Peeta.
—¡Qué carajo! —gruñí cuando sujeté a Finnick por la garganta contra la pared de su oficina—. ¿Qué carajo? Me mentiste. Levantó las manos, a pesar de que su gesto apaciguador hizo poco por aplacarme. —Lo tomo como que Katniss es un gatillo para ti. Es bueno saberlo. Lo golpeé contra la pared. —No es gracioso. Farfulló.
—Créeme, hombre. No me estoy riendo. Pero tengo curiosidad. ¿Te enoja escuchar su nombre porque la culpas de lo que pasó o porque estás molesto de enterarte cómo resultó? Mis dedos se apretaron en su camisa a medida que entrecerré los ojos. —¿Por qué la culparía de algo? Dejó salir un suspiro.
—No deberías. Y es un alivio escucharte decir que no lo haces. Ahora, suéltame para que pueda respirar. Luego lo explicaré todo. Nunca te he mentido. Solté su yugular y levanté las dos manos mientras daba un paso atrás. —¿Y qué? ¿Olvidaste mencionar que trabaja aquí? Maldita sea. ¿Nunca escuchaste lo que nos pasó? El imbécil se tomó un buen tiempo para responder a medida que enderezaba su camisa y pasaba una palma sobre su rostro antes de tomar un aliento profundo. Luego, todo lo que dijo fue—: Oh, lo escuché. Fue la gran charla en nuestro vecindario meses después de que te arrestaron Ahí fue cuando enloquecí. Mi respiración se aceleró y mi temperatura corporal se salió de control. Incluso mis dedos cosquillearon con la urgencia de curvarse en puños y comenzar a golpear. Pero saber que trabajaba aquí —conmigo— era más de lo que podía soportar. —¿Cómo puede trabajar aquí, la hija de un millonario? Debería estar en una universidad de la Liga Ivy consiguiendo un doctorado en la jodida psicología mientras está comprometida con algún hijo de perra millonario, que le muestra amor, afecto y toda esa mierda. No debería estar aquí, esclavizada como una mesera en un cutre bar con toda la clase de cabrones agarrando su culo cuando sea que les sirva su cerveza. ¿Qué carajo?Con el ceño fruncido, Finnick cruzó los brazos sobre su pecho.
—Bien, voy a ignorar el hecho de que acabas de llamar cutre a mi club nocturno de clase alta, y te diré que Katniss cortó los lazos con su familia el día que cumplió dieciocho. Nunca fue a la universidad porque no podía permitírselo. Lucha solo para llegar a fin de mes. Sentí que el aire era succionado de mis pulmones mientras lo miraba. No podía entender lo que escuchaba, porque no tenía sentido.
—No. —Sacudí la cabeza, confundido. Cuando Finnick abrió la boca para decir más, lo lancé una vez más contra la pared—. ¿Por qué haría eso? ¿Por qué? Tendría que haber ido a la universidad. Había sido la meta de su vida. Su sueño de ser una psicóloga infantil. Pasé los últimos seis años sobreviviendo el infierno y convenciéndome de que valió la pena porque al menos ella había sido capaz de seguir su sueño. Eso era lo único que quería. No podía soportar escuchar otra cosa. No podía soportar que hubiera sufrido ni un solo día miserable. Excepto que mierda. Si no fue a la universidad como planeó, entonces no se convirtió en una psicóloga infantil, y no hizo nada de lo que en verdadquería hacer. Se encontraba atascada trabajando como una maldita mesera, ¿mientras un idiota la engañaba?Me sentí enfermo de escuchar que había salido con alguien más, pero Jesús, saber que no era mimada, querida ni consentida por el maldito tipo, torció el cuchillo aún más profundo.—¿Por qué crees que los dejó? —preguntó Finnick, recordándome que todavía apretaba su camisa con las manos y apisonaba su espalda de nuevo contra la pared. Cuando elevó una ceja como si yo debiera saber ya la razón de que abandonara a su familia, gruñí.
—¿Por mí? Cuando no respondió, me alejé de él y me pasé las manos por la cabeza, dejando que el rastrojo de mi cuero cabelludo raspara contra mis palmas. Mi estómago se revolvió, y me preocupé de que en realidad pudiera vomitar. Así que doblé las rodillas y apoyé las manos sobre ellas. Pero la ira y la impotencia abrumadora por lo que acababa de averiguarme consumió. Con un rugido, me enderecé y pateé lo primero en mi camino —que resultó ser el escritorio de Finnick— con mi pie. Voló sobre un lado y cayó al suelo, enviando papeles y su computadora a volar. Cuando el vidrio de la pantalla se rompió, desparramándose por el suelo, lo miré con estupor, incapaz de creer lo que hice hasta que la urgencia de hacer más me inundó.
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Mi Felicidad.
RomantizmMe enamoré una vez. Fue asombroso. Ella era asombrosa. La vida era asombrosa.