Aquella noche, organizados como hormigas, nos escabullimos hasta llegar al cobertizo donde me había encontrado a Xernion la última vez. Afortunadamente, más de una docena de ciudadanos nos habían acompañado a Breelion, Lunarion y a mí, asegurando que tenían la valentía y fuerza suficiente para recuperar a sus familiares desaparecidos.
Las estrellas iluminaban la tranquila noche, suavizada por el adormecedor tacto del gélido viento que nos llegaba de vez en cuando. No había ningún sonido en el ambiente, pasando por alto el crujir de la hierba ante nuestro caminar.
Una vez en la puerta, nos fue imposible desbloquear aquel, aparentemente, ordinario candado: había un círculo de protección mágica bastante resistente sobre él, superior al de la puerta del sótano de la noche anterior, impidiéndonos avanzar un paso más si no lográbamos deshacerlo. Algunos de nuestros hombres intentaron hechizos de anulación y liberación, pero todos tuvieron el mismo resultado. Como si fuera poco, ni siquiera el rey, que era quien presumía la mayor cantidad de magia entre sus coterráneos, logró desactivar un engranaje de aquel complejo círculo. Cuando uno de los ciudadanos propuso derribar la pared y crear una nueva entrada, una sombra misteriosa apareció entre nosotros.
El humo comenzó a esparcirse, obligándome a retroceder, mientras muchos de nosotros quedaban atrapados en él. Breelion, que había logrado llegar a mi lado, lanzó una onda de aire desde la palma de su mano que acabó por disipar la repentina humareda.
Como era de esperar, el causante de todo aquello no era nadie más que el cansino de Xernion, que ahora nos observaba con una mirada atrevida.
—Parece que no me equivoqué al pensar que estarías aquí —comentó el rey, sin una gota de sorpresa.
—La realidad es que tampoco esperaba verlo, Su Majestad —dijo él, haciendo una referencia a modo de burla—. El tiempo se acaba, señores, y parecen olvidar cuál es el verdadero problema aquí... No necesitamos a esos inútiles, pues nuestro verdadero plan ya ha sido puesto en marcha. No obstante, no me molestaría jugar con ustedes un ratito.
Lunarion dio un paso adelante, pero terminó opacado por mi figura cuando desenvainé a Ghostwatcher y la coloqué, en un agarre a dos manos, frente a mí.
—Yo me encargo de esto —dije—. Como soy el único que no puede usar magia, no serviré de nada en el cobertizo. Yo enfrentaré a Xernion. Ustedes intenten abrir el cobertizo sin que nadie en el interior salga lastimado.
El rey compartió una mirada de regocijo conmigo, como si de alguna manera se sintiera orgulloso de mi toma de decisiones. Haciendo caso omiso a eso, Lunarion dirigió a los elfos hacia la puerta nuevamente, mientras yo enfoqué mi mirada en el enemigo delante de mí.
—¿Estás seguro que quieres hacer esto? —me preguntó, intentando fingir preocupación—. La última vez no parecías estar a la altura.
—Algún día te darás cuenta de que todo lo que ves no tiene por qué ser real —rebatí, apretando mi agarre en Ghostwatcher.
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El Guardián de Erafall ©
FantasyXarnis, el futuro Guardián, se verá obligado a enfrentar un oscuro secreto con el fin de proteger Erafall. Mientras las brujas sigan anhelando venganza, el frágil equilibrio del mundo seguirá pendido de un hilo. *** En el mágico mundo de Erafall, do...