Hace seis años

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Katniss.

Tarareaba la canción Falling for You de Colbie Caillat en voz baja mientras saltaba a través de los árboles y esquivaba lugares blandos que lucían pantanosos. Conocía el camino bien hasta ahora. Había viajado por allí todos los días durante las últimas dos semanas. Peeta y yo ya no nos veíamos en "nuestro" árbol. Ahora, nos dirigíamos a "nuestro" muelle en una mina de extracción. A veces nadábamos, a veces no, pero cada vez terminábamos besándonos. Me convertí en una buena y verdaderamente adicta besadora. Lo juro, mi boca solo podría vivir en contra de la de Peeta. Odiaba cada vez que teníamos que separarnos y volver a casa. Pero él tenía un trabajo en la noche en una fábrica local de comida para perros y siempre tenía que irse para prepararse y yo... bueno, no quería correr el riesgo de causar cualquier sospecha en mi familia al mantenerme fuera demasiado tiempo, a pesar de que todavía nadie se había dado cuenta de mis largos paseos por la tarde en el bosque. Hoy, me atreví más de lo habitual. Después de robar una cesta en la cocina, empaqueté una merienda para ambos. De todas nuestras conversaciones, sabía que Peeta amaba los emparedados de mantequilla de maní y jalea, nachos y más que nada las manzanas, así que los metí dentro junto con dos botellas de agua, platos y servilletas. Cuando escuché la voz de mi madre cerca de la cocina, me lancé por la puerta trasera y crucé el patio hacia los árboles, jadeando para el momento en que llegué al primero. Después de agacharme detrás de él, esperé treinta segundos antes de mirar a escondidas alrededor del tronco para asegurarme de que nadie había salido a buscarme. No veía a nadie alrededor, pero todavía no me fiaba, así que esquivé de aquí para allá por un tiempo hasta que me sentí lo suficientemente segura como para darme cuenta de que nadie me estaba siguiendo. Una vez que me relajé, la emoción de llegar a ver a Peeta resucitó. Era incapaz de dejar de sonreír y de hecho murmuré algunas de las letras en voz alta para el tiempo en que llegué a la fosa.

—He pasado todo mi tiempo pensando en ti —canturreé, solo para soltar un chillido feliz cuando me di cuenta de que era la primera en llegar—. ¡Sí! —Tenía un poco de tiempo para crear mi sorpresa para él. No planifiqué tomar una manta de picnic, lo que me hizo suspirar con decepción porque quería que todo fuera perfecto. Pero luego me dije que Peeta ni siquiera se daría cuenta. Había un montón de detalles que él saltaba, como toallas y peines y cosas remilgadas que mi madre insistiría. Esa era una de las muchas razones por la que estaba tan loca por él. No priorizaba la imagen antes de mí. Una ligera brisa intentó echar a perder mis planes y quiso llevarse mis platos y servilletas, pero las manzanas resultaron ser los pisapapeles perfectos y los mantuvo en su lugar. Guardé los emparedados en sus bolsas de plástico para que ni la suciedad ni insectos pudieran asentarse sobre ellos mientras los colocaba al lado de las manzanas. No sabía cuánto tiempo tendría que esperar porque no podíamos darnos exactamente horarios fiables. El otro día, él tuvo que esperarme tres horas antes de que pudiera escapar de mi madre y una de sus conferencias. Entonces Max me había acorralado después, abordándome más y tratando de consolarme o algo por la manera en que mi madre me habló. Yo estaba a punto de llorar en el momento en que llegué al muelle, pensando que él se fue. Pero allí yacía boca arriba, con los pies cruzados en los tobillos y casi dormido mientras se secaba al sol después de tomar un baño en el pozo. Con alivio corriendo a través de mí, corrí por la rampa para llegar al muelle, solo para frenar hasta detenerme y simplemente saborear la vista de él en un mojado traje de baño y nada más.

