Miré por la ventana que daba al exterior, la mujer frente a mi se recargó en sus codos y me miró atentamente.
—¿Quieres evadirlo? —preguntó, mi vista volvió a ella— ¿Otra vez?
—No —hablé.
—¿Entonces?
Puse una mueca.
—Es Sandra, no la conoces.
—Deberías traerla un dia —negué seguidamente.
—No.
—Ella sabe de tus terapias.
—Si.
—¿Qué ocurre?
[...]
—Entonces —dije mirándolo, mi caminata era guiada por él. Otra vez nos habíamos topado en la parada de autobús—Solo me extrañabas para ganar dinero.
El comenzó a negar.
—No —habló pausando sus palabras, la caminata de la parada de autobús al umbral de la universidad le había robado todo él aire. Intenté no reír por ello. — Lo hago por ti. Por tu bien.
—¿Mi bien? —repetí alzando una ceja— Mi bien es no estar contigo.
—Pero ¿Qué dices? Si yo te hago feliz —negué con una sonrisa en el rostro.
—Sueñas —dejé salir una pequeña risa y el me saco la lengua— Infantil.
—No me quejaría de ello —solté un pequeño "¿qué?"— Eso, de soñar contigo.
—Idiota.
—Sandi —Aquella palabra me sacó de mí.
Frente a nosotros en una mesa vacía, únicamente habitada por ella estaba Sandra. Sandra a quién había evitado desde ayer cuando me preguntó si pasaba por mi, y pregunto si me esperaba. Quién no se merecía mi indiferencia y había sido el tema de mi cita con la psicóloga.
No huía por ella, si no por mi. Por miedo a que se haya molestado.
Sacudí mi cabeza y miré a Nail, tenía que actuar natural.
Ambos caminamos a centímetros de la chica.
—¿Sandi? —su nombre captó los ojos de ella, quién me miraba con algo diferente destellando— Ella tiene apodos pero ¿tu cita, no?
—Si te pongo un apodo corro el riesgo de terminar bajo tierra —una vez dijo eso saludo a Sandra con un beso en la mejilla y yo solo me senté delante de ellos.
El ambiente entre Sandra y yo no era exactamente tenso como creí que sería, más bien en el aire se sentía dudas, y sus ojos me lo confirmaran, quería decir algo y yo también, pero algo nos detenía.
—¿Ocurre algo? —Soltó Nail al notar que no habíamos soltado ni una palabra, ni un saludo.
—No —dije apenas formuló la pregunta. Sandra por su lado dejó de verme para mirar a Nail.
—¿Cómo les fue el viernes? —preguntó Sandra.
—Bien —dije más por la mirada que Nail tenía clavada en mi que por voluntad propia. Esta vez era una mirada pesada.
Tras ver que no dije nada más escuché su suspiro tal vez de frustración.
—Aquí tu gran amiga prefirió hacer sus trabajos en lugar de darme atención —soltó Nail— Pero mientras me mantenga no tendré de que quejarme.
—¿Mantenerte? ¿Yo? —Él asintió con una sonrisa y comenzó a buscar algo en su mochila, cuando él no me prestaba atención sentí otra mirada en mí, una cálida y abrasadora, la de Sandra.
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La última y nos vamos
Teen FictionEn Estados Unidos los cuerpos basados en estereotipos siguen estando presentes. Naya ha vivido en una familia mexicana, rodeada de la gran variedad de cuerpos, el suyo jamás fue un problema para ella pero si para el resto que no tardan en hacer burl...