El lugar que elegí para nuestra cita es un restaurante italiano sobre Novelty Hill Road, tal vez un poco demasiado lejos del centro de Seattle y los lugares que seguramente acostumbra.
Justo frente al club de golf de Redmond Ridge, la carretera en esta zona es muy tranquila y el tráfico es escaso. Prescott conduce el auto mientras el otro chico Hugo revisa nuestro alrededor con mirada aburrida.
Christian no preguntó y no me atrevo a admitir que seleccioné el restaurante al azar dentro de una página de recomendaciones que encontré en la web. Mirando por el vidrio trasero a la distancia, creo que debí elegir algo más cercano a casa como el Mile High.
—Casi llegamos. —él palmea mi pierna sobre la tela del vestido rojo que me compró.
La tela es seda suave y por eso su mano se queda ahí más tiempo del que debería, considerando que revisa emails en su móvil con una sola mano.
—Que bueno, me muero de hambre.
Me dedica una pequeña sonrisa y vuelve al asunto de sus correos, justo al tiempo en que Sam disminuye la velocidad y entra en un pequeño estacionamiento. Se detiene a dos o tres espacios de la puerta y Hugo baja primero para mirar alrededor.
Prescott abre la puerta de Grey y Hugo la mía, ambos luciendo demasiado formales con un traje oscuro que parece uniforme. Luego Christian les hace una ceña para que se mantengan a una distancia prudente mientras entramos.
El lugar es más sencillo de lo que imaginé, considerando las excelentes calificaciones y recomendaciones de otros clientes. Las mesas son pequeñas pero tiene ese estilo italiano clásico íntimo.
Christian apoya la mano en mi cintura y me guía a la parte central del restaurante, a alguna mesa libre. Apenas nos sentamos, un hombre de sonrisa amable se acerca a ofrecernos los menús.
—Buenas noches, ¿Es su primera vez con nosotros?
Christian frunce las cejas y yo sonrío, encontrando su actitud refrescante.
—Si. ¿Qué nos recomienda probar? —estiro mi mano sobre la mesa y tomo la de Christian—. Es una noche especial para nosotros.
—¡Oh! —las cejas del hombre vuelan en su frente, su mirada yendo a mi mano—. Entiendo, en ese caso, el rib-eye especial y los ravioles serían una excelente opción.
—Maravilloso.
Le sonrío y asiente, tomando los menús de nuevo. No voy a corregir lo que sea que haya supuesto y mencionar que es su cumpleaños o podría enojarse si algunos meseros cantantes se acercaran a nuestra mesa.
El hombre vuelve más tarde con una botella de vino y copas, las sirve dedicándome un ligero guiño y se aleja para darnos privacidad. O la más que podríamos tener con Sam y Hugo en la barra, mirándonos cada pocos segundos.
—¿Te das cuenta que ese hombre cree que voy a proponerme? —las cejas gruesas de mi acompañante se fruncen.
—Si. —me parece muy divertido—. ¿Quieres decirle que es tu cumpleaños y que te canten Feliz cumpleaños?
—No.
Eso supuse.
El vino debe ser el adecuado porque lo mira por un breve momento, luego toma la copa y bebe un largo sorbo. Yo observo a los otros comensales disfrutar sus cenas, con el olor de la carne y las especias perfumando el ambiente. Mi estómago gruñe de nuevo en protesta.
—¿La comida italiana es tu favorita? —me pregunta, golpeando sus dedos contra la mesa.
—Si por comida italiana te refieres a macarrones con queso de una caja, entonces si. —yo también tomo un trago de mi copa—. Es mi primera vez con auténtica comida italiana.
Sus ojos grises se abren un poco más, apenas un movimiento de sorpresa, luego vuelve a mirar sobre su hombro. Supongo que es una costumbre hacerlo cuando eliges este estilo de vida.
Sam y Hugo están aún en la barra, una bebida para cada uno de ellos que permanece intacta mientras se turnar para vigilar.
Mi atención vuelve a la mesa cuando una mujer se acerca con dos bandejas llenas de humeante comida.
—Aquí tienen, espero que todo sea de su agrado. Por favor, disfruten.
La mujer se aleja y nuestra atención se mueve a la comida, hermosos platos de carne, verdura y guarnición que me hacen agua la boca. Corto un primer trozo y saboreo, disfrutando enormemente mi elección para la cena.
Christian hace lo propio con su comida, lo veo tomar otro trago de su vino y pellizcar las verduras con impaciencia, demasiado distraído para ver lo que ocurre a su espalda.
Yo estoy de frente a las puertas y el bar, por eso veo de primera mano a Sam echar un vistazo sobre su hombro a algo que llamó su atención. Se gira para mirar un poco más el estacionamiento y prácticamente salta de la silla.
—¡Abajo! —empuja el hombro de Hugo y saca su arma con la otra mano, luego todo se vuelve un caos.
Tronidos, cristales rotos volando por todo el restaurante y personas lanzándose al piso lo más rápido que pueden, emitiendo gritos de terror.
Al menos tres hombres están afuera, disparando.
—¡Ana! —Christian toma mi mano y me jala con tanta fuerza que me tira con él al suelo.
Solo el golpe me saca de mi aturdimiento.
—¡Nos disparan! —chillo—. ¿Por qué?
Christian me empuja debajo de la mesa, pero gruñe con más fuerza antes de que pueda ponerse a salvo él mismo. Se desploma sobre mis piernas cubiertas del vestido rojo.
—¡Christian! ¡Dios mío, reacciona! —lo giro con manos temblorosas necesitando ver su expresión—. ¡Sam! ¡No reacciona!
Él y Hugo están disparando desde la barra a los hombres que no parecen aturdidos, luego Sam agarra a Hugo y le da alguna instrucción, porque él sale corriendo por una orilla del salón. Sigue disparando cuando viene hacia nosotros.
—¿Estás bien? —ni siquiera puede mirarme porque sigue disparando y recargando su arma—. ¡Ana! ¿Estás bien?
—¡Si! ¡Estoy bien! —creo—. ¡Es Christian! ¡No se mueve!
La mirada de Sam escanea rápidamente al hombre en el piso, se inclina para tocar su cuello y se levanta para seguir disparando.
—Está herido, tenemos qué sacarlo de aquí. Toma su arma y dispara a todo el que se acerque...
—¡Pero Sam! —chillo, sabiendo que son demasiados hombres contra nosotros.
—¡Disparas! —me grita—. ¡Lo mantienes con vida mientras Hugo y yo los sacamos de aquí!
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(◍•ᴗ•◍)❤
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Grey (Color Venganza #2)
FanfictionLe tendí una trampa. Lo que no esperaba era que yo sería la primera en caer: me enamoré de él. Acepté la oscuridad y el peligro que era su vida, hasta que cometí un error que me lo arrebataría todo. Un secreto imposible de ocultar.