—No sabía que la Bella Durmiente fuera un hombre antes —dije finalmente. Él no abrió los ojos, pero una sonrisa se deslizó por su rostro. —¿Por qué tengo la sensación de que estoy a punto de ser besado para ver si eso me despierta?—Probablemente porque así es. —Arrodillándome junto a él, sonreí hasta que me incliné y presioné suavemente mi boca en la suya. Gimió y enroscó sus dedos en mi cabello, devolviéndome el beso. Para cuando me alejé, él tenía los ojos abiertos y resplandecían con un brillante azul dorado y sus labios se estiraron con placer —Supongo que esto es una prueba —murmuró—. Eres definitivamente mi princesa encantadora. Suspirando sobre el recuerdo, me senté en el banquillo junto a nuestro picnic en espera y abracé mis rodillas mientras miraba el agua del pozo. La brisa agitaba mechones de cabello rojo en mi rostro y el muelle se balanceaba debajo de mí mientras el sol empapaba aletargada calidez en mis huesos. Incluso solo esperar a Peeta era más agradable que cualquier otra cosa en la tierra. Colocando la barbilla en mis rodillas levantadas, me di cuenta de una roca situada en el borde del muelle. Con el ceño ligeramente fruncido, la estudié aún más. Era una roca bastante grande que no podría haber sido llevada por el viento. Algo tuvo que haberla puesto allí y estoy bastante segura de que no había estado presente el día anterior. Me asusté, preguntándome quién había estado en mi muelle. Si uno de mis hermanos había estado aquí hace poco, ¿significaba que podían volver hoy? ¿En este momento? Tal vez debería guardar uno de los platos; si me atrapaban aquí, no se darían cuenta de que estaba esperando compañía. Pero tan pronto como alcancé el plato de Peeta, me di cuenta de una pequeña esquina blanca de papel ondeando bajo el peso de la roca. Una nota. Con un suspiro, me arrastré hacia adelante. Después de rodar la roca a un lado, desplegué la hoja. Cuando vi, Hola, princesa encantadora, como saludo, una sonrisa iluminó todo mi rostro. Pero luego leí el resto de la nota. Siento no haber podido quedarme. Surgió algo. Dudo que pueda ir mañana y el fin de semana no se ve bien tampoco. No es nada de qué preocuparse. Solo mierda familiar. Esperemos que me las arregle para el lunes y confía en mí cuando digo que prefiero estar aquí contigo. Decepción cayó sobre mis hombros. El resto de mi día casi se sintió arruinado. Como que quería sentarme aquí y llorar, pero al menos había sido lo suficientemente dulce para dejarme una carta. Incluso entendí por qué no la firmó. Pasé mis dedos por encima de su letra escrita a mano, con el ceño fruncido en las letras impresas. Tal vez fue porque no había utilizado cursiva, pero había algo en su caligrafía que me recordó a un niño de cuarto grado en lugar de alguien en su último año de escuela secundaria, a pesar de que nada estaba mal escrito y cada letra fue escrita exactamente, es como si le hubiera tomado horas trazar cada una de ellas. Había algo en el espaciado que era... distinto La doblé con cautela y guardé la nota en mi cesta. Luego, reuní nuestro picnic y lo empaqueté. Cuando me levanté para irme, había una sensación de pesadez en mi interior. Pasarían días —días— antes de que lo volviera a ver. Me dolía el corazón y mi garganta seguía apretando, lo que siempre hacía justo antes de ponerme a llorar. Traté de tararear algo más de Falling for You para mantener los lagrimones a raya, pero mi espíritu se había desplomado. Entrando en la parte más oscura y gruesa del bosque, limpié con mi mano mi mejilla para asegurarme de que no había caído ninguna lágrima. Si lloraba ahora, me vería como un desastre para el momento en que llegara a casa y alguien podría preguntarse qué me pasaba. Pero mis mejillas estaban secas y eso era bueno. Caminando cerca de un gran roble, porque el camino que decidí tomar tenía un lugar fangoso, grité cuando un crujido hizo temblar el suelo detrás de mí. Dando vuelta, escaneé el bosque, pero nada parecía fuera de lugar. Supongo que algo podría haber simplemente caído de las ramas, pero había sonado más como pasos rompiendo ramas, como si algo o alguien estuviera caminando, siguiéndome. Aunque, si hubiera sido un animal, no se habría detenido tan pronto como me di la vuelta, ¿verdad? Lo que me hizo pensar en... un humano. Una extraña sensación se arrastró hasta mi nuca. De repente, sabía que no me hallaba sola.
—¿Hola? —llamé con inquietud. Nadie respondió. Si uno de mis hermanos se encontraba aquí, me habrían contestado. ¿Por qué no me responderían... a menos que no quisieran que yo supiera que se hallaban aquí fuera conmigo?—Oh Dios. —No quería lloriquear. Alguien me seguía por el bosque.
Me di la vuelta para huir, pero una voz dijo—: City, espera. Solo soy yo. Deteniéndome en seco, me congelé un buen segundo, con el ceño fruncido y sin poder creer la voz que escuchaba. Entonces me giré hacia él. —¿Peeta?Se asomó detrás de un árbol, mientras mantenía la otra mitad oculta y agitaba su mano. —Oye. Lo siento, no quise asustarte. La sangre inundó mi cerebro con una sobreabundancia de felices endorfinas mientras dejaba caer mi cesta y corría hacia él.

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora