Hace seis años.

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Katniss.

Nos encontramos cuatro veces más en nuestro árbol. Dos veces, llegó tarde porque no pudo escapar más temprano sin levantar sospechas, pero al final nunca falló en presentarse con la bebé Bentley acurrucada en sus brazos. Para el tercer día, finalmente perdí los nervios de cargar un bebé y fui capaz de sostener a Bentley durante toda la cita. Incluso lloró una vez y no enloquecí completamente Bueno, tal vez Peeta ayudó durante toda la ansiedad. Normalmente conversábamos todo el tiempo. Era tan increíblemente fácil hablar con él. Creo que podía decirle cualquier cosa. Creo que le dije todo. Hablamos sobre Bentley, la escuela, películas, música, política, religión, familia, temas profundos o superficiales, simplemente todo. Si uno de nosotros pensaba en algo que decir, lo compartíamos. Incluso lo hice reír a carcajadas con los chistes más ridículos, porque sospechaba que secretamente los amaba. Quiero decir, cómo podría no gustarle: ¿Qué le dijo el búfalo a su hijo cuando se fue a la universidad? Lo atrapé luchando con una sonrisa, moviendo la cabeza mientras suspiraba después de eso. En mi interior, sabía que debía ser más reservada, pero algo sobre Peeta Mellark me hacía confiar y compartirle todas mis ideas y sueños. A pesar de que era el chico más jodidamente guapo del planeta, lo cual generalmente me hacía ser más cerrada que un frasco de salsa de tomate, me di cuenta que me entendió, todas mis pasiones, inseguridades, ideas y sueños de vida. Se convirtió en el mejor amigo que tuve, después de tan solo tres citas. La cuarta vez, sin embargo, vino con las manos vacías. Me apoyé contra el árbol; no quería sentarme porque vestía la ropa más linda que tenía junto con brillantes zapatos de tacón bajo y aún no quería mancharlos con el barro, él debía verme en mi mejor atuendo. Pretendiendo leer mi libro mientras ojeaba alrededor cada dos segundos, contuve el aliento cuando escuché el crujido de las hojas, indicando pasos que se acercaban. Observé en esa dirección y ahí estaba, caminando por la sombra y la luz del sol hacia mí. Nuevamente sorprendida por lo guapo que era. Me tomó un segundo después de que metió sus manos vacías en los bolsillos y levantó sus hombros en una clase de actitud nerviosa e insegura. Para finalmente darme cuenta que vino sin la bebé. Lo miré, encontrando disculpa en sus ojos. Con mi corazón atorado en la garganta, preocupada por lo que me diría, traté de ofrecer una broma para aliviar mi propia ansiedad. Tocando con un dedo mi barbilla, anuncié—: No puedo evitar darme cuenta de que hoy luces diferente. —Imitando el mecer a un bebé, añadí—: No veo un bulto entre sábanas moviéndose en tus brazos, quizá. —Sí —dijo, dejando escapar un suspiro de arrepentimiento mientras sus hombros se encorvaban—. Sobre eso; aparentemente Bentley tenía hoy una cita con el doctor de la que yo no estaba enterado. Si lo hubiese sabido, te habría avisado ayer, así no tendrías que recorrer todo hasta aquí. Me sentí muy mal al saber que tú estarías esperando, pensé que debía avisarte que no llegaría.

—Oh. —Creo que pudo escuchar la decepción en mi voz, aunque traté de sonar animada, porque hizo una mueca. Así que rápidamente añadí—: Estábien. —Y era cierto. Honestamente mi decepción no venía por Bentley, si no totalmente del hecho que no sería capaz de pasar toda la tarde con él otra vez.

—Lamento que hayas venido hasta aquí para verla —comenzó —No, en serio, está bien. —Sacudí la mano para callarlo—. Pero gracias por avisarme. Eso fue muy amable. Abrió la boca para responder, pero debió cambiar de opinión porque con la misma rapidez volvió a juntar sus labios. Con sus manos aún en los bolsillos, se aclaró la garganta.

—Bueno quería que supieras.
—Bueno —murmuré de regreso—, gracias. Oh Dios mío ¿qué pasaba? Ahora nos hallábamos más nerviosos e inseguros alrededor del otro que el primer día que nos reunimos. ¿Qué pasó con nosotros siendo capaces de hablar sobre cualquier cosa? Al darme cuenta de que era a causa de Bentley, tragué. Ella fue la pequeña compañera perfecta. Estando siempre entre nosotros, actuando como una clase de escudo, era una defensa física que nos ayudó a abrirnos más emocionalmente. Pero sin ella, dejándonos solos, no quedaba nada en entre nosotros. Peeta dio un paso atrás.

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora