—¿Entonces te gusta?
—No, señor.
Miente.
Mi puño hace contacto con su mandíbula por segunda vez, no tan fuerte como debería pero lo suficiente para hacer girar su cabeza.
—De nuevo, Prescott. ¿Quieres lo que es mío?
Levanta la cabeza y me mira a los ojos con confianza, sin sonreír, solo una expresión neutra que podría engañarme si no hubiera visto su sonrisa en las putas cámaras.
—No, señor.
Mentiroso.
Golpeo de nuevo. Su cabeza gira y vuelve a su posición inicial sin gruñidos, ni reclamos, nada. Decido que es suficiente por ahora ya que no puedo arriesgarme a perder a Samuel.
Él y José eran mis hombres de confianza, cualquier tarea por sucia que fuera, ellos lo resolvían de forma eficiente. Por eso estaban junto a mí, llevándose una rebanada más grande del pastel y solo por debajo de Elliot.
Ese idiota.
Todo es un puto caos desde que lo mataron. O a decir verdad, desde que se involucró con Ana. Perdí a José, Samuel actúa extraño, Elliot la maltrata y eso hace que yo la proteja.
Un jodido caos.
Lanzo un vistazo al resto de mis hombres que nos observan, advirtiendo de forma silenciosa que no soy la persona adecuada para joder. Hugo me regresa mi vaso de whisky que sostenía y tomo un trago para calmar el ardor en los nudillos.
—¿Y bien? ¿Dónde está Reynolds?
Prescott presiona los labios en una línea firme y niega, cambiando rápidamente a modo negocios por la tarea que le encomendé: arrastrar el jodido culo de Reynolds aquí para hablar con él sobre los rumores que han estado corriendo. Lo dejé a cargo de mis envíos de crack y él ha estado tomando muestras para su consumo personal.
Regla número uno: no consumas la mierda que vendes.
Regla número dos: no le robes a alguien como yo.
—No lo encontré, señor. Fuí a su casa y no obtuve respuesta, así que irrumpí dentro pensando que había tenido una sobre dosis, pero no estaba en la propiedad.
—¿Su auto? ¿Su ropa y artículos personales? —dudo que huyera por miedo, Reynolds no conocía nada más que esta vida.
—Todo está en la casa, señor. Las llaves del auto y una caja de pizza fría en la encimera. El bastardo simplemente se esfumó.
Jodido idiota.
Si me entero que tuvo un episodio psicótico y terminó exponiéndose, lo mataré yo mismo. Y me importa una mierda lo mucho que Elliot lo estimara.
—¿Tal vez hay otro lugar en el que pueda buscarlo? —Samuel siempre eficiente—. ¿Familia, amigos, un puta de uso regular?
¿Cómo carajos sabría yo eso?
Lo único que sé de Reynolds es que tenía un padre de mierda y Elliot lo sacó de las calles, le dió un trabajo, un propósito y la posibilidad de un techo sobre su cabeza. Razón por la cual era ferozmente leal a él.
—Nada que recuerde. Pero sigue buscando, habla con mi contacto Welch y ve si puede encontrar algo. Si lo tiene la policía, sería fácil llegar a él.
Termino el whisky en mi vaso y lanzo el cristal contra la pared, el jodido Prescott puede quedarse aquí y hacerse cargo de todo, incluido el vidrio esparcido en el piso.
Hago una seña a Hugo para que le lleve a Escala, necesitando de una ducha y otro poco más de whisky para quitarme el mal sabor de boca. Si no puedo confiar en Samuel estando cerca de Ana, ¿En quien carajos sí?
¿Creyeron que tenían vía libre con ella porque la aparté un poco? Malditos idiotas. Mi lado egoista dice que me quede con Ana sin importar el riesgo y todo lo demás.
Subo al asiento trasero del auto y veo las luces pasar hasta que por fin nos detenemos en el garaje. Hugo echa un vistazo a su alrededor estando siempre alerta, luego abre mi puerta. Voy directo al ascensor.
Tan pronto como las puertas se abren, sé que algo es diferente. No sé qué es, pero lo siento en mis huesos.
Todo está despejado, a excepción de los platos humeantes sobre la mesa del comedor y la chica con una ajustada blusa azúl y pantalones oscuros.
—Buenas noches, Christian. —su voz es baja y complaciente—. La cena está lista.
Mierda, si.
Lo que sea que haya preparado, huele delicioso. Incluso el vaso de cristal en la mesa ya tiene dos cubos de hielo y la licorera está a un lado. Tomo asiento en la cabecera y ella se sienta a mi lado.
—Espero que te guste, la señora Jones dijo que esta era tu comida preferida. —sirve mi vaso con el whisky y su copa con limonada—. Y me parece que es un excelente pre festejo.
¿Pre festejo?
La duda debe reflejarse en mi rostro porque ella sonríe como si supiera algo que yo no.
—Tu cumpleaños, Christian.
Oh, ¿ella hizo esto por mi?
Miro de nuevo los platos servidos con deliciosos cortes de carne, arroz y ensalada. Un aderezo, algunos otros complementos y ese olor que todavía no descifro.
—Gracias. —creo—. Será mejor que comamos antes de que se enfríe.
Tomo los cubiertos y corto el trozo de carne, saboreando cada bocado con entusiasmo. Ella hace lo mismo, dejando nuestros estómagos satisfechos rápidamente.
Aparto el plato y ella me mira con sus enormes ojos azules expectantes.
—Gracias por eso, estuvo delicioso.
Su rostro pálido se ilumina.
—¿Te gustó? —se pone de pié de un salto—. Entonces el postre te va a gustar mucho más.
Se dirige a la cocina, la veo ponerse guantes y abrir la puerta del horno con cuidado. Debe estar apagado porque se inclina con los brazos muy estirados.
—¿Qué carajo haces, Ana? —me levanto para ir detrás de ella y asegurarme que no se lastime—. Déjame hacerlo.
Me ofrezco pero ella ya está enderezándose y poniendo una bandeja sobre la encimera con lo que parece ser un pastel.
—Está bien, lo tengo.
La cosa esponjosa cubierta de crema amarilla es el olor que percibí cuando entré. Jodida vainilla.
—Es un pastel, obviamente. —sonríe y gira para mirarme—. Feliz cumpleaños, Christian.
Carajo.
No quiero pastel, ni la maldita vainilla que aún me da asco. Pero ella hizo por mi y estoy seguro que tiene un regalo mejor para darme.
Sujeto su cabello con un puño y hago que su cabeza gire hacia mi, el movimiento la hace jadear.
—Tengo una mejor idea para el postre, nena.
Sus ojos brillan con intensidad, sin quejarse por la brusquedad cuando acerco sus labios a los míos y la beso con fuerza.
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Grey (Color Venganza #2)
FanfictionLe tendí una trampa. Lo que no esperaba era que yo sería la primera en caer: me enamoré de él. Acepté la oscuridad y el peligro que era su vida, hasta que cometí un error que me lo arrebataría todo. Un secreto imposible de ocultar.