PEETA.
—¿Qué... carajo? —La puerta de atrás del coche de City se abrió de golpe. Sentí como si una docena de manos me alcanzaran dentro y me agarraran. Me arrastraron afuera antes de que pudiera encontrar mi equilibrio, y habría ido al suelo si no se hubieran mantenido jalándome hasta que estuviera bien lejos del coche. Una vez que me liberaron, aterricé en mi culo.
—¿Quién diablos eres, y qué estás haciendo con mi hermana? En nada más que mis calzoncillos, miré a los hermanos de City y fruncí el ceño con confusión. Había tres chicos cerniéndose sobre mí. Ella solo tenía dos hermanos.—Es ese jodido Mellark que me rodeaba por el patio de la casa el día del cotillón —contestó Max a la demanda del otro hermano.
—¿Él es qué? —gritó Cato—. ¿Un Mellark tocó a mi hermanita? —Me agarró por el pelo y me levantó antes de darme un puñetazo en la cara. Me dolió mucho, podría incluso haberme roto la nariz, pero en realidad no lo culpaba. Si hubiera pillado uno de ellos con mi hermana, habría querido hacer lo mismo. Detrás de nosotros, City gritó—: ¡No! Déjenlo en paz. Mis ojos se humedecieron y toda mi cara gritó de dolor. Pero mientras sostenía mi nariz, sintiendo la sangre llenar mi palma, dije—: Está bien. —Así no enloquecería demasiado.—Oh, no va a estar bien para ti, imbécil —me aseguró Cato cuando hizo crujir los nudillos—. Tad, sostenlo para mí. Mientras su amigo me agarraba, él balanceó su brazo hacia mí de nuevo. City gritó y trató de saltar hacia adelante. Metí la cara hacia un lado, pero Cato igualmente rozó mi mandíbula.
—No. Lo siento. Todo esto es mi culpa. Por favor, no lo lastimen.
—Katniss, cállate. —Max intentó meterla de nuevo en el asiento trasero—. Ponte la ropa. Nosotros nos encargaremos de esto.
—No lo haré. No tienes idea de lo que está pasando.
—Oh, creo que el condón usado tirado allí deja claro lo que pasó.
—Bastardo —aulló Cato antes de golpearme nuevo.
—Hijo de puta. —Ese podría haberme aflojado un diente.
—Tú fuiste el hijo de puta que dejó esos pañales en mi cama, también, ¿verdad? Escupí sangre y lo miré.
—Sí, lo siento por eso. Resulta que di con el hermano equivocado. Momentáneamente sobresaltado sin palabras, Cato inclinó su rostro a un lado. —¿Qué dijiste?—Cállalo y mételo en tu coche —ordenó Max—. Lo llevaremos a casa para que padre trate con él. Y tú —empujó a City hacia su coche—, te dije que te pongas algo de maldita ropa.—¡Oye! —Me liberé de las manos restrictivas sosteniéndome y me lancé hacia Max, golpeándolo tan fuerte como pude, incluso antes de que me diera cuenta de lo que estaba haciendo. Entonces lo agarré de la camisa y lo halé cerca—. Nunca más la empujes de nuevo, maldición. Lo habría golpeado una vez más, pero los otros dos me apartaron. Max se limpió la sangre de la comisura de la boca y se arregló la camisa. Sacudió la cabeza con una mueca malvada y poco a poco avanzó.
—Oh, esto es gracioso. ¿Me estás amenazando después de que acabo de atraparte follando a mi hermana? Le escupí. No pude evitarlo. Odiaba este idiota santurrón.
—Ni siquiera me hables, jodido hipócrita. Lo que pasó entre ella y yo no es nada parecido a lo que le hiciste a mi hermana.
—¿Qué demonios? —exigió Cato—. ¿De qué habla, Max? ¿Eres tú el que embarazó a la chica Mellark?Max ignoró a su hermano. Mirándome, dio un paso frente a mi cara. —¿De eso es lo que se trata? ¿Crees que me follé a tu hermana, por lo que te follaste a la mía?
Miré a City, esperando que no creyera eso. Las lágrimas brillaban en sus ojos mientras me rodeaba en sujetador y bragas, y se cubría la boca con ambas manos.
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Mi Felicidad.
RomanceMe enamoré una vez. Fue asombroso. Ella era asombrosa. La vida era asombrosa.