Katniss
Me encantaba el bosque detrás de mi casa, desde el fresco aroma de pino hasta el crujido de las ramas bajo los pies y en especial esas cintas solitarias de luz solar que se filtraban por las ramas de los árboles. Pero sobre todo, apreciaba la ausencia absoluta de la intervención humana. Dios, adoraba las huidas silenciosas de las ardillas saqueando a través del follaje, pájaros piando su estribillo diario y el aleteo de la brisa a través de los huecos, como el aliento de la naturaleza, susurrándome sus secretos. Así que terminé en el bosque con mi e-reader casi todos los días este verano, escapando ya sea de mi madre, padre, o mis dos hermanos, en general casi toda mi vida. Era un gran retiro feliz. No tenía idea de por qué no había venido aquí antes de este año. La silenciosa y relajante soledad era adictiva. Y había mucho de esta. Mi padre era dueño de una franja de casi un kilometro del bosque, o casi ciento treinta hectáreas, como él lo clasificaría. La otra única propiedad que lindaba con la nuestra era la de los Mellark y su casa se encontraba en el otro lado, así que tenía casi ciento treinta hectáreas completamente para m...
—¡Cuidado! Desperté de mi pacífico ensueño, me di la vuelta, agarré mi Kindle contra mi pecho. Pero, ¿qué... cómo...? ¿Alguien más se hallaba en mi bosque? ¡No! Solo que no había manera de negar que corría directamente hacia mí como si los perros del infierno lo persiguieran. Ah... rayos. Intentó detenerse y evitar una colisión. Lo noté por la forma en que sus brazos se agitaron en el aire como si estuviera tratando de sujetar frenos invisibles y por la forma en que abrió los ojos... justo antes de estrellarse contra mí con un ruido desagradable. El aliento fue arrancado de mis pulmones. El ímpetu de su carrera me impulsó hacia atrás y a él hacia adelante. Hubo un breve momento en el que ambos nos hallábamos volando por el aire en el cual nuestras miradas se encontraron en la tarde neblinosa y atascada de polen. Sus grandes ojos Azules llenos de terror. Los míos, de miedo. Simplemente tuvimos tiempo de hacer eso, compartir una sencilla mirada, ni siquiera conseguí un buen grito, antes de aterrizar, él encima, yo aplastada con la espalda en el suelo del bosque. No quedé inconsciente con la caída, lo cual fue decepcionante ya que el dolor fue inmediato, ardiendo por la columna vertebral y explotando en las cuatro extremidades. Por un aturdido momento, nos quedamos ahí, un nudo de brazos y piernas. Me aplastó contra la tierra con su calor y el fuerte incienso de chico. Nunca antes pensé en cómo olerían los chicos. Pero ciertamente no exudaba pedazos de caracol y colas de avispas. Era a almizcle y fresco con un toque de manzana.Y entonces su olor me fue arrebatado.
—Ah... mierda. —Hizo un torpe gateo como cangrejo para alejarse de mí, haciéndome gemir mientras el peso era levantado y la liberación de presión provocaba una mayor sensación, como ese nuevo latido de agonía de mi cadera—. ¿Estás bien? Oye.
—Manos agarraron mis hombros y los sacudieron. Cuando no respondí, porque seguía sin aire, dijo—: Mierda —de nuevo—. Despierta. Por favor, despierta. Lo siento. Lo... mierda... tienes que estar bien. Dedos rozaron mi rostro y cabello, dedos de chico, conteniendo el raspado leve de callos contra la parte más suave de mi mejilla. Chico. Chico. Chico. ¿Por qué sigo notando los aspectos de chico? ¿Y por qué no podía decir si me encontraba moviendo los dedos de los pies o no? Y bueno, ¿por qué exactamente pasaba los dedos por mi pelo? El sigiloso. Me di cuenta que no me acariciaba sino más bien buscaba heridas en el momento justo cuando encontró un chichón en la parte posterior de mi cráneo.—¡Ay! —Dolor me atravesó, desde la cabeza, abajo, hasta que salió disparado por las puntas de los pies. Y sí, ahora definitivamente podía sentir los dedos de los pies pulsando con un latido agonizante. Agarré su muñeca y abrí los ojos rápidamente. Lo primero que vi fueron las ramas rectas y altas con el cielo azul que miraba a escondidas, comprobándome para asegurarse de que me encontraba bien. Moví la mirada hasta centrarme en unos ojos Azules preocupados, la piel alrededor de ellos arrugada en una mueca simpática. —¿Te encuentras bien? Déjame ayudarte. Los cálidos dedos de chico sujetaron mi codo y otros se apoderaron suavemente de mi hombro. Pero cuando intentó sentarme, inhalé profundamente y me alejé de él.
De inmediato me soltó y retrocedió asustado.
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Mi Felicidad.
RomanceMe enamoré una vez. Fue asombroso. Ella era asombrosa. La vida era asombrosa.