Presente

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PEETA.

Pasé la mayor parte del día en el gimnasio. Debería haber estado orgulloso de mí mismo; no enloquecí cuando City se me abalanzó y presionó, y no tuvo misericordia de mí. Sentí todas las cosas que siempre sentía cuando la oscura e impotente rabia se hacía cargo, pero me contuve. Salí y fui a desprender algo de vapor, y todo salió bien. Debería haber estado contento con mi progreso. Pero me sentía como una mierda. Me acusó de homicidio intencional. Debido a su comportamiento al final de la conversación, como que no creí que ella creyera su propia afirmación; solamente estuvo tratando de incitarme, obligarme a contar mi versión de la historia. Pero aun así lo dijo, y eso me dolió. La City de dieciséis años nunca me habría hecho eso. La Katniss de veintidós años era diferente. Me era recordado ese hecho‖cada vez que abría el armario de las medicinas y veía sus pastillas anticonceptivas al lado de mi navaja, cada vez que encendía la cafetera, cada vez que sonreía y bromeaba con los chicos en Forbidden, cada vez que llevaba los malditos zapatos prácticos para trabajar. Ella creció y siguió adelante sin mí, y la chica de la que me enamoré tan desesperadamente cambió. Sin embargo, no podía dejar de preocuparme por ella, no por algunas discrepancias. Seguía siendo una belleza brillante y bondadosa que me dejaba sin aliento cada vez que la veía. Y es por eso que me hirió tanto escucharla llamarme asesino, porque le di el poder de hacerme daño.

Al acercarme a nuestro apartamento por la tarde, me llenaron todos los tipos de inquietud. No estaba seguro de qué esperar, pero tenía que entrar. Era jueves, y tenía que ir a trabajar para la noche de damas. Una respiración entrecortada salió de mis pulmones cuando encontré la sala vacía. Una suave música provenía de su habitación, diciéndome que regresamos a evitarnos entre sí. Apresurándome a mi habitación, me quité la camiseta y saqué una camisa de trabajo de la pila de ropa limpia que doblé en una cesta en el suelo. Me duché en el gimnasio, así no tenía necesidad de preocuparme por detenerme en la ducha, pero no había comido en la mayor parte del día. Tal vez podría pasarme por algún lugar así no tendría que ir a la cocina, excepto que no tenía dinero. Le daba cada centavo extra que ganaba a Finnick, a pesar del número de veces que me ponía los ojos en blanco y me decía que no me preocupara por ello. A la mierda, podía hacerme un emparedado rápido y estar fuera de aquí en treinta segundos. Pero cuando me di la vuelta para salir de mi habitación, noté el plato en la cama con un emparedado, al lado de una manzana con un pedazo de papel doblado escondido debajo.
Los recuerdos me asaltaron.
Con mano temblorosa, me estiré y agarré la nota. Parpadeé un par de veces para ajustar mis ojos, pero ella fue misericordiosa y escribió solo tres palabras en letra imprenta que podría leer más fácilmente.
Lamento haberte presionado.
Me desplomé en el borde de la cama y enterré mi rostro en las manos. Mis ojos ardían y mi garganta se cerró.

-Joder -murmuré, meciéndome. Me incliné hacia delante y apoyé mis codos en las rodillas mientras me concentraba en inhalar y exhalar, utilizando una técnica de respiración que mi entrenador de boxeo me enseñó a principios de esta semana. Estaba destinada a ser usada en el ring, pero funcionaba ahora también. Todavía me sentía en carne viva cuando finalmente me controlé lo suficiente como para alcanzar el emparedado, pero lo perdí todo de nuevo tan pronto como hundí mis dientes a través del pan, mantequilla de maní y jalea.
Se acordó. Quería ir con ella tanto que me dolía. Necesitaba sentir sus brazos a mi alrededor y enterrar mi cara en su cabello. Dios, casi podía oler su champú solo con pensar en ella. Pero debía mantenerme alejado. No me mudé con ella para volver a estar juntos. Sin embargo, después de lo que me dijo Finnick, no había manera de que la dejaría vivir sola en ninguna parte. Aun así. Involucrarme con ella otra vez sería
desastroso. Comenzaba a controlar mi enojo un poco, pero no lo suficiente como para mi tranquilidad, no cuando se refería a su seguridad. E incluso si lo controlaba, nunca sería suficiente para ella. Conocía a mi City. Ella necesitaba a alguien con el que pudiera ser completamente sincera, y alguien que fuera sincero con ella. Esos fueron los tipos de conexiones que la hicieron florecer, y eran algo que nunca sería capaz de proporcionar. Había demasiada fealdad en mí ahora. Nunca podría traer ese tipo de fealdad a su vida. No fui capaz de terminar el emparedado. Como que quería conservarlo. Cuando salí de mi habitación, me detuve frente a su puerta. Incluso levanté la mano para llamar. Pero mis nudillos se cernieron en frente de la madera por unos diez segundos antes de que cayeran, y me apresuré a salir del apartamento. En el bar, Asher y Noel se encontraban discutiendo sobre quién tendría que atender las mesas.

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora