1x05: The Enemy

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Llegamos al medio de una de las calles de Ermet

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Llegamos al medio de una de las calles de Ermet. Todos los allí presentes nos observaron al aparecer de la nada y cotillearon, para nada disimuladamente, sobre nuestras identidades. Yo guié a Percyra hasta el mismo bar donde habíamos descansado al llegar a la ciudad y, al sentarme en la barra, coloqué sobre ella cinco monedas. El barman las recogió con gusto y se inclinó hacia mí.

—¿Qué puedo ofrecerle? —preguntó.

—Estoy buscando a un hombre llamado Aslyrion. Soy nuevo en la ciudad y, dado que tanto se habla de él por aquí, quisiera hacerle una pequeña visita —expliqué.

—No puedo asegurar que mi información es verídica, pues es algo que he escuchado de algunos de mis clientes —se justificó— pero, si de algo le sirve, puedo decirle que la persona que busca se encuentra en el edificio abandonado a las afueras de la muralla.

Agradecí al hombre y caminé con mi compañera, pensativo, de vuelta a las calles de la capital élfica. Alcé la mirada y noté la belleza del cielo. Me percaté, además, que las altas murallas que parecían ser el escudo que protegía la paz, irónicamente simbolizaban la línea entre el bien y el mal. Llegamos a la puerta y, una vez fuera de la ciudad, no nos quedó más remedio que bordear la muralla hasta hallar el escondite del opositor. A lo lejos pudimos percatarnos del edificio: totalmente demacrado a simple vista, con apenas resistencia para mantenerse en pie. Un hombre nos recibió al acercarnos y ordenó, gruñón, que no diéramos un paso más. Nos analizó de arriba a abajo con la mirada, manteniendo su distancia y evitando decir más de lo necesario.

—Vengo a hablar con tu líder. Agradecería mucho tu cooperación —anuncié.

—Lo máximo que puedo hacer por ti es enviarte a Xernion, el segundo al mando. El líder no quiere recibir visita alguna —rebatió el hombre.

—Verás, no soy de los que se conforman con las sobras. Mis asuntos son con Aslyrion, no con su lacayo.

—Señor, voy a tener que pedirle que se marche —me informó.

—En realidad que no quería hacer esto —confesé posando mi mano sobre mi katana pero, antes de poder desenvainarla, el hombre cayó inconsciente al suelo.

—Conjuro de Sueño Básico —informó Percyra, mirándome—. Opino que los porteros deberían mantener su protección mágica activa y no bajar la guardia —comentó, encogiéndose de hombros en un signo de indiferencia.

Nos acercamos con sigilo a la puerta y, al esperar que los vigilantes dejaran un espacio, nos escabullimos dentro del edificio y subimos por la escalera. Al llegar a la segunda planta, fuimos recibidos por un hombre de cabello rubio muy claro (recogido este en una coleta detrás de su cabeza), alto y aparentemente robusto, que nos esperaba de brazos cruzados frente a una desmejorada ventana. Sus ojos eran una mezcla de azul y verde; tan brillantes que parecían tener la intención de provocar miedo, a la par que irradiaban una fuerte rabia en todo su esplendor.

El Guardián de Erafall ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora