—Aún no lo entiendo. ¿Qué tiene de malo el sabor vainilla?
Mi dedo recorre el borde de su mandíbula cubierto de una fina capa de vello mientras espero por una respuesta. Sé que estoy insistiendo en el tema, pero la curiosidad me gana.
Christian suspira.
—¿De verdad quieres saberlo?
—¡Si!
Gira la cabeza para mirar el reloj en su mesita, yo solo sé que es alguna hora en la madrugada de su cumpleaños.
—Es una historia aburrida. —intenta disuadirme.
—No tengo sueño.
Hace otro gesto de cansancio antes de presionar sus labios en una fina línea, cediendo por fin a mi curiosidad.
—No es gran cosa, en realidad. Nuestros padres trabajaban extensas jornadas en sus trabajos para poder pagar la hipoteca y mantener a tres hijos pequeños, así que en realidad no tenían mucho tiempo para nosotros. —una pequeña sonrisa se estira en sus labios, teñida de tristeza—. En nuestros cumpleaños, lo único que obteníamos era un pastel de la tienda cercana al hospital. En mi caso, un pastel de vainilla.
—Oh. —creo que comienzo a unir los puntos, pero me gusta escucharlo hablar de él, de su vida.
—Era un niño, amaba la jodida cosa dulce hasta que un día simplemente vomité todas mis jodidas tripas sobre la alfombra de la sala.
Mientras lo escucho, puedo imaginar a un trio de niños mirando el pastel con diversión y riéndose uno del otro, algo que probablemente jamás sucederá de nuevo.
—Asqueroso. —me río un poco, pero cierro la boca de nuevo esperando que continúe con su relato.
—Luego de eso nuestros padres murieron y dejamos de festejar cualquier cosa. —otro suspiro profundo, aún más cansado que el anterior—. Mía se fue a París y Elliot y yo nos metimos en cosas complicadas.
Oh, Dios.
Mi cabeza se levanta de golpe de dónde estaba apoyada contra su hombro.
—¿No has tenido una fiesta de cumpleaños en años? —chillo de incredulidad. No tuve a mi madre, pero Ray se aseguró de poner un pastel en la mesa y festejar cada uno de mis cumpleaños.
—Bueno, en realidad si tuve una fiesta hace unos años. —la forma en que se arrugan sus cejas me dice que no es la experiencia emotiva que creo—. Elliot me convenció de ir a uno de estos bares deportivos de reputación dudosa, y de alguna forma se las arregló para conseguir un pastel gigante y metió una puta adentro de él. —se ríe, una sonrisa genuina como pocas—. No probé la maldita cosa, pero me llevé a la puta al auto.
Mis ojos se ponen en blanco antes de que pueda incluso pensarlo. ¿Una puta? Si, eso suena como algo que haría Elliot Grey.
Imbécil.
—Bueno recuerdos, ¿No? —me incorporo un poco, necesitando poner distancia antes de imaginar a una mujer cualquiera con sus garras en Christian.
Y creo que ahora entiendo un poco más la conexión entre ellos. No solo eran hermanos, también eran amigos y se ayudaban a enfrentar las dificultades. Me pregunto, ¿en qué momento las cosas se complicaron para Elliot?
Oh, hablando de Elliot.
Me levanto de la cama envolviendo mi cuerpo con la sábana y me dirijo al clóset donde guardé mi suéter. Tomo el papel doblado que he estado guardando y regreso a la cama con Christian.
—Aquí. —estiro el brazo hacia él para que lo tome—. Este era el obsequio que Elliot tenía para ti. Me pidió que lo guardara porque creía que lo perdería si lo conservaba.
O lo apostaría de nuevo.
Christian me mira, luego al papel que quiero que tome, su mirada vuelve rápidamente a mi.
—No lo quiero.
¿Qué?
—Pero es para ti, Elliot dijo que era una propiedad... —me interrumpe.
—¡He dicho que no! No lo quiero. Quédatelo. —empuja mi mano de vuelta a mi—. Tómalo como una compensación por todos los daños que él te ocasionó.
Me resulta increíble que Christian se desprenda de algo tan importante sin saber siquiera qué es.
—Quería que tú lo tuvieras. —es lo último que digo, y tal vez lo último que escuchará si la expresión en su rostro es un indicador.
—No lo quiero, ni me interesa. Sobre todo si podría ser la causa por la que mi hermano perdió la vida. —sus palabras duras se suavizan cuando me mira—. Puedes conservarlo. Si es para mí, entonces no importará que quiera regalártelo.
¿Una propiedad de dos pisos en Aspen? Creo que vale la pena guardarlo para mí.
—Bien.
Su cuerpo se relaja un poco pero la tensión no desaparece completamente. Pongo el papel aún doblado dentro de la mesita de mi lado y me recuesto cerca de él, sin tocarlo.
—Feliz cumpleaños, Christian.
Sus ojos grises vuelven a buscarme y levanta una sola comisura de su boca.
—Gracias, nena. Tal vez no coma ese pastel que estoy seguro que te quedó delicioso, pero aún creo que podríamos festejar. Tu y yo.
—¿Otra vez? —mi dedo vuelve a acariciar su mandíbula rasposa.
—Si, pero esta noche. ¿Qué te parece si vamos tu y yo a cenar?
¿A su restaurante? ¿Cerca de Elena? La idea ya no me emociona tanto como antes.
—¿Como una cita?
Sus cejas gruesas se alzan de golpe, luego caen con una pequeña sonrisa.
—Si, una cita, pajarillo. Al lugar que tú elijas.
—¿De verdad? —eso es nuevo y me gusta—. Me gustaría probar algún nuevo, tal vez algún lugar de comida exótica y afrodisíaca que nos ponga a tono con la celebración.
La sonrisa en su rostro se vuelve incluso más grande.
—Elige el lugar y haré el resto. Y me aseguraré de que tengas un vestido acorde a la ocasión.
¿Un vestido nuevo? Me llena de curiosidad saber qué tipo de prenda elegiría para mí.
—Entonces estamos de acuerdo, señor Grey. Esta noche, solo tú y yo.
.
.
.1/2
(◍•ᴗ•◍)❤
ESTÁS LEYENDO
Grey (Color Venganza #2)
FanficLe tendí una trampa. Lo que no esperaba era que yo sería la primera en caer: me enamoré de él. Acepté la oscuridad y el peligro que era su vida, hasta que cometí un error que me lo arrebataría todo. Un secreto imposible de ocultar.