—Describete en una palabra —Pidió Sandra quien revisaba sus apuntes de psicología a la vez que mantenía una pluma colgando de sus labios como si de un cigarro se tratase.
—¿Es una de esas preguntas trampas que haces desde que te conocí? —Cuestione alzando la mirada de mi teléfono a ella, me sonreía cómplice.
Le devolví la sonrisa pero negué lentamente.
—Claro que no —sacó la pluma de sus labios y fingió hacerse la ofendida— Soy tu amiga, solo me interesa saber como se encuentra la pequeña Nay.
—Ya te lo he dicho —solté un bufido— los comentarios de Max no me afectan, me importa más lo que piense de mi un tacho de basura que el.
—¿Acaso no son lo mismo? —Cuestionó divertida.
—Si, pero no se lo hagas saber. Se deprimirá de por vida —Reí un poco.
—¿A Max o al tacho de...? —dejo las palabras al aire cuando un chico se aproximó a nuestra mesa— Hola
Sandra no se hizo esperar con su sonrisa coqueta, el chico igual le dió una sonrisa pero menos llamativa.Era un chico casi como el resto en cuanto a mi primera impresión, era delgado y su piel se veía bastante limpia, no poseía algo verdaderamente extravagante, lo que lo diferenciaba del resto es que sus ojos no poseían diferentes tonos de azul, eran marrones, marrones brillantes y a la vez opacos.
Bienvenido al bello estado de Greenport donde los rubios y delgados cuerpos abundan.
—Hola, soy Nail, de segundo año —Se presentó. Sus ojos fueron dirigidos a mi pero una vez mi amiga volvió a hablar se centró en ella.
—Hola, soy Sandra de primero, estoy en el área de psicología y ella es mi mejor amiga; Naya. Es también de primero pero está en el área de letras —Como siempre Sandra fue la que continuó la conversación, era bastante social en especial cuando interactuaba por primera vez con alguien.
Mi vista vago a mi celular para después colocarme los audífonos que desde inicio del dia había olvidado en mi bolso. Me perdí en aquel aparato los minutos necesarios para que Sandra interactuara con el chico y yo no prestara atención alguna. No era ser grosera si no me incumbía pues el chico desde el inicio se dirigía a mi amiga. No me extrañaba; consecuencias de provenir de una familia mexicana y vivir en un pequeño pueblo cerca de New York.
La chica me pateó por debajo de la mesa y fue así cómo me deshice de mis audífonos y volvía a prestarle atención.
—¿Decías? —Mi vista pasó de ella al chico el cual seguía ahí y parecía juzgarme con la mirada ya que sus labios se balanceaban ligeramente.
—Voy a la tienda ¿Quieres algo? —Negué y me dedico una sonrisa de despedida.
Igual la despedí con el mismo gesto y espere que el chico fuera tras ella pero no fue así, permaneció del otro lado de la mesa e incluso tomó asiento.
—Hola, Naya ¿Cierto? —Lo examiné de arriba abajo para detenerme en sus ojos— Tienes una mirada intimidante.
—Gracias —Dije y pase de él. Hice un intento de ponerme los audífonos porque se quedó en eso, un intento ya que él volvió a hablar.
—¿Siempre eres así de descortés? —a pesar de que sus palabras podrían parecer agresivas tenía una sonrisa en el rostro dando a entender que no era su intención.
—No, solo cuando estoy de buenas —conteste y gire los ojos. Mi última acción hizo sonreír al chico, su acción me hizo fruncir el ceño.
—Me encanta tu humor, deberíamos casarnos —Él sonrió tras su comentario, comentario que me tomó desprevenida y me llevó a clavar una mirada asesina en él.
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La última y nos vamos
Teen FictionEn Estados Unidos los cuerpos basados en estereotipos siguen estando presentes. Naya ha vivido en una familia mexicana, rodeada de la gran variedad de cuerpos, el suyo jamás fue un problema para ella pero si para el resto que no tardan en hacer burl...