Precente

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KATNISS.

Un callejón sin salida parecía brotar entre Peeta y yo la noche siguiente al encuentro con su hermano. Dejé de presionarlo por más y él dejó de alejarme. Pero había una distancia entre nosotros que no podía entender. Se había ido el domingo en la mañana cuando me desperté, probablemente a ejercitar en el gimnasio que todavía no me había dicho que frecuentaba. Pero me preparó café, y esperaba junto a la jarra por mí cuando entré a la cocina. Traté de no dejar que eso me afectara, pero seguía conmovida por su consideración. El resto del día, lo pasé en la habitación, solo saliendo cuando lo escuchaba salir de la cocina o el baño, y él parecía hacer lo mismo. La sala de estar se convirtió en tierra de nadie, donde ninguno de nosotros se pasaba.
Era bastante deprimente, y me pregunté por cuánto tiempo seguiríamos así. No se sentía como si pudiera durar para siempre. De hecho, el día entero se sentía como la calma antes de la tormenta.
Solo que no tenía ni idea que la tormenta vendría en forma de una morena alegre llamada Reese. Llamó el domingo temprano en la mañana.

—Hola, ¿me preguntaba si tú y Peeta podrían venir un poco más temprano al almuerzo de hoy?Sentada en la cama y bostezando mientras me rascaba el cuero cabelludo, traté de despertar mi cerebro lo suficiente como averiguar de qué rayos hablaba la novia de Mason. Solo le había hablado unas cuantas veces cuando visitó el  club. No podía averiguar por qué me llamaba o incluso porque hablaba sobre Peeta y yo juntos. Así que finalmente dije—: ¿Qué almuerzo? —¡Oh! —Dejó escapar un sonido avergonzado—. Lo siento, ¿no te dijo de la invitación? Qué chico. Debí llamarte el jueves y seguir con los detalles. De todos modos, todos están invitados a nuestra casa el día de hoy para el almuerzo. Pero esperaba que ustedes pudieran venir un poco antes. Tengo algo de información para él. Fruncí el ceño, confundida y doblemente curiosa. —¿Conoces a Peeta? —Uh, no. Nunca nos hemos conocido: Pero aun así. Me gustaría conocerlo hoy.

—Bueno —Miré alrededor de mi habitación, tratando de despertar por completo—. De acuerdo. Supongo. ¿A qué hora nos quieres allá? Después de ultimar detalles, colgué. Y luego me di cuenta de lo que había hecho. A Peeta no le gustaría que hiciera planes por él sin su permiso. Preocupada por el tipo de reacción que tendría, salí de la cama, completamente despierta. Pero ya se había ido. En la cocina, el café esperaba, pero hoy incluso colocó mi taza favorita a un lado. Me hice el desayuno, comí, y luego limpié todo después de terminar y antes de que volviera. Cuando finalmente se abrió la puerta principal, me encontraba sentada en el sofá, la única y sola pieza de mueble que teníamos en la sala de estar, y bebiendo mi tercera taza.
Se detuvo cuando me vio.

—Buenos días. —Le ofrecí una sonrisa vaga—. ¿Cómo estuvo tu entrenamiento?La sorpresa se marcó en su expresión, pero al final dijo—: Bien. —Cerró la puerta lentamente detrás de él, y se inclinó contra ella para observarme con recelo—. He trabajado con un entrenador de boxeo. No me esperaba para nada que ofreciera un poco de información, así que casi lloré cuando lo hizo. Después de una respiración de apenas mantener el control, asentí—. ¿Así que ahora boxeas? Se encogió de hombros. —Supongo. —Apartó la mirada, y juro haber visto sus mejillas sonrojarse—. Como que me gusta. Guau. Dos gemas raras de información provenientes de él todo en menos de treinta segundos entre cada una. —¿Crees que irás a nivel profesional?b—No lo sé —murmuró—. Tal vez. Mi entrenador parece pensar que soy una promesa Sonreí, contenta de que encontrara algo que le gustaba y era bueno en ello. Se hallaba muy lejos de abrir un vivero de árboles, pero ya no era ese chico, y lentamente me adaptaba a la persona en que se había convertido.

—Entonces deberías hacerlo —lo alenté. Me miró directamente, ojos azules llenándose de sospecha.
—¿Qué sucede? —demandó.
Cielos. No tenía idea de que era tan obvia. Pero ya que me hablaba, fui y lo dije—: Olvidaste decirme que fuimos invitados para el almuerzo en la casa de Mason y Reese.
Sus rasgos se cerraron al instante. Bajando las cejas, dijo—: Porque no tenía planeado ir. Oh. Aliviada porque la razón para no decirme no fue porque no quería que fuera con él, dejé escapar un suspiro, y casi enloquecí cuando empezó a caminar hacia su habitación. Poniéndome de pie, me apresuré detrás de él. —¿Qué pasa si yo quiero ir? —Entonces ve —contestó sin detenerse o darse la vuelta.
Me detuve, muy confundida. —¿En serio no quieres ir?Al final, en la puerta, miró hacia atrás y suspiró. —No. Mason se comportó demasiado raro cuando me invitó. Se sentía como una especie de ataque furtivo.

Mi Felicidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora