Hace seis años

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Katniss

Tenía que pasar. La familia Everdeen estaba destinada a cruzarse en público con la familia Mellark. Me alegraba que mi padre o Cato no estuvieran allí cuando sucedió. Madre me había llevado a la tienda de lujo para señoras en Broadway para comprar un vestido para el cotillón que ella y sus amigas habían establecido como una recaudación de fondos. No tenía idea por qué las personas pagaban dinero para ir a ver a las hijas de otras personas desfilando en torno a lujosos y frívolos vestidos, pero sus cotillones anuales siempre traían más dinero que cualquier otro evento para recaudar fondos. En cuestión de una hora, madre me había encontrado su vestido favorito para mí, solo haciéndome probar media docena de trajes. Se hallaba en una bolsa plástica que se colgó en el brazo cuando dejamos la tienda. Giramos a la derecha para dirigirnos hacia su carro cuando tuvimos que frenar de repente para no ser atropellados por la turba alborotada dejando la ferretería de al lado. Un montón de chicos habladores e histéricos rodearon a las dos mujeres; la mujer más pequeña cargaba un bebé en sus brazos. Me di cuenta que era la familia Mellark casi al mismo momento que mi madre jadeó y me dio un tirón hacia atrás para alejarme de ellos. La señora Mellark también se congeló, causando que su hija se detuviera y alzara la mirada cuestionadoramente antes de encontrar mi mirada. Tenía que admitirlo, la hermana de Peeta era linda. Tenía el pelo y los ojos oscuros, pero su estructura ósea lucía más frágil y femenina, donde él era robusto, sólido y masculino. Ella tenía senos, por su parte. Cuando calmó al niño quejumbroso, estos se estrecharon y tiraron debajo de su camisa. A Cato le gustaban las chicas con senos grandes. Los había encontrado a él y a Tad mirando porno demasiadas veces para saberlo. Probablemente le gustaban estas, y fue entonces cuando me di cuenta que revisaba los atributos de una chica. Subí la mirada, solo para ver bolsas debajo de sus ojos. Mercedes Mellark lucía demasiado joven para estar así de desgastada. Simpatía floreció en mi interior. Sin embargo ella no compartió el sentimiento. Cuando encontró mi mirada, sus ojos se estrecharon. Casi como desafiándome, le arrancó la capucha a su hija, exponiendo la cabeza llena de pelo grueso rojo. Entonces se volvió lo suficiente para que pudiera ver la cara de la niña, especialmente sus brillantes ojos Grises.

—Oh Dios mío —solté, sorprendida como para hacer mucho más aparte de mirar a la niña. Supe que lo había dicho en el momento en que las palabras dejaron mi boca, pero mi madre aún sintió la necesidad de apretar mi brazo, con fuerza. Aspiré una dolorosa respiración.

—Es decir, ella, ella luce.
—El agarre de mamá se volvió el principio de una amputación, por lo que tragué el resto de mi sorpresa. Mercedes Mellark me miró. Su madre me miró. Demonios, incluso sus revoltosos hermanos más jóvenes se calmaron lo suficiente para mirarme. Mamá y yo nos hallábamos tristemente superadas en número y rodeadas por un mar de miradas asesinas. Me dirigí hacia ella, casi asustada de tantos Mellark mirándonos, solo para descubrir que mi madre también me miraba. El silencio reinó. No tengo idea de quién hubiera hablado primero, o que hubieran dicho, pero el enfrentamiento fue interrumpido por el repicar de la campana sobre la entrada de la ferretería cuando la puerta se abrió de nuevo. Cargando una bolsa de veintitrés kilos de comida para perro sobre un hombro y llevando una bolsa de papel marrón bajo el otro brazo, Peeta dejó de silbar cuando encontró a su familia parada junto a la puerta. —¿Cuál es la demora? —Una fracción de segundo después, su mirada conectó con la mía. Echó su cabeza hacia atrás, y sus labios se separaron. Entonces desplazó su mirada a mi madre, y sus ojos se oscurecieron. La mandíbula se endureció y murmuró—: Bueno, vámonos. No hay nada que ver aquí. Mi barbilla tembló, y su familia siguió las órdenes, avanzando y dándonos una final mirada colectiva mientras lo hacían. Estaba agradecida que Peeta nos haya salvado de la mirada de la muerte, pero también me sentía insultada ya que dijo que yo no era nada importante que ver. Él esperó al final de la línea de su familia, solo para mirar una vez más entre mi madre y yo. Entonces asesinó todos mis heridos sentimientos al pronunciar un tranquilo—: Señoritas —En una respetuosa voz casi con los labios apretados antes de pasar más allá de nosotros y desvanecerse después del resto del clan Mellark. Mis hombros se aflojaron y respiré pesadamente mientras me di la vuelta para mirar su espalda. Pero él era tan malditamente bello. El tramo de la parte posterior de los hombros mientras sostenía la bolsa de comida para perros era impresionante. Y su trasero era simplemente.

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora