Capítulo 11.

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No sé qué está pasando.

Me quedé en la habitación esperando a que Christian viniera a dormir pero no lo hizo. O al menos no durmió conmigo.

A la mañana siguiente, apenas tuve tiempo de vestirme cuando Samuel apareció y me dijo que saldríamos, lo que me preocupa. Si Christian quisiera ejecutarme por lo de Elliot, creí que al menos tendría la cortesía de hacerlo él mismo.

—¿A dónde vamos? —pregunto, mordiendo la uña de mi pulgar con más fuerza.

Prescott conduce algunas calles hacia el centro, luego se detiene en el estacionamiento de un restaurante. Mira a ambos lados de la calle cuando baja y me hace una seña para que lo siga.

—A desayunar, ¿No tienes hambre?

Por supuesto que la tengo. Anoche preparé la cena para Christian y para mí, pero después de esperarlo por treinta minutos decidí tomar mi cena fría, aunque apenas y la probé.

—¿Christian te envío por su desayuno? —me resulta extraño que me permita salir de la casa.

—No. El señor Grey puede hacer que el imbécil de Hugo consiga su desayuno del Fairmont.

Oh.

¿Christian aún está en el apartamento bebiendo y negándose a verme? No puedo evitar tener un mal presentimiento de todo esto.

Prescott nos lleva hasta el fondo del salón, muy cerca de la cocina y elige una mesa en el rincón, discreta y con una buena vista hacia la entrada. Está actuando tan sospechoso que incluso yo comienzo a desconfiar de los otros comensales.

—Sam, ¿Qué ocurre? ¿Por qué tanto misterio?

Otro vistazo rápido a las personas que toman su desayuno sin prestarnos atención.

—Chris quiere que te vayas.

¿Qué?

—¿Por qué? ¿Por lo de... Su hermano? —bajo más el volumen de mi voz en caso de que la paranoia de Prescott tenga una razón de ser—. ¿Él te lo dijo?

—Si.

Abre la boca y la cierra de nuevo cuando la camarera sonriente se acerca con los menús, sirve dos tazas de café y nos recita los especiales del día. Yo aún estoy digiriendo la noticia, así que no me molesto cuando Sam pide dos de algo y agrega jugos de naranja.

La chica se aleja y habla de nuevo.

—Estaba ebrio, lo cual es una mala señal porque Christian pocas veces permite que algo nuble su juicio o sus reflejos. —sus cejas gruesas se fruncen.

—¿Entonces qué? ¿Esta es mi despedida? —chillo, conteniendo las lágrimas dentro de mis ojos—. ¿Me alimentas y me subes a un autobús al lugar más lejano posible?

Samuel se ríe.

Se ríe de verdad. Las lágrimas de tristeza se transforman en coraje por toda esta situación y el hecho de que Christian está siendo un cobarde enviando a Prescott a deshacerse de mí.

—No, Annie, no te irás. —me mira como si eso fuera suficiente para que yo entendiera todo, luego pone los ojos en blanco—. Christian quiere que te vayas, pero créeme, no es lo que necesita. Mía se fue y ya no tiene a Elliot, necesita a alguien a su lado.

Es mi turno de poner los ojos en blanco.

—Te tiene a ti, y toda una organización criminal para dirigir.

Justo cuando lo digo, caigo en mi error y miro hacia todos lados. Por suerte las demás personas están tan entretenidas en sus vidas que no prestan atención a Sam y a mí.

—No es lo mismo, y lo sabes. Yo te agrado, ¿Verdad? —él espera a que lo confirme—. Bien, ¿Christian te agrada de la misma manera?

No. Y ese pensamiento me asusta muchísimo más que la idea de alejarme. Sam toma mi silencio como una respuesta.

—¿Lo ves? No soy lo mismo para él que tú, así que deberías quedarte, estoy seguro que él entrará en razón pronto y te querrá cerca.

—¿Y si no lo hace?

Nos quedamos en silencio de nuevo porque la camarera pone los platos en nuestra mesa, luego los vasos de jugo y sonríe a Prescott, pidiéndole que la llame si necesita algo más.

Ilusa.

—Lo conozco, lo hará. Necesita confiar en ti de nuevo y no lo hará si huyes. —toma el tenedor y lo utiliza para pinchar el omelette de queso—. Además, Reynolds te culpa por lo de Elliot e irá detrás de ti.

—¿Qué?

—Oh, si. Si te alejas de Christian, te encontrará y te eliminará. Quedarte cerca del jefe te dará protección, no se atreverá a atacarte en la casa del jefe.

¿Está loco? ¿O solo perdió la memoria?

—En realidad si lo hizo, ¿Recuerdas? Y ayer puso su arma en mi cabeza justo en frente de Christian.

Prescott señala mi plato.

—Pero no presionó el gatillo. Si hubiera querido matarte, lo presionaría antes de que Christian dijera cualquier cosa.

Carajo. ¿Cómo es que el maldito Reynolds no se murió en el ataque?

—Bien, me quedo, ¿Y luego? ¿Le ruego a Christian que me perdone por permitir que mataran a su hermano?

Sam sigue cortando y pinchando su desayuno como si estuvieramos hablando de los últimos eventos sociales.

—Esa es la idea. —toma la taza de café y bebe la mitad de un trago—. ¿Crees que podrías estar embarazada?

Dios, esto se está volviendo tan complicado ahora.

—No lo sé, ¿No es muy pronto para saberlo?

Él señala de nuevo mi plato.

—Come tu desayuno, Ana. Él quiere saber si estás embarazada, así que debo llevarte a hacer una prueba.

—¿Ahora?

—Si.

—¿Y si no lo estoy?

Que es lo más probable. La cita con la ginecóloga es reciente y no me siento de ninguna forma diferente. Si estuviera embarazada lo sabría.

—Incluso si no lo estás, le dirás a Grey que sí. Es la única forma de mantenerte bajo su protección.

¿Mentirle de nuevo? No sé si estoy lista para mirarlo a los ojos y sostener esa mentira.

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Grey (Color Venganza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora