PRESENTE

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PEETA.

Casi una semana después, City me había convencido de que no era
posible mantenerme alejado de ella... en cualquier manera. Fue la mejor maldita semana de mi vida. Una vez que dejé de tratar de hacer lo que pensaba que era mejor para ella y dejé de apartarla, la vida fue infinitamente mejor. Atrás quedó
el dolor que me hacía infeliz, perdí mi carácter huraño, y una buena parte de mi ira y agresión reprimida. Es decir, no me convertí en un marica cursi ni nada
parecido, pero City decía que definitivamente perdí mi idiotez.

La mejor parte de ceder a la tentación fue finalmente tenerla cada vez que quería. Nos convertimos en una de esas parejas locas y cachondas que
tenían que follar en todas las habitaciones de nuestro apartamento... todos los días. No podía mantener mis manos lejos, y a ella no parecía importarle. La mitad del tiempo, era quien me atacaba. Sí, tampoco me importaba eso. Pero aún había problemas; No podía sentirme seguro durante la noche.

Continué preocupándome, con miedo de lo que podía hacer, pero City tenía una manera de obligarme a trabajar a través de ello, aunque fuera diciendo―: Ve y golpea algo. Está bien.

Aún tendría que realizar una "sesión" completa cuando trataba de hablar conmigo sobre mis años en prisión. Típicamente terminaba temprano para ir a hacer ejercicio en el gimnasio. Pero ella insistía en que hacíamos progresos después de que duré dieciocho minutos en una sesión, antes de tener que escapar.

Descubrió después de algunas investigaciones que mis arrebatos
violentos eran una forma de ataques de ansiedad. Así que trató de abordar ese problema, y me dijo que ya habíamos aclarado el paso uno, identificando lo que
impulsaba mis episodios. Cuando leyó sobre las técnicas de respiración, tácticas de distracción, y ejercicios de autoayuda, todas las cosas que ya hacía en Speedy, comenzó a promover mi tiempo en el gimnasio. Un par de veces fue conmigo. En nuestro primer viaje juntos, trató de hacer ejercicio junto a mí, pero renunció a los diez minutos. Después de eso, solo me observó. Dijo que le encantaba verme boxear, y tenía que creerle
porque después me atacó en las duchas de los vestuarios, y fue tan bueno. Todo era mejor cuando era sucio.

El viernes fue la siguiente noche en que trabajamos juntos. Por alguna
razón, me sentía nervioso por entrar en Forbidden con ella, y no estaba seguro de por qué... hasta que entramos y Gale gritó inmediatamente―: ¡Muy bien!
¡Mellark por fin tuvo sexo!

—Oh, Dios mío —exclamó City girándose hacia mí, su cara de color rojo brillante—. ¿En serio somos tan obvios?

—Bueno, ahora lo somos. —Cuando gimió de vergüenza, atrapé sus
hombros en mis manos y reí mientras le daba un beso en la frente—. No te preocupes. Me ocuparé de Gale.

Volví mi atención al hombre molesto en la habitación que no paraba de sonreír.

—Así se hace, mi hombre. —Trató de darme un choque de cinco cuando me acerqué—. Marcaste con Tres, ¿eh? Buen gusto, recluso.

En lugar de aceptar sus felicitaciones, abrí mis nudillos y entrecerré los ojos.

Tragó saliva. —Mierda. —Levantando las manos, retrocedió—. Mira, sin faltarte el respeto. Seriamente. Estoy feliz por ti. Por favor no me mates en frente de mi esposa.

Me detuve ante esa petición y miré para encontrar a una muy divertida
rubia sentada en el bar, balanceando las piernas mientras bebía un trago con una pajita.

Cuando mi mirada se encontró con la de ella, sonrió y saludó. —Hola.

Mirándola, señalé con mi pulgar hacia Gale. —¿En realidad te casaste con este tipo?

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora