Con ayuda de Zeronel y sus subordinados, logré llegar al Jardín sin morir. Mi maestro me llevó escaleras arriba hasta el Salón de Enfermería. Percyra abrió la puerta.
Al entrar, encontramos a la Reina Eílis sentada en su cama, aparentemente mirando la tranquilidad reflejada a través del balcón frente a ella. Claran estaba a su lado, abrazándola y juntando todas sus fuerzas para no llorar. Lynn, que venía por el pasillo cargando agua, dejó caer el balde cuando vio el estado en el que me encontraba. Se acercó a mí y observó más detenidamente la herida en mi estómago. Luego, me miró a los ojos.
—Estoy bien —le dije, con una media sonrisa en mis labios—. Todo va a salir bien.
En aquellos momentos, juro que estuve a punto de desmayarme. Zeronel me llevó hasta la cama a un lado de la reina, donde terminé por acostarme e intenté conciliar el sueño con la esperanza de que, al despertar, todo esto fuera nada más que una anécdota. Para mi desgracia, me fue imposible.
Eílis se levantó tambaleante de su cama. Se acercó a mí y le dio algunas instrucciones a su ayudante. Claran agarró el cuchillo en mi estómago y, sin darme al menos una cuenta regresiva, lo sacó con firmeza. La sangre brotó como un volcán en erupción y un dolor inmenso me estremeció de golpe. Lynn se había sentado del otro lado, sujetaba mi mano derecha intentando darme apoyo, y apartaba los pelos que caían en mi rostro y quedaban pegados a este por el sudor.
La reina conjuró un hechizo a dos manos, creando un pentagrama en el aire. En ese momento, algo dentro de mí comenzó a revolverse. Al cumplirse dos minutos de haber retirado el arma, Eílis había cerrado mi herida completamente. Mi sangre había manchado las sábanas blancas, pero al menos era aquella toda la sangre que derramaría aquel fatídico día.
Me dejaron descansar por unos minutos y, mientras, todos conversaban junto a mi cama.
—Lamento no haber podido recuperar a Erin —le hablé a mi maestro. Este me devolvió una mirada que, a pesar de mostrar firmeza, parecía que el hombre se desmoronaba por dentro.
—No importa... La última vez que nos vimos lo dejó bastante claro: aquello era una despedida. Erin se dejó llevar por sus sentimientos y decidió él mismo a qué bando quería pertenecer. Traicionar a su reino fue su decisión... y yo respeto eso.
Logré ponerme de pie con ayuda de Percyra. La reina se acercó a mí, algo cabizbaja.
—Xarnis, quisiera pedirte disculpas por la forma en que te traté —dijo, mostrando por accidente parte de su estómago que, para mi sorpresa, ya no tenía la marca que Liniera le había dejado. A decir verdad, no me había percatado de eso. Liniera había mencionado que no existía ninguna probabilidad de que Eílis volviera a despertar y que esa maldición terminaría por matarla así que, ¿cómo había despertado la Reina Hada?
Sin guardármelo, le pregunté.
—Cuando estaba en aquel limbo, me encontré con esa bruja que apareció la primera vez junto a Liniera —explicó mientras sujetaba su cabeza por un repentino dolor—. Ella fue la que me quitó la maldición. Me dijo que, gracias a ti, había decidido perdonar mi vida.
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El Guardián de Erafall ©
FantasíaXarnis, el futuro Guardián, se verá obligado a enfrentar un oscuro secreto con el fin de proteger Erafall. Mientras las brujas sigan anhelando venganza, el frágil equilibrio del mundo seguirá pendido de un hilo. *** En el mágico mundo de Erafall, do...