—Desnúdate.
Ordeno, sirviendo dos vasos de whisky con hielo. La rubia se sienta en la silla frente a mi y se ríe.
—Ya no soy tu puta, Christian.
Cierto.
—Solo lo fuiste mientras me necesitabas para cumplir tus caprichos, ¿O como lo llamaste? ¿Ser un inversionista?
Elena pone los ojos en blanco.
—Según recuerdo, ambos disfrutamos de los beneficios. ¿Y por qué me llamaste? Ahí tienes a la niña.
¿Niña? No soy un jodido pedófilo, Ana es joven pero es legal. Lo verifiqué.
—Lo que pase con ella no es asunto tuyo. —deslizo el vaso de cristal sobre el escritorio para mí invitada y bebo un sorbo del mío.
—¿Y es asunto tuyo? Porque si estoy aquí, las cosas no pintan bien entre ustedes.
Elena toma su vaso con sus elegantes dedos largos y bebe sin problemas, a pesar de que no es el champán espumoso que acostumbra tomar o el Sirah.
—Olvidate de ella. —gruño, queriendo volver a mi plan original.
Pero Elena insiste porque seguramente encuentra divertido alterar mis jodidos nervios.
—Si ya no la quieres, ¿Puedo llevarmela a mi empresa? —si, ella quiere joder mis putos nervios—. Creo que sería una novedad una pequeña chica castaña de grandes ojos azules, ¿No lo crees? Los hombres pagarían mucho dinero para...
—¡Ana no es una puta! —la interrumpo, antes de que termine la estupidez que estaba pensando—. Y tu negocio de acompañantes no es más que putas finas para todo aquel que pueda pagarlas.
Elena arquea una ceja, sabiendo que es cierto. Después que la ayudé con algunos miles de inversión, reunió algunas chicas y pronto todas estaban colgadas del brazo de algún empresario.
Es un negocio lucrativo para ella, y una fachada legal para todo lo demás que hacen. Y la información que obtienen de hombres importantes es útil en muchas ocasiones.
—Bien, olvida que lo dije. —se termina el trago y pone el vaso sobre el escritorio—. Ahora dime la verdadera razón por la que estoy aquí.
Mierda, a veces olvido que Elena es una de las pocas personas que me conocen. Cómo en todo, hacerle saber las cosas es un arma de dos filos.
—Júrame por lo que más quisiste en este mundo que no lo contarás. —le digo, ella sabe a quien me refiero.
Ante la mención de ella, la expresión de Elena cae y por un momento puedo ver sus ojos llenarse de humedad que rápidamente disimula.
—Nunca te he traicionado. —me recuerda, y eso me basta para confiarle algunos de mis pensamientos.
—Ella es una debilidad y quiero apartarla, porque no quiero que corra peligro. Si está junto a mi, y mis enemigos se enteran que ella me importa, la usarán pera obtener lo que deseen.
La rubia ladea la cabeza como si estuviera confundida.
—¿Y entonces por qué no le dices simplemente que se marche? —frunce la boca en una mueca—. Diriges a cientos de hombres, lidiar con una chiquilla no debería ser difícil.
Bebo un largo sorbo en respuesta, porque es obvio que si estoy recurriendo a esta artimaña se debe a que soy incapaz de pedirle que se marche. El jodido posesivo en mí no quiere verla con alguien más.
—Oh, chico. —Elena se ríe otra vez y señala su vaso para que lo llene—. Creo que es muy tarde para ti, Christian. Y la chica te importa, ¿Desde cuándo eres tan compasivo y haces lo correcto?
De nuevo me tiene ahí. Soy bueno en lo que hago, puedo hacerme cargo de mi negocio y mis hombres con la cabeza fría, sin fallas, sin errores. Pero las mujeres me encanta... Y Ana me vuelve loco. No admitiré que me tiene en la palma de su mano.
—Aunque pensándolo bien, si, creo que tienes razón al alejarla. —golpea sus finos labios con su dedo índice—. Le evitarías el sufrimiento de verte terminar igual que Elliot, ¿No lo crees?
Mierda.
—¿Qué sabes de Elliot?
Si no va a ayudarme en mi plan, al menos podría sacarle información de lo que se dice en las calles.
—Lo mismo que saben todos, Christian. —cruza los brazos sobre su pecho—. Que Elliot se había metido con las personas equivocadas y en demasiados problemas de apuestas.
Otra cosa que resulta cierta.
—¿Saben quiénes? Los tipos de las apuestas, ¿Sabes quienes son? ¿O si trabajan para Jack Hyde?
Elena no se sorprende con la mención del segundo al mano de Taylor, lo que solo me dice que también lo sabe. Apuesto a que Hyde puso un puto letrero en la autopista para celebrar.
—No lo sé, se dice que eran tipos diferentes cada noche. ¿Le preguntaste al guardaespaldas aterrador? Se supone que estaban juntos, ¿O no?
El jodido Reynolds luce bastante más trastornado que de costumbre, dudo mucho que pueda dar información valiosa. Seguramente se alejó por un trago y Elliot se escabulló de él.
—De cualquier forma, necesito que mantengas los ojos abiertos en caso de que algo sospechoso ocurra. Cualquier cosa. Quiero estar un paso adelante de él.
La rubia encoge los hombros antes de responder.
—Claro, haré eso por ti. Para eso están los amigos.
Se pone de pié y se arregla el cabello rubio en la coleta, luego se inclina para mirarme.
—¿Ella lo sabe? ¿Se lo dijiste?
Carajo.
—No. No veo la necesidad de hacerlo. —niego, ella se ríe de nuevo.
—¿Ves? La proteges. Pero... —su dedo índice se apoya contra el frente de mi cabeza—. Al menos sé honesto por una vez y dile que Hyde también está detrás ti. Tú sabías que esto pasaría.
Se endereza, así que voy detrás de ella sin saber si enojarme por su desobediencia o agradecer las advertencias. Apoya su mano en la perilla de la puerta, pero se detiene para mirarme.
—Y deja de ser un pendejo con la niña. Me agrada, lo cual no es común en mi. Y sabes que odio como la mierda encariñarme con cualquier cosa que respire.
Con eso dicho abre la puerta y sale, apretando su diminuto bolso en sus manos. La sigo por el pasillo pero me detengo cuando veo a Ana en el sofá de la sala, frotando sus manos sobre su rostro.
Se levanta de un brinco cuando nos ve y se acerca a Elena a paso decidido.
—¿Te acostaste con él?
Elena hace un gesto indiferente.
—Ya no. —reanuda su paso hacia al ascensor y presiona los botones antes de que Prescott pueda hacerlo—. ¿Y no te dije que te pusieras tetas?
Pone los ojos en blanco y entra, dejando a Ana confundida y a mi con mucha mierda para lidiar.
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Grey (Color Venganza #2)
FanfictionLe tendí una trampa. Lo que no esperaba era que yo sería la primera en caer: me enamoré de él. Acepté la oscuridad y el peligro que era su vida, hasta que cometí un error que me lo arrebataría todo. Un secreto imposible de ocultar.