Las nubes moradas se hicieron dueñas del paisaje. A algunos pasos frente a mí, de espaldas, se encontraba aquella persona que, aún desconociendo su rostro, se había vuelto protagonista de mis sueños estos últimos meses. En su mano portaba, además, ese distintivo cetro que desprendía una pequeña flama con el fin de despejar el camino. Aquella capucha la había visto ya muchas veces, pero seguía siendo incapaz de ver más allá de eso. ¿Quién era esta persona? ¿Qué podría querer de un humano alguien con el don de la magia?
El caso era que, a pesar de mi más reciente sueño, había despertado con más energía de lo habitual esta mañana.
Papá había desaparecido al amanecer como había planeado... Sus objetos de valor los había llevado con él, pero el resto de sus cosas permanecían dispersas por todo el lugar, como siempre. No me gustaba demorarme, pero me permití revisar la casa de arriba a abajo más de una vez para alistar todo lo que necesitaba para mi viaje, aunque seguro que terminaría olvidando algo, de todos modos. Guardé en mi mochila la carta que me había dejado papá, llegué a la calle y saludé a Mkilla como de costumbre. ¡Qué viejecita tan agradable!Las calles de Reelien exudaban una personalidad cautivadora, impregnadas de una mezcla embriagadora de aromas, lenguajes y viajeros de todos los rincones del reino. Incluso en las primeras luces del amanecer, el bullicio no cesaba y la ciudad no conocía la quietud. La vitalidad era palpable en cada esquina, con cada alma inmersa en sus quehaceres diarios.
En uno de los callejones, cercano a un puestecillo de dulces, logré distinguir entre la multitud a una enigmática mujer de gran estatura, quien, a pesar de ocultar sus ojos tras su sombrero, parecía estar atenta a mi presencia. Movido por la curiosidad, intenté entablar conversación con ella, pero repentinamente desapareció entre las sombras sin dejar el más mínimo rastro.
Caminé en línea recta por el pavimentado sendero, recibiendo algunas felicitaciones en el camino, sin detenerme hasta llegar a mi destino final en esta ciudad que tanto había querido.
—¡Oh, pero si es Xarnis! ¡Feliz cumpleaños, joven! Tengo tu espada justo aquí —exclamó entusiasmado Cronnis, el herrero, registrando debajo del mostrador y sacando mi arma. Aunque se considera más bien un sable curvado, para ser honestos—. ¿Te gusta cómo ha quedado? —preguntó, entregándomela.
—Sin duda se ve mucho más resistente ahora —respondí, examinándola detenidamente y notando a simple vista la nueva tonalidad azul de la hoja.
—¡Por supuesto que lo es! La he reforzado con Hilerio. No hay material más resistente que ese —aseguró Cronnis.
—Gracias por cuidarla tan bien. Sabes lo mucho que significa para mí.—Por supuesto, hay confianza... ¿Vas a buscar a tu padre?
—¿Cómo lo sabías?
—Hablé con él esta mañana. No quiso decirme dónde iba, pero se le veía muy contento.
—En realidad, hoy es el día en que inicio mi Viaje de Aprobación.
—¡Oh, claro! ¡Es tu decimoctavo cumpleaños! —se emocionó—. Ahora entiendo lo de esta mañana —el herrero metió una mano en el bolsillo de su pantalón y me entregó un anillo, adornado con una gema azul aplanada—. Tu padre me pidió que te lo diera. Supongo que es algún tipo de amuleto de buena suerte: nunca lo vi sin este anillo en su dedo en los veinte años que lo conozco.
Cronnis tenía razón. El apego de papá por este anillo era increíble, aunque él nunca creyó en la suerte. Su apego era más bien espiritual y, por qué no, mágico. El Anillo del Destino era una reliquia familiar, y ahora era mi turno de probar mi valía con él.
—Muchas gracias. Supongo que no nos veremos por un tiempo —aseguré, colocando el anillo en uno de mis dedos—. Espero que estés aquí cuando regrese.
El hombre se rió:
—¡Claro que sí! ¿Quién más se encargará de reparar tu espada?Terminé de despedirme de Cronnis y caminé hasta la entrada. Las calles de Reelien, incluso a tan tempranas horas de la mañana, gozaban de una gentileza digna del paraíso. Sin caer en muchos sentimentalismos, hablé con Rett, el guardia, y este abrió las puertas de la muralla.
Permitiéndome brevemente una última mirada del sitio donde crecí, avancé determinado hasta dejar las murallas atrás.
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El Guardián de Erafall ©
FantasíaXarnis, el futuro Guardián, se verá obligado a enfrentar un oscuro secreto con el fin de proteger Erafall. Mientras las brujas sigan anhelando venganza, el frágil equilibrio del mundo seguirá pendido de un hilo. *** En el mágico mundo de Erafall, do...