Fue una travesía conseguir vuelos a esa hora de la madrugada para ese mismo instante pero gracias al dinero de la madre de Nail logramos obtenerlos. Ya nos encontrábamos en el aeropuerto; en media hora abordaremos y yo me dedicaba a enviarle un mensaje de texto a mi madre para decirle que salía fuera y a mi psicóloga para informarle que no asistiría a la próxima consulta. No llevaba nada más que la misma ropa del concierto, no amaba aquello pero tampoco estaba dispuesta a dejar a Nail por algunos minutos. Por su parte, la madre de él si que se había regresado por un maleta de cambios tanto para ella como para su hijo y Sandra que siempre vivía en la camioneta encontró algunas prendas limpias en esta.
Miré el celular ansiosa en busca de una respuesta lo que era ridículo porque aún no había amanecido y mi mensaje no podía llevar ni siquiera un minuto después de ser enviado.
Nail seguía sin dar rastros algunos de vida fuera de su pulsación e irregular respiración.
—Tengo familia en Toronto —hablé dirigiéndome a la mujer— Podrían quedarse ahí. Ya gastó demasiado con los boletos como para buscar un hotel.
—Es lo mínimo que podía hacer —dijo un Nail dolido.
—Chris —pero su madre sonaba aún más dolida ante tales acusaciones.
—No entiendo qué haces aquí —dijo él.
—Chris, no me hagas decirlo —pidió.
—¿No?
La situación era bastante incómoda tanto para Sandra como para mí, la miré y ella ya me miraba. Me dedicó una mirada significativa antes de hablar.
—Irémos por un café ¿Quieren algo?
Desde la palabra "iremos" Nail clavo sus ojos en mí como a la espera de que me quedará con él, pero no podía. No pude. La realidad era que no me sentía apta para consolarlo como debía, yo también necesitaba pensar un poco. Y sobre todo algo de aire fresco.
Al final de cuentas seguía siendo una simple humana.
Me puse de pie y tras el silencio de ambos seguí a Sandra en silencio hasta la cafetería.
Ambas pedimos el café más barato que vimos para después sentarnos en una mesa cualquiera.
—Estos cafés valen casi mi colegiatura —intentó bromear para aligerar el ambiente. Le sonreí ligeramente agradecida.
—Deberías vender cafés en un aeropuerto entonces —dije sin ánimos.
—Si... —soltó en un tono tan diferente que me hizo saber que algo pasaba— ¿Cómo te sientes?
—No tienes porque preocuparte de mí —respondí y ahora yo la cuestione— ¿Ocurre algo?
Ella negó lentamente pero contrario a lo que su cabeza hacia la forma de hacerlo me hizo saber que si que ocurría algo.
—Sandi —pedí.
—No quiero agobiarte, ahora mismo estás pasando esto con Nail.
—¿Qué ocurre? —pregunté y tomé su manos. Sus ojos inquietos ahora descansaban en los míos y supe que iba a hablar.
—No seguiré el siguiente año.
—¿Qué?
—No cursaré un segundo año de psicología.
—¿Qué? —volví a cuestionar. No terminaba de entender todo.
—Un maestro se enteró de todo. Supo que me drogó y que soy una maldita alcohólica —hizo una pausa en donde ella tomó aire y yo intentaba asimilar por completo la información— Le ha dicho a todos los maestros de mi área y a algunos de otras. Todos concuerdan en que no estoy apta ni siquiera para un segundo año de psicología. En ninguna universidad.
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La última y nos vamos
Teen FictionEn Estados Unidos los cuerpos basados en estereotipos siguen estando presentes. Naya ha vivido en una familia mexicana, rodeada de la gran variedad de cuerpos, el suyo jamás fue un problema para ella pero si para el resto que no tardan en hacer burl...