No perdimos tiempo al llegar a tierra firme. En el barco, luego del incidente, la mujer pelirroja que había peleado con Seivel se acercó a Percyra y a mí, ofreciendo disculpas por la impresión que el capitán nos había dado, y se ofreció como guía para llegar a Avectra.
Una vez que dejamos el puerto atrás, la mujer, de al menos el doble de mi edad, llamó a un halcón para que nos indicara el camino más conveniente. La nieve había cubierto por completo los senderos y, además de dificultar nuestro caminar, nos había dejado sin fuerzas en poco tiempo.
Descansamos en una cueva debajo de una colina para esperar a que pasase aquella ventisca. Igrid, que era como se había presentado, calentó en una pequeña hoguera algunas de las provisiones que traía en su bolsa con tal de no morirnos de hambre. Además, nos prestó unas prendas de algodón para abrigarnos y, después de comer, me ofreció un sorbo de su botella.
—Es Prolava de Mares —me dijo, pasándomela—. No sé si se conoce en el Continente del Oeste, pero aquí es una bebida bastante famosa.
—Ahora que estamos en un lugar tranquilo, ¿puedes explicarme mejor qué rayos trataba de lograr el capitán Seivel con aquella locura? —pregunté, tomando el líquido de la botella.
No estaba al nivel del vino de Reelien pero, desde que comencé mi viaje, podría decirse que esta era la segunda mejor bebida que había tenido. Se lo comenté a Igrid y ella, contenta por compartir gustos conmigo, me contó el secreto tras el Juhernail.
—Se dice que debajo de sus tentáculos se encuentra una de las Piezas del Escudo —esclareció—. Seivel pertenecía a Avectra cuando éramos pequeños. Su familia tuvo un problema con los que estaban al mando de la raza por aquel entonces y terminaron desertando al bosque. Seivel y yo somos contemporáneos, incluso solíamos jugar juntos. Meses después de que su familia lo abandonara, lo encontré muriendo de hambre cerca de la costa y lo llevé al puerto más cercano. Desde entonces, lo visito unas cuantas veces para ver cómo le va... —la mujer, de piel pálida, terminó ruborizándose—. Seivel siempre ha estado buscando una forma de expandir sus límites. No sé qué tan informado estás, pero los domadores solo podemos controlar una sola especie de animales, especie la cual se nos es otorgada al nacer a través del ADN y la cual no podemos cambiar... o eso pensábamos. Mi padre descubrió que, si juntábamos todos las piezas del Escudo de la Libertad del primer domador, uno de nosotros podría obtener el dominio sobre todas las especies incivilizadas.
—¿Cuántas piezas son en total? —quiso saber Percyra—. ¿Cuántas posee Seivel?
—En total son doce piezas; y no, Seivel no tiene ninguna en su poder. De hecho, él no es tan ambicioso como uno podría pensar. Su objetivo era conseguir al menos una pieza, pues con solo una en su poder, podría dominar una especie adicional a la que ya tenía.
—¿Solo una?
—Seivel es un domador de orcas. Toda su vida está en el mar... pero estaba buscando una manera de dominar el plano terrestre, como una forma de controlar los tres planos.
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El Guardián de Erafall ©
FantasyXarnis, el futuro Guardián, se verá obligado a enfrentar un oscuro secreto con el fin de proteger Erafall. Mientras las brujas sigan anhelando venganza, el frágil equilibrio del mundo seguirá pendido de un hilo. *** En el mágico mundo de Erafall, do...