Capítulo 35.

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Tres semanas.

El clima es cálido y agradable, nada compatible con mi interior tormentoso. Tres semanas han pasado en un abrir y cerrar de ojos y la sensación de que algo está terriblemente mal me hace doler el estómago.

Eso y las náuseas que me aquejan todo el día.

—¡Ana! ¿Ya estás despierta? —el grito de Mía viene desde el primer piso.

Me alegra que se encuentre tan entusiasta, solo que no estoy lista para enfrentar al mundo. Me alejo de la ventana de mi habitación y me dirijo a las escaleras antes de que decida traerme el desayuno a la cama.

—¡Si, estoy despierta! —el olor a chocolate caliente endulza por completo la sala—. Dios, ¿Podrías calmarte un poco, Martha Stewart? Al menos hasta que haga un poco de frío.

La rubia frunce las cejas por encima de su enorme taza de chocolate caliente.

—Tuve frío, me merezco algo caliente, delicioso y casero para mejorar mi día. ¿Tú no?

Toda la charla me parece ridícula.

—No. —pero mi vientre tenso de casi dos meses de embarazo me recuerda que necesito alimentar al blip de la ecografía—. Bien, tal vez coma un poco de eso.

Mía empuja el plato con fruta y tortitas de huevo hacia mi, pero no la taza del chocolate. En su lugar, me ofrece un vaso de jugo de naranja.

—Creí que estabas dándome de ese chocolate. —mis labios se fruncen en un puchero.

—No estoy segura de que mi sobrino debería beberlo.

¿Sobrino?

—¿Decidiste que será un niño?

Ella sonríe.

—Si. Creo que Christian es tan controlador que se aseguró de dejar un mini Christian por ahí. —señala mi vientre—. Aunque estoy considerando que tal vez lo hizo por celos.

Dios, si ella supiera. Una imagen de un sonriente Samuel viene a mi mente, siempre protector con su jefe y estoy segura que yendo mucho más allá del deber.

El recuerdo de ellos y el dolor de saber que podría no volver a verlos me hace doler el corazón.

—¿Crees que deberíamos tener algún empleo? Tal vez hacer algo en la ciudad que nos distraiga de estar sentadas sobre nuestros culos tomando chocolate.

Mía frunce los labios.

—Creí que habías dicho que teníamos dinero suficiente. —luego apoya un dedo sobre sus labios—. Pero ya que lo mencionas, podrías invertir en una pastelería para mí, estoy segura que puedo hacer bizcochos tan deliciosos que se volverían legendarios.

Desearía tener su buen animo.

—Voy a tener que ver eso con mis propios ojos.

Mía se vuelve hacia la cocina para terminar de guardar los pastelillos que horneó mientras yo voy a la sala a encender el televisor, a revisar las noticias como en las últimas semanas.

Nada sobre un empresario secuestrado, herido o muerto. Nada sobre un enfrentamiento.
Absolutamente nada de Christian.

Los dedos me pican por tomar el móvil desechable que cargo y buscar el número de su empresa para hablar con la asistente, al menos ella podría darme información real. Pero, ¿Será seguro?

Lo último que deseo es atraer la atención hacia nosotras y que nuestro viaje hasta Colorado fuera una perdida de tiempo. Me abrazo a mi lista tratando de darme fuerza, pero no funciona.

El menos hasta que Mía se acerca por detrás y me abraza, apoyando su cabeza sobre mi hombro. Si la señora Wilther nos viera ahora, estaría chillando de alegría.

—Oye, ¿Qué es eso?

¿Ah?

La figura de un hombre desaparece entre los arbustos frente a la casa y se mezcla, pero estoy segura de lo que vi en esos pocos segundos. ¿Será posible? ¿Nos encontraron?

Mierda.

—Mía, ve arriba y ocultate en el armario. —la empujo, buscando mi arma.

—¡No! ¡Te ayudaré!

—¿Cómo? ¿Tienes un arma? ¿Sabes disparar? —Dios, sueno exactamente como Samuel.

—Yo puedo... Hmm, ¡puedo golpearlo!

Mis ceño se frunce con un rápido vistazo a su cuerpo delgado. ¿Golpearlo? ¿Con qué, su botín afelpado?

—¡Mía! —gruño de frustración. Volteó hacia la ventana esperando ver al hombre de nuevo, pero él ha desaparecido.

Se fue. Si era una equivocación o una amenaza, supongo que lo sabremos.

La rubia se detiene a mi lado en la ventana.

—¿Qué crees que deberíamos hacer? ¿Mudarnos de nuevo?

—No.

Si nos vamos ahora, pareceremos más culpables. Por lo menos aquí tenemos un techo sobre nuestras cabezas y una ubicación privilegiada.

Juro que puedo escuchar la voz de Prescott dentro de mi cabeza, diciéndome que mueva el culo y me asegure que el bebé Grey sobreviva. Y echando un vistazo a mi cuñada, me queda claro que son dos Grey los que tengo bajo mi cuidado.

—En primer lugar, necesitamos más armas. —la señalo—. Aprenderás a usar una. También instalaremos cámaras y un sistema de alarma que nos notifique cuando un extraño esté en la propiedad. Y añadiremos uno de esos cuartos de pánico.

Las cejas rubias de Mía caen en su frente.

—¿Un cuarto de pánico? ¿No estás exagerando un poco?

—No.

Si alguien viene detrás de nosotras, necesitaremos uno hasta que la policía pueda intervenir. Tendrá que ser un lugar acondicionado con todo lo necesario para sobrevivir al menos una semana.

Mía suspira y presiona sus labios con fuerza.

—Bien, lo haré. Consígueme un arma linda y estaré lista para provocar un infierno en esos hombres que hirieron a mi familia.

Eso me hace reír.

—Bueno, alto ahí Schwarzenegger, primero veamos qué tal está tu puntería. ¿Alguna vez sostuviste un arma?

Ella niega rápidamente. Dios, ¿de verdad me veía así cuando Christian me ordenó aprender? Ahora entiendo la frustración de Prescott.

—Entonces enfoquémonos en todo eso y así podrás cuidar mi espalda, ¿Está bien?

Asiente en acuerdo, pero la preocupación nubla su expresión y la mía. Tal vez la guerra que enfrentó Christian simplemente no se detuvo y justo como dijo Sam, ese tipo Hyde vendrá detrás de mí sin importar lo que Christian haya hecho.

Y no puedo permitirle que me alcance. Al menos no hasta que pueda dejar a nuestro bebé con su familia.

A salvo.

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¡Feliz cumpleaños a las Cerecitas de Hoy! zuiuzg  JaquelinChacn

¡Y a la cumpleañera de ayer! Diancela8310

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Grey (Color Venganza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora