Capítulo 4. Grey.

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Quedarme en Grey House el resto del día fue solo una excusa para seguir bebiendo whisky y fumando lejos de la mirada preocupada de Ana.

Andrea y Prescott han asumido el mando de casi todo, incluso sobre mis comidas y la cantidad de reuniones que podría atender, que sería ninguna. Cerca de las 6 de la tarde, mi asistente me avisa que el jet de mi hermana está por aterrizar.

Me dirijo ahí con Prescott sabiendo que Mía no podrá soportarlo y estoy seguro de que debería advertirle antes de que vea el cuerpo de Elliot y el agujero en su frente que el maquillaje no cubre.

La puerta del jet se abre en el hangar y la azafata es la primera en aparecer señalando la escalerilla, luego la cabeza rubia de mi hermana se asoma por la puerta. Lleva desde ya un vestido negro ceñido que lo único que hace es recordarme que ya no es una niña.

—¡Christian! —chilla cuando me ve.

—Hey. —levanto la mano a modo de saludo.

Mi hermana corre en mi dirección y se aferra con un abrazo firme, sus ojos llorosos por la horrible noticia.

—Me alegra verte, hermano. No en estas condiciones.

—Lo sé. —acaricio su cabello corto y beso su frente como lo hacía cuando era una niña—. Estás más alta.

Ella hace un pequeño gesto con los labios que podría ser una sonrisa.

—Tengo 21, Christian. Por supuesto que soy más alta y tengo tetas.

Su comentario me distrae momentáneamente de la razón por la cual está aquí.

—Solo dije que eras más alta, Mía. Una mujer, es cierto. Y fue Elliot el de la idea de los implantes.

—Idiota. —gruñe, pero luego sonríe.

Prescott se acerca a abrir la puerta del auto para ella, trayendo consigo las maletas de Mía y dedicándole un movimiento de cabeza.

—Señorita Grey.

La rubia se estremece y retrocede hasta pegarse a mi como si Sam fuera a atacarla en cualquier jodido momento.

—Es mi jefe de seguridad, Mía. Confío en él, lo verás mucho por ahí.

Ella asiente, luego sube rápidamente al asiento trasero y voy detrás de ella. Sé que está asustada y que tiene miedo, seguramente lo estará mucho más cuando le cuente sobre la muerte de Elliot, pero tendrá que aprender que necesita ser protegida de ahora en delante.

Prescott ocupa el lugar del copiloto junto a Hugo y el auto se pone en marcha hacia Escala, mi hermana observando cada detalle de la ciudad que dejó atrás hace varios años.

El auto se dirige al garaje y estaciona en medio de un par de hombres de seguridad. Comprueban los alrededores antes de hacer una seña a nosotros para que bajemos.

—Creí que dijiste que vivías en una mansión. —es lo primero que pregunta mi hermana cuando baja.

—Si, lo hago. —o lo hacía—. Pero este lugar está más cerca de mi trabajo, así que es conveniente.

—Oh. —ella asiente y vuelve a pegarse a mi costado.

La guío al ascensor con Samuel detrás de nosotros llevando su equipaje, pulsa el botón del ático y esperamos a que suba al último piso.

Solo entonces me doy cuenta que ella podría estar cansada y hambrienta de su largo viaje, y estoy a punto de decirle a Samuel que llame al Fairmont para que pida la cena cuando el ascensor se abre.

El aroma dulce que flota en el aire me detiene por un breve momento, mirando de un lado a otro hasta que veo a Ana de pie en la cocina. Está sirviendo tres copas de vino tinto.

—Hola. —saluda desde detrás de la barra.

—¡Hola! —Mía le sonríe y se acerca a ella con la curiosidad reflejada en su expresión.

Antes de tomar una copa, estrecha su mano en un saludo.

—Tu debes ser Mía Grey. Soy Ana Steele.

Mi hermana le sonríe, luego la mira de arriba a abajo y se detiene a mirar la camisa celeste que lleva Ana enrollada en sus codos porque es demasiado larga. Mi camisa hace juego con unas mallas en color negro y zapatos bajos.

—Ese es un uniforme muy interesante. —se ríe la rubia y gira para mirarme—. Tu cocinera es preciosa.

Ana se sonroja como siempre, pero no la corrige. Yo sí lo hago.

—No es mi empleada, Mía. Ella vive conmigo.

Es mía.

Las cejas de mi hermana menor prácticamente vuelan en su frente cuando gira para mirarme.

—¿Es cierto? ¿Christian Grey tiene una relación estable?

Es mi turno de fruncir las cejas.

—No entiendo por qué jodidos te sorprende, nunca dije que iba a quedarme solo el resto de mi vida.

Un vistazo rápido a Ana y ella también tiene las cejas arqueadas con incredulidad.

—Jamas dije que fueras a quedarte solo, hermano. Solo creí que irías de mujer en mujer como todos los ricos y famosos.

Carajo, el tema se está complicando más de lo que espero y decido cambiarlo antes de que Mía diga algo que haga enojar a Ana.

—Ana hizo la cena para nosotros, deja de ser grosera y siéntate para que podamos disfrutarla.

Ayudo a llevar las copas a la mesa y Ana y Mía traen los platos, luego nos sentamos en el comedor que rara vez se ocupó. Cuando compré este lugar, Elliot tenía su propio apartamento en Piket Market y rara vez aparecía por aquí, aunque eso cambió cuando me mudé a Broadview.

La voz de la rubia me saca de mis pensamientos.

—Me alegra mucho conocerte, Ana. Así mi hermano mayor ya no estará solo, —presiona los labios en una mueca triste—. Y ahora que Elliot se fue, me preocupa mucho más por lo unidos que eran.

La ceja de Ana se arquea en interrogación porque duda y tiene razón, Elliot me sacaba de quicio la mayoría del puto tiempo pero era mi hermano. Era familia.

—Siento tanto tu pérdida, Mía. Si hay algo que pueda hacer por ti... —Ana le da un apretón en el brazo para reconfortarla y la rubia asiente.

—Te agradezco. Ahora háblame de esta deliciosa cena que preparaste.

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2/5

Grey (Color Venganza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora