Capítulo 3.

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Tengo el estómago revuelto y seguramente se debe al whisky que bebí con Christian. El ardor aún me quema la garganta cuando entro a la ducha de la habitación principal y me lavo el cuerpo al menos un par de veces.

El jabón debería lavar toda la sangre en mi piel, pero no lo hace con la culpa. ¿Debería decir algo? Es obvio que estoy relacionada con la muerte de Elliot y si yo fuera Christian, estaría a punto de patear mi lamentable culo a la calle.

Pero no lo hace.

Me envuelvo en una toalla limpia del estante y salgo, apreciando ahora la cama tamaño king size de la habitación. El lugar está bastante limpio para ser un apartamento en desuso, así que imagino que alguien aún hace la limpieza.

Por mera curiosidad abro los cajones de la cómoda y me sorprende encontrar ahí ropa de Christian, aún conserva el olor de su perfume y suavizante de telas. Tomo solo una camiseta y unos boxers para usar como pijama.

Sin apetito, me deslizo bajo las sábanas y cierro los ojos, rezando al cielo para que aleje a Elliot de mis sueños.

No sé qué hora es cuando me despierto de nuevo, desorientada en la oscuridad por el sonido de pasos dentro de la habitación. La luz de la luna apenas se filtra por las cortinas gruesas, pero distingo una figura al pie de la cama luchando contra su ropa.

Christian deja caer la camisa al piso, luego escucho el sonido del metal de su cinturón cayendo con sus pantalones. Debió haber bebido más de lo usual porque le cuesta mantenerse en pie.

—¿Te ayudo? —balbuceo, viéndolo tratar de quitarse los zapatos.

—Nop. —lanza un zapato contra la silla y el otro hacia el clóset—. Estoy bien.

Quiero sugerirle que tome una ducha para que se relaje, pero antes de que lo haga, Christian trepa por la cama y aparta las cobijas de mi cuerpo.

—Ahí estás, nena. —sus ojos se mueven sobre mi ropa que en realidad es suya—. Ven aquí, te necesito.

Comienza a tirar de los boxers que llevo puestos con manos lentas y movimientos torpes, su aliento alcohólico llegando hasta mi nariz cada vez que exhala.

Ni siquiera los baja completamente cuando se arrastra sobre mi, levantando la camisa para mirar mis tetas desnudas.

—Christian... —intento apartarlo porque los boxers en mis rodillas me incomodan.

—Shh... —sus cejas se fruncen y puedo ver sus ojos grises afectados por el alcohol—. Solo quédate ahí y yo haré el resto, pajarillo.

Su cabeza se inclina sobre mi pecho y cierro los ojos de anticipación, esperando sentir su cálida lengua sobre los brotes erectos, pero es su cabeza la que cae entre ellos.

—¿Christian? —mis dedos le acarician la cabeza cuando no se mueve—. ¿Christian? ¿Pero qué...?

Un suspiro, seguido de su respiración regular y baja porque se quedó dormido. Debió beber mucho tratando de olvidar un poco lo difícil de este día, así que lo dejo estar sobre mi por un momento antes de deslizarlo a un lado y ajustarme la ropa.

Creí que me rechazaría, o al menos que evitaría mirarme por unos días, en cambio está aquí en la habitación y durmiendo en mis brazos. Es entonces que sé que tomé la desición correcta al regresar.

Cierto los ojos y duermo otro poco, la próxima vez que despierto se debe a que la luz tenue ilumina la habitación con los rayos del sol y el sonido de voces viniendo desde la sala.

Me levanto para salir, encontrando a Christian sentado en la barra de la cocina bebiendo café en una pequeña taza. Revisa el móvil tan distraído que apenas se percata hasta que me acerco.

—¿Huevos y tocino para el desayuno? —ofrezco, sabiendo que aquí no hay una ama de llaves.

La señora Jones aparece fugazmente por mis pensamientos.

—Mierda, si. Necesito comer algo que absorba los niveles de alcohol en mi cuerpo. —toma un sorbo de la taza y hace una mueca—. Mi hermana Mía estará aquí esta noche.

Vaya, eso es rápido.

—Por supuesto. —creo que eso me convierte en la anfitriona—. ¿Tienes algún equipo de limpieza o alguna ama de llaves para éste lugar? Es decir, suponiendo que tu hermana desee quedarse aquí con nosotros.

Christian asiente, pero puedo ver que su mente está en otro lugar. Estoy comenzando a servir los platos cuando los pasos de alguien viniendo por el pasillo se escuchan, luego Samuel aparece en la sala dirigiéndose directamente a su jefe.

—Encontramos a la señora Jones, la amenazaron para que se fuera y ella tomó un autobús a Portland. —luego pone unos papeles junto a Christian—. Y Andrea hizo todos los arreglos para el funeral, solo falta que usted indique cuándo...

—Mía estará aquí esta noche. —lo interrumpe—. Conseguí un jet privado que la trajera directamente a Boing Field. Podemos tener la ceremonia mañana en la mañana.

Prescott asiente y me dirige una breve mirada. Mis mejillas se sonrojan porque recuerdo que llevo una simple camiseta y boxers que dejan un poco de piel al descubierto.

—Ojos en mi, imbécil. —gruñe ojos grises—. ¿Qué pasó con Reynolds? ¿Ya habló?

—Aún no, señor. El médico lo ha mantenido sedado para extraer las balas, pero debería estar en condiciones pronto.

Escucho en silencio mientras sirvo mi propia taza de café pero no me atrevo a salir de detrás de la barra de la cocina, al menos no mientras Prescott siga aquí.

—Ya puedes irte. —le frunce las cejas—. Y espero que la vigilancia sobre este lugar sea mucho mejor que es Broadview.

—Lo es, señor Grey. Me encargaré personalmente de todo.

Christian hace un gesto con la mano que supongo que equivale a una despedida porque Prescott sonríe y se da la vuelta para ir de nuevo al pasillo de servicio. Eso me tranquiliza mucho porque el horrible Grant me causaba escalofríos.

Ambos tomamos el desayuno en silencio porque no quiero molestarlo, cuando termina su plato se levanta y termina su café.

—Estaré en Grey House. —dice.

—¿Piensas ir a trabajar?

No debería sorprenderme pero lo hace, yo apenas pude levantarme de la cama una semana después.

Christian besa la coronilla de mi cabeza.

—Necesito mantenerme ocupado o voy a perder la puta cabeza.

Y con eso él sale de su lujoso ático.

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Grey (Color Venganza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora