3x06: First Looking

24 9 0
                                    

La luz de las antorchas iluminó el lugar

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

La luz de las antorchas iluminó el lugar. Nadie se había movido de su sitio: habíamos quedado como estatuas a ciegas en la oscuridad. En aquel momento, cuando nos dimos cuenta de que otro robo había sido cometido, esta vez justo en mis narices, no desperdiciamos momento alguno e intentamos comprender lo que acababa de pasar.

Mi vista volvió a caer en Igrid, que logró entonces llegar a su halcón y levantar al animal posado en su antebrazo. Xirelain, mirando con obstine a la mujer, dio algunos pasos hacia nosotros con intención de enfrentarla.

—¿Qué estás planeando? —preguntó cerca de la pelirroja.

—No sé de qué estás hablando.

—Sabes muy bien a lo que me refiero. Es demasiada casualidad que tu mascota apareciera segundos antes de que nuestra pieza fuera robada. ¿Cómo podemos estar seguros de que no era una distracción?

—Mi halcón no se movió de su lugar cuando las antorchas endormecieron —se defendió—. Incluso si lo hubiera hecho, el simple aleteo de sus alas al alzar vuelo hubiera delatado su posición.

Igrid tenía razón. En aquel momento de oscuridad, reinó un silencio abrumador e inquietante. Si el halcón hubiera volado hasta el pedestal y vuelto, tenía que haber hecho un mínimo de sonido.

—He observado las aves con detenimiento suficiente como para saber que lo que dices es verdad —continuó Xirelain, incapaz de perder la discusión—, pero estoy segura de que esa ley no se aplica si el animal ya está en movimiento.

—¿De que hablas? —quiso salir de dudas Percyra.

—Tal vez el halcón en la escalera se quedó en su lugar para que Igrid pudiera demostrar su cuestionable inocencia —explicó la chica—. Después de que las luces se apagaron, un segundo halcón pudo entrar, agarrar la pieza y escapar del templo sin dejar atrás evidencia alguna. Para su desgracia, al salir del cobertizo terminó chocando con una de las puertas, que luego se cerraron de golpe.

—¿Tienes alguna prueba de lo que estás diciendo, pulgosa? —entró a la riña Hyde, con actitud mezquina y ofendida.

—No permitiré una falta de respeto contra nadie de mi gente. Creí haberlo dejado claro —apareció Ethar, mucho más calmado que el domador de lobos—. Por favor, le pido que se calme e intente razonar como persona civilizada.

Un bullicio se formó a partir de esto. Sin embargo, mis pensamientos me sacaron de aquel lugar por un momento y me arrastraron a uno de los intrincados rincones de mi mente. Papá solía decirme muchas cosas importantes que yo, como niño, veía como innecesarias de retener en mi memoria; pero había una frase en específico que sí recuerdo a la perfección: «Lo más evidente es lo que se encuentra con el corazón, no con la cabeza». Papá siempre había intentado inculcarme todo aquello que lo había llevado a la grandeza y yo, iluso, pensé que lo dominaba todo. Fue entonces que, sin más remedio, fui obligado a abrir los ojos y comprender que debía actuar como el Guardián de Erafall, y no solo como el hijo de uno que pensaba que tenía todo al alcance de su mano.

El Guardián de Erafall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora