Epílogo. Parte 1.

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2 meses después...

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Recorro el vestíbulo de GEH a paso firme mientras me dirijo al ascensor principal. Levanto la mano para pulsar el botón, pero el nuevo guardaespaldas que me acompaña hace eso por mi.

Novato.

Le dedico una mirada fría antes de entrar, luego él y su compañero se desplazan hacia la parte trasera con sigilo como si de esa manera pudiera olvidar que siguen ahí.

Por fortuna, el ascensor recorre la distancia hasta la punta en segundos, luego la reservada cara de la secretaria de Christian me saluda.

—Buenas tardes, señorita Steele. —luego dirige su mirada brevemente a los hombres que me siguen—. Caballeros.

Los tipos se remueven incómodos y me resulta difícil creer que este par sean ex agentes de la CIA altamente capacitados para situaciones conflictivas. Le devuelvo el saludo y empujo la puerta de Christian para entrar.

Él está ahí, como siempre, leyendo documentos de sus proyectos y tan concentrado que no me mira, solo Flynn lo hace. El chico se pone rígido y luce como si pudiera mearse en los pantalones.

La voz profunda de Christian lo salva.

—Aún no sé por qué les pago a ellos. —mantiene la vista en sus papeles—. Si tú eres más aterradora.

Echo un vistazo a su nuevo guardaespaldas Flynn, que tiene las orejas rojas al igual que el rostro. ¿Dónde carajos está Sam? Se supone que estaría aquí.

—Solo hago mi trabajo, Christian. —vuelvo la vista a mi hombre y camino hacia él—. Todos ellos tienen qué estar preparados para lo que pueda ocurrir, ya sea un ex empleado resentido, un seguidor o un acosador.

Como el conocido multimillonario que es, la cantidad de acoso que recibe es impresionante, aunque nada comparado a las amenazas que recibía antes. Los grandes problemas quedaron atrás.

—¿Dentro de mi jodido edificio? —sus cejas gruesas se arquean en su frente—. Entonces será mejor que los guardias de seguridad de la entrada reciban una visita tuya.

Eso me hace reír.

Palmeo la escuadra 9 milímetros de 9 tiros dentro de mi suéter y recorro con el dedo el seguro. Ahora que tengo un permiso de portación de arma me siento más segura con ella porque mis guardaespaldas aún parecen inexpertos.

—Si eso quieres, jefe.

Me siento en el escritorio, justo al lado de sus carpetas y él gira en la silla para mirarme. Mi intención real es deslizarme sobre su regazo, así que miro a los hombres del equipo de seguridad.

—Retírense.

Los dos que me siguieron toda la mañana, y las últimas dos semanas son los primeros es salir, pero topan de frente con Prescott que por fin aparece de quién sabe dónde.

—Señor Grey, Ana. —saluda, luego frunce las cejas a los hombres—. ¿Qué carajos hacen todos aquí amontonados? Esperen abajo en la sala de vigilancia.

Christian pone los ojos en blanco mientras los nuevos salen de la oficina con éxito, menos Flynn, que se detiene en la puerta junto a Prescott. Es un chico delgado y pálido, por eso puedo darme cuenta del sonrojo cuando lo mira.

Lástima que Prescott es un idiota.

—¿Qué jodidos esperas? ¿Que te tome la mano? —dice, y John Flynn se pone más rojo y tenso.

—No, señor.

Se escurre por el espacio entre Sam y la puerta, solo entonces suelto una carcajada por la situación tan divertida. ¿Quién diría que este chico ex marine tiene un flechazo con el buen Samuel?

—Juro que cada año son más jóvenes. —gruñe, dejando el vaso térmico de café en la mesa frente a Christian—. Y más temerosos.

Ojos grises toma el vaso y le da un sorbo con una mueca de asco porque no es whisky, un viejo hábito que sigo tratando de corregir.

—¿Y dónde carajos estabas tú? —le pregunto a Sam—. Se supone que estás a cargo, enséñales a hacer su trabajo o...

—Nena... —christian palmea mi muslo—. Cuando dije que podías dedicarte a lo que quisieras, me refería a que regresaras a la universidad o intentaras alguna otra profesión, no que robaras el puesto de Prescott.

El puto Sam saca la lengua en burla.

—No hace bien su trabajo.

Christian se pasa la mano por el rostro con fastidio, se pone de pié y me empuja para que haga lo mismo. Luego me lleva hasta la puerta de su oficina.

—Tengo algunos pendientes, ve a casa.

—¿Qué? No quiero irme.

—Anastasia, ve. Ahora.

Por más que quiera estar enojada con él, no puedo. Me ha pedido que tome las cosas con calma pero sigo excediéndome por mi necesidad de control.

Me lanzo a sus brazos y me cuelgo de su cuello para besarlo con un exagerado suspiro solo para molestar a Sam. No lo veo, pero estoy segura que sus ojos se ponen en blanco.

O tal vez que equivoco, porque lo siguiente que sé es que Christian gruñe.

—¿Estás mirando el culo de mi mujer?

Me aparta de él para enfrentar a Sam, que como siempre está recorriendo con la mirada a Christian. ¿Cómo rayos es que él no se da cuenta?

—Tranquilo, bebé. —palmeo su pecho para alejar su atención de Sam—. No es mi culo el que quiere mirar.

Las cejas gruesas de Christian se fruncen en ese gesto de confusión, su mirada volviendo a Samuel.

—Mantén tus putos ojos para ti y lejos de mi hermana.

Vuelvo a reír mientras salgo, dejando a Sam para lidiar con esto y para no lanzarlo de cabeza sobre mirar al Grey incorrecto.

Tomo de nuevo el ascensor hasta el vestíbulo y salgo, caminando lento para dar tiempo a Danny y Frank para unirse a mi en la entrada. Esta vez lo hacen rápidamente y subimos de nuevo a la suv.

No sé por qué quiere Christian que lo espere en casa, pero me imagino que podría tener qué ver con Grace y el hecho de tenerla oculta en el ático, al menos hasta que sea un poco más grande y sea seguro viajar con ella.

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(◍•ᴗ•◍) 💙✨

Grey (Color Venganza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora