PRÓLOGO

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Nota del autor

No permitas vejaciones, malos tratos, ni maltrato psicológico, la manipulación también es abuso, no mereces cosas malas. Tú mereces estar con alguien que te ame incondicionalmente, alguien que te respete, que te ayude a sumar y no restar, alguien que sea tu compañero de equipo y no tu oponente. Estar con alguien por miedo a estar solo, es más soledad que estar físicamente solo. No te conformes con menos. No estás sola.

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Escucho sus pasos e inmediatamente me envuelvo en las sábanas. No sabía qué hora era realmente. Will había adquirido la costumbre de pasar cada vez menos tiempo en casa, no era como que llegara borracho todas las noches pero se sentía parecido. Hace poco descubrí también que no había nada que hiciera que a él le pareciera correcto.

Lo sentía tan lejos de mí. Ya no había princesas o palabras bonitas para mí, simplemente me cogía cuando tenía ganas y cuando no, se daba la vuelta y se dormía.

Extrañaba al hombre del que me enamoré, ese hombre atento y detallista que se ganó mi confianza y cariño.

—¿Estás despierta?

Abro mis ojos y lo observo al pie de la cama.

—Sí...

—¿No hay algo de cenar? Tengo hambre.

¡Por Dios! Olvidé dejar su cena en la mesa.

—Ahora te preparo algo, ¿sí?

Me levanto de la cama y voy rumbo a la cocina, mientras él empieza a desvestirse. Tomo la lasaña que guardé en la heladera, la pongo en un plato y luego la dejo en el microondas por cinco minutos. Sirvo un poco de agua en un vaso y lo dejo en la mesa junto a los cubiertos y unos trozos de pan.

No soy la mejor cocinera del mundo por lo que le daba gracias a los cielos que mamá Chanell me hubiera obligado a traer un trozo de lasaña a casa.

El sonido del microondas me dice que la cena está lista, Will llega justo a tiempo y se sienta esperando su comida.

—Mami Chanell preparó una rica lasaña.

—¿Otra vez estabas en esa casa? —Rueda los ojos y me mira esperando mi respuesta.

—Sí.

No entendía por qué odiaba que pasara tiempo con mis amigas. Antes no era sí.

—No me gustan esas amigas tuyas, te lo he dicho.

Jalo una de las sillas y me siento a su lado agachando mi cabeza. No sabía qué decirle en ese momento.

—Ellas son buenas.

—Pasas más tiempo con ellas que conmigo.

—Tú nunca estás en casa...

Deja su cuchara y hace un puño de su mano y luego le da un golpe en la mesa.

—¡Trabajo para ti todos los días, diez horas al día y que vaya con mis amigos a jugar pool no tendría que ser un problema para ti!

—No... no dije eso... yo...

Sabía que él se sacrificaba por nosotros y nuestro futuro, no debería reclamarle nada, no tenía derecho.

—¿Qué mierda me vas a reclamar ahora? Te la pasas escribiendo en esa jodida computadora y no me tomas en cuenta.

—Estoy trabajando.

—Eso no es un trabajo, Aitana. Yo dejé mis sueños por traer pan para la mesa, nuestra mesa.

—Prometo que te ayudaré a retomar tus estudios, solo dame tiempo.

—¿Y cómo piensas hacerlo, eh? ¿Cantando? —se burla y luego empieza a comer la lasaña.

Sé que no hago mucho en casa, pero amo cantar y él lo entendía o al menos eso creía.

Lo observo devorar la comida mientras muerdo mis uñas. Will de rato en rato me mira luego niega y vuelve a comer.

—¿Dónde estuviste?

—Con mis amigos, ¿por qué?

—Me preocupo cuando ya es tarde. No deberías salir hasta estas horas, mañana tienes trabajo.

Will tira el plato al suelo donde se rompe en mil pedazos. Pego un grito del susto y observo cómo toma el vaso de agua para luego echármelo encima.

«¿Qué pasó aquí? Will no es así. Él me quiere. »

—¡Yo hago lo que se me pega la gana, por algo trabajo!

—Lo siento... Will...

Me acurruco en la silla mientras trato de limpiarme. Las lágrimas salen de mí sin poder evitarlo.

—Deja de ser tan dramática de una puta vez.

Se limpia las manos con la servilleta y luego desaparece en el pasillo. Respiro profundamente y luego empiezo a alzar la mesa.

Recojo con mi mano uno a uno los pedazos del plato y los echo a la basura, me hago un corte pequeño en la mano y no sé ni en qué momento.

Me quito mi camiseta y cuando entro al dormitorio Will está fumando un cigarrillo con su móvil en la mano. Me mira buscar en el clóset, se para y entra en el baño.

Tomo la primera camisa que se me aparece y luego entro deprisa a la cama. El teléfono de Will rueda hasta mí en la cama, lo tomo y este brilla con un mensaje.

Número desconocido: Hasta mañana, descansa bien.

Me debato por un momento en abrir el mensaje pero la puerta justo se abre.

—¡¿Qué mierda?! —grita y camina hasta mí para arrebatarme su móvil.

—¿Quién es? —le pregunto pero este se ríe de mí.

—No te metas en mis asuntos.

—Eres mi novio puedo meterme.

—¿Qué encontraste? Nada ¿Verdad?

—¡¿Quiero saber la verdad?!

—Cállate.

—¡No! —Lo enfrento y ese fue mi peor error.

Luego de eso recuerdo despertar a la mañana siguiente con un fuerte dolor de estómago, mi labio partido, un ojo morado y múltiples hematomas por el cuerpo. Esa fue la primera vez que me golpeó y atribuí ese evento a que yo provoqué todo aquello.

El doctor dijo que el feto apenas tenía seis semanas y nunca supe de su existencia hasta esa mañana. Will se disculpaba mil veces por sus episodios y luego volvía a hacerlo y así se repitió el patrón por un año.

Un año duró mi infierno personal, un año donde escribí las mejores canciones, donde mi mundo lo centré en la música. Will nunca supo del bebé y cuando por fin decidí abandonarlo hizo lo impensable, cambió, se reivindicó y los golpes pararon, lo perdoné y poco a poco volvimos a ser esa pareja que tanto extrañaba.

Nunca es Suficiente, Serie LOCO AMOR 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora