Presente

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PEETA.

Supongo que Finnick decidió que no existía ningún problema en ponerme en los mismos turnos con Katniss luego de ceder a vivir con ella, pues aquella noche teníamos que trabajar juntos. Me aterraba. Luego de pasar casi la mayor parte del día en el gimnasio, volviéndome loco por la culpa y evitándola para así no herirla más de lo que ya hice, llegué a casa a tomar una ducha y cambiarme de ropa. Estaba colocándome la camiseta cuando tocó suavemente la puerta. Tras terminar de ponerme la prenda y suspirar con profundidad, abrí la puerta. Se encontraba vestida con su camiseta de Forbidden, con pantalones ajustados negros y su cabello recogido con horquillas de mariposa. Alzando la barbilla, quizá para lucir más indiferente, dijo—: Estaba a punto de irme y me pregunté si necesitabas un aventón, dado que vamos al mismo lugar. Todavía me sentía como la mierda por lastimarla más temprano, y rechazar su oferta no tenía sentido alguno. De modo que asentí y murmuré un bajo—: Vale. Gracias. Seguirla para salir por la puerta se sintió irreal. Nos íbamos de nuestro apartamento, en público, y pasaríamos la noche en el mismo entorno. Era todo lo que siempre esperé y, aun así, se sentía incorrecto. Metí las manos a los bolsillos, algo melancólico, y permitiéndome sentir resentimiento por todo lo que pudimos haber tenido pero que ahora era imposible, pues ya no podía ser la persona capaz de darle lo que su corazón más deseaba.

Ella quería todo: mi corazón, alma, sueños, miedos, secretos, pensamientos. Y pese a que algunas cosas siempre las tendría, con otras era muy precavido como para compartirlas, muy asustado para relevarlas, muy inteligente para soltarme y marcarla también.

—Tendras que, eh nada mas espera un segundo —dijo, cuando me acerqué al asiento del copiloto de su auto—. Tengo que abrir desde adentro. Se queda trabado. Asentí y esperé hasta que se subió por el lado del conductor y luego usó su hombro y toda su fuerza para abrir la mía. Dándome una sonrisa triste cuando me instalé a su lado, intentó encender el motor, bombeando el acelerador para conseguir que prendiera. —Bastante diferente al Audi, ¿no? —Pero más agradable que cualquier otro aventón —le contesté, dado que nunca he tenido un auto. Tras esperar hasta que el motor estuviera listo, se puso en marcha.

—En verdad, ese Audi es lo único que eché de menos luego de irme. Le miré, recordando el olor de cuero y el rugido del motor cuando lo encendí. Luego recordé qué ocurrió cuando nos estacionamos. Sí, fue un lindo paseo.

—Muchos recuerdos en ese auto —dijo—. Perdí mi virginidad ahí. Me propusieron matrimonio ahí. No me di cuenta que sujetaba mi pecho hasta que mi palma presionó con intensidad mi corazón, esperando que el órgano no se abriera ahí mismo. Aunque lo sentí separarse, dividiéndose cuando sus palabras retumbaron en mi cabeza y lastimaron mi conciencia. No pude hablar hasta que llegamos al estacionamiento al otro lado de la calle, frente al club, y Katniss abrió la puerta del conductor.

—Lo lamento —dije en una voz tan baja, que casi esperaba que no me hubiera escuchado. Pero se detuvo y me miró. —¿Por qué? —Por no ser capaz de mantener todas las promesas que te hice esa noche.
La única promesa que tenía la certeza que mantuve fue que todavía la amaba, por todo lo bueno que eso logró.

—También lo lamento —murmuró—. Lamento que no creas que puedas mantenerlas, pese a que sé que en realidad podrías.

Luego de que saliera, cerrara la puerta y se alejara, me quedé mirándola, lastimado y deseando que de verdad pudiera volver a ser el Peeta que una vez conoció. Pero él estaba muerto.

—No, no puedo —murmuré y por fin, también, salí del auto. Por fortuna, era una noche ocupada. Me tocó en la barra con Noel, que se aseguró de decirme que no apoyaba la decisión de Finnick de mudarnos a Katniss y a mí juntos. Luego me advirtió que si la lastimaba, me iba a arrepentir. Más allá de eso, el negocio era demasiado frenético como para charlar. La banda de Asher tocaba, y el número de fanáticas que reunía en las últimas semanas lograban que el lugar estuviera más lleno de lo que alguna vez lo había visto. Le coreaban que tocara la canción sobre la chica vistiendo la camiseta de Incubus, pero se rehusó por completo. En vez de eso, tocó algo más que era nuevo. Katniss me evitó por completo, llevándole sus pedidos a Noel. Tenía que admitir que odiaba la distancia más de lo que me alegraba que por fin la mantuviera. No podía aguantar mucho más la constante lucha en mi interior. Fui un tonto al pensar que podría llegar a estar cerca de ella y no estar cerca de ella. Luego de que las puertas fueran cerradas, solo el personal y los miembros de la banda se quedaron. Guardaba vasos limpios cuando el baterista se acercó. Estando al otro lado del cuarto y arriba en el escenario, no lo había podido ver con claridad, ni siquiera les presté atención a los otros integrantes a excepción de Asher. Pero cuando se dejó caer con despreocupación en el taburete al otro lado de la encimera y pidió una cerveza en botella, sacudí la cabeza, incapaz de creer que veía lo que en realidad veía. Le pedí su identificación y me reclamó que los otros bármanes le habían dado un trago sin hostigarlo primero. Pero estiré la mano y enarqué una ceja, porque tenía que ver su nombre, pese a que tenía la certeza de que ya lo conocía. Gruñó en protesta, pero buscó en su billetera y me tendió un pedazo de plástico. El nombre decía Rock Mellarson, lo que me hizo resoplar.

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora