CAP 16

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Mire de reojo a Nail quien había aparcado el auto frente a mi casa, eran las 5 de la mañana cuando por fin me disponía a aparecer, llevaba puesta una camisa que había encontrado en el armario de Nail pero debajo seguía con el mismo vestido. Eran las 5 de la mañana cuando por fin me disponía a aparecer en casa; no sabía cómo iban a reaccionar, era la primera pelea que habíamos tenido de manera masiva.

Me sentía ridícula, ahí frente a casa. Ridicula de huir y de aún no tener ánimos de volver.

Respiré hondo y me bajé del auto, sentí que mis sentimientos se arremolinaban sin cesar en alguna parte muy profunda de mi ser. Nunca había vivido algo así y no sabía cómo debía de actuar.

Camine a paso lento, cada que daba un paso sentía más lejana la puerta pero de igual forma logré llegar hasta ella, introduje la llave y giré el pomo. La puerta cedió sin fuerza absoluta. Cuando la puerta quedó completamente abierta volteé a mis espaldas; mis ganas de huir del lugar estaban presentes.

Nail estaba aún ahí. Se encontraba recargado en el cofre del carro mirando al piso. No me dejaría, ya me lo había dicho.

—¡Naya, cariño! —la voz de mi madre me hizo voltear al frente. Tenía su mandil de cocina y espátula en mano. Como si nunca me hubiera fugado, porque para ellos el tiempo siguió igual y aunque una parte de mi se sentía alegrada por ello otra sentía una punzada en el corazón de que nada haya cambiado.

Me abrazó estrujando cada pedazo de mí, y las ganas de llorar me inundaron por completo. En estos días fuera no había sentido estas ganas, pero hoy sí. En sus brazos mis lágrimas cesaron ante los brazos de mi madre.

—Ven, Cariño —me guió al sofá no sin antes cerrar la puerta que yo había dejado abierta.

—Mamá —dije entre sollozos, ella no replicó ni añadió más. Solo me abrazo. Recosté mi cabeza en su regreso y me acarició el cabello por unos cuantos minutos.

—Está bien, cariño —musitó ella— Galliard no lo decía enserio, él intenta protegerte. Hizo mal pero es humano.

Se escuchó un ruido proveniente del pasillo y al segundo después de este mismo salió Galliard.

Mis instintos me llevaron a sentarme y consecuente a ello alejarme unos centímetros de mi madre.

—Él hijo pródigo regresa a casa —dijo con una sonrisa de dientes. Luego se dejó caer en el sofá de delante.

Su forma de hablar, de actuar y de sonreír era tan irreconocible que me sorprendía que fuera el mismo Galliard con el que había pasado toda mi infancia. Ese no era mi Galliard. Lo habían cambiado y no supe cuando.

—Galliard. Pídele perdón a tu hermana —ordenó mi madre. Ella lucía furiosa y él se encontraba con un aire tranquilo y de superioridad desde que llegó.

—No, es lo que pienso de ella —sus ojos pasaron de mi madre a donde yo estaba. Se inclinó a verme— y ya va siendo hora de que se de cuenta de la realidad de las cosas.

—Galliard —otra vez mi madre— Pídele perdón a Naya.

—No —volvió a hablar— ¿Dónde está el rubio ese? ¿Te fuiste a meter a su casa? No me extraña que ya te haya venido a botar.

—Galliard, ya callate y discúlpate —el tono de mi madre era tan hostil como irreconocible.

—¿Por qué no habla tu hija? ¿Ya ni puede defenderse sola?

—Yo solo venia a cambiarme —solté con la poca voz que me quedaba. Mi madre me dedicó una mirada dolida y aún así no dijo nada.

Nadie dijo nada al respecto, los ojos de Galliard estaban clavados en mí con tanta ira en ellos que me costó demasiado seguir mi andar con esa mirada puesta en mi. Cuando por fin llegué a mi habitación estaba casi igual como la deje, busqué un cambio de ropa y fui a la ducha. No fue un baño tranquilo como tenía la esperanza que lo fuera; podía escuchar los gritos de mi madre y Galliard discutiendo sin parar y él como Aquiles se había unido al poco tiempo. Cuando salí de la ducha mi siguiente acción fue sacar una pequeña maleta donde metí prendas al azar y una vez ya cansada de las discusiones sobre mí salí.

La última y nos vamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora