársela en ese preciso instante a un lugar donde pudiera reafirmar su control sobre ella de modo total y completo, su absoluta propiedad sobre ella, castigarla por sus faltas...
Y si, también demostrarle cuanto y que tan intensamente la había extrañado, pero se forzó a si mismo a recordar que estaban frente a un salón lleno de gente y que de los dos caballeros uno era su propia hija.
ESTÁS LEYENDO
El dice que mi nombre es anhelo
FanficElla le derrotó en su propio juego, el no estaba dispuesto a aceptar su derrota pues perder ante ella también significaba perderla para siempre. Sería un mal perdedor entonces, pero el no permitiría que ella se alejara de su lado jamás... El sería s...