Capítulo 2.

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—No sabía que tenías un apartamento tan bonito.

Miro el piano en el rincón, las cortinas verdes del techo al piso cubriendo el ventanal y los pequeños cuadros en las paredes que estoy segura que cuestan más que todas mis posesiones.

—Hace años que no vivo aquí, no es tan seguro como mi casa en Broadview. —su frente se arruga y toma otro trago de su whisky doble—. Aunque supongo que la casa tampoco es segura ahora.

Tiene razón, y espero que esos hombres no sean capaces de encontrarnos aquí, aunque lo dudo siendo Christian una persona tan conocida.

Giro para mirar otra vez por el cristal del ventanal hacia las nubes oscuras que se aproximan a la bahía. No sé qué hacer o qué decir, la incomodidad tensa el ambiente por mi sentimiento de culpa.

—¿Quieres sentarte de una jodida vez? —gruñe, dándose cuenta de lo mismo que yo.

—¿Puedo tener un trago de tu whisky? Necesito relajarme.

Christian parece pensarlo solo un minuto, me mira de arriba a abajo a mi ropa sucia y llena de sangre porque hice lo mejor que pude lavando mi cara. Aún necesito una ducha.

—Si, ¿Por qué no? Este día de mierda está por terminar.

Se pasa la mano libre por el rostro con cansancio y suspira, yo soy cuidadosa cuando me acerco a tomar el otro vaso y me sirvo hasta la mitad.

—Lo siento mucho, Christian. Por lo de Elliot. No sé lo que significa perder un hermano, pero sí a un ser querido.

No hace falta que mencione a mi padre, o que era incluso más cercano a mi de lo que era su hermano con él. Simplemente me quedo ahí y le hago compañía en absoluto silencio.

Después de terminar el contenido de su vaso y servir otro más, suelta un suspiro que suena desgarrador.

—Mierda. Ahora debo llamar a Mía y decirle que Elliot está muerto. —intenta alisar las arrugas de su frente—. Será un puto desastre.

Se levanta de la silla en la que se encuentra y camina por el pasillo llevando su vaso y la licorera con él, así que lo sigo hasta lo que parece una réplica de su estudio en Broadview pero más pequeño.

Deja la licorera frente a él sobre el escritorio y se sienta, yo me dirijo a la silla junto al balcón como un pequeño ratón miedoso. Lo veo tomar el teléfono de su bolsillo y deslizarse por la pantalla.

Cuando lo pone contra su oreja, sé que está llamando a su hermana.

—¿Si? —la voz de una mujer joven viene del otro lado de la línea desde el altavoz—. ¿Christian?

Carraspea un poco antes de contestarle.

—Si Mía, soy yo. —sus ojos se mueven hacia mí por un breve momento y continúa—. Lo siento, no presté atención a la diferencia de hora, ¿Estás ocupada?

Oh, cierto. La chica está en París.

—Si, puedo hablar. —hay diversión en su voz—. ¿Esto es por lo de tu cumpleaños? Creí que no querrías festejar, ¿Elliot finalmente te hizo cambiar de idea?

Oh, carajo... El cumpleaños de Christian. Una terrible manera de festejarlo o reunirse con su hermana. Ojos grises parece envejecer un par de años mientras permanece en la línea.

—De hecho esto es sobre Elliot, Mía. Murió. Pensé que querrías venir a su funeral.

La chica se queda en silencio, seguramente muda de la impresión y Christian le da tiempo a que responda, sabiendo lo difícil que debe ser enterarse así. Al menos no será testigo de la crueldad con la que fue tratado en su muerte.

—Si esto es una broma, es una pésima broma, hermano. —la voz de la chica tiembla—. Sabes lo mucho que yo...

Su voz se corta completamente y el silencio de ojos grises no hace más que confirmar que la noticia es cierta. El llanto de su hermana comienza como un sollozo silencioso hasta volverse un grito desgarrador.

—¡No es divertido, Christian! ¡Dime qué estás jugando! No puede ser...

No la corrige, deja que su hermana llore en la línea y su respiración se agita porque pareciera que corre.

—Me haré cargo de todo, solo quería saber que estarás presente para... Ya sabes, sepultarlo junto a papá y mamá.

Apenas he oído una o dos cosas sobre ella, pero tengo la impresión de que va a alejarse de esto como lo hizo con sus padres. O al menos eso creí hasta que habla de nuevo en la línea.

—Recogeré un par de cosas de mi departamento y estaré ahí tan pronto como pueda. Haremos esto juntos, Christian.

—Gracias.

Ojos grises suspira de alivio y termina la llamada, bebiendo rápidamente el whisky y sirviendo otro demasiado pronto para mi gusto.

—No deberías beber tanto. —le pido.

Sus cejas se arrugan haciendo fruncir su frente.

—Mi jodido hermano fue asesinado, Ana, creo que puedo beber un puto trago o diez si es necesario. —gira el contenido del vaso y vuelve a beberlo.

Supongo que tiene razón y yo debería mantener la boca cerrada.

—Claro, —me levanto de la silla y dejo el vaso vacío sobre el escritorio—. Debería asearme y tratar de dormir un poco.

Realmente dudo que pueda dormir, pero necesito lavarme y dejar de mirar a Christian con lástima o terminaré aceptando la culpa por la muerte del rubio.

Me dirijo a la puerta del estudio y la abro completamente, topando de frente con Samuel que al parecer estaba en algún lugar de la casa.

Pasa de largo ignorándome y yendo directo a su jefe. Pone una carpeta en su escritorio antes de señalar.

—Identificamos a los responsables. En realidad, ni siquiera intentaron ocultarse y entraron a la casa dejando huellas y marcas a su paso, sus rostros están en los videos de vigilancia. —pone una fotografía hasta arriba—. Quieren que usted sepa que esto fue un ajuste de cuentas.

—¿Ajuste de cuentas?

Oh, Dios. ¿El dueño de la casa de Aspen? Debo deshacerme de ese maldito papel ahora.

—Si, señor. El asalto fue dirigido por Jack Hyde, segundo al mando de Jason Taylor y por ahora, único heredero de su empresa y sus actividades ilegales.

¿Jack Hyde?

Prescott y Christian miran la foto del pelirrojo sonriendo a una cámara de seguridad y lo reconozco de inmediato. Pero entonces, ¿Mataron a Elliot porque le pedí que matara a Jason Taylor?

Mierda.

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Grey (Color Venganza #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora