CAP 15

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—Podemos ir a mi casa —sugirió Sanda— Mi madre no volverá en algunas muchas horas.

Olvide en qué momento Sandra se había unido a nosotros, Nail conducía su coche que aún con las ventanas lo que me mantenía con aire. Sandra estaba en la parte de atrás abrazandome y acariciando mi cabello.

Tras sus palabras Sandra soltó un suspiro pesado. Nail asintió. Yo sequé mis lágrimas y también asentí, me acomodé mejor en los brazos de Sandra e hice mi intento de poner mi mente en blanco.

Y creo que funcionó o tal vez me quedé dormida porque lo siguiente que logré recordar era a Sandra sacudiendo mi cuerpo, el auto se había detenido frente a una casa azul despintada que mantenía una fachada lúgubre. Hace mucho que no me pasaba por aquí.

—¿Aquí está? —preguntó Nail. Se giró a vernos, sus ojos apenas atraparon los míos cuando mi mirada se desvió a un punto cualquiera del auto.

—Si —musitó mi amiga— Aunque siempre podemos ir a un hotel o un albergue.

Rodeé los ojos sin ánimo y me deshice del abrazo de Sandra.

—Es tu casa —reñi.

Nail salió del auto y se desplazó a abrir la puerta del lado de Sandra. Ella salió y me tendió la mano para que siguiera sus pasos.

Sandra no podía evitar mirar esa casa con una gran mueca, no era información secreta que su relación con su madre era pésima y que por ende no le era de gran felicidad compartir algún espacio con ella o dónde estuvo ella.

Mis ojos se detenían en ella, esperando su siguiente acción podía ser volver al auto o caminar a su casa. Y Nail tenía sus ojos en mí, desde que el auto arrancó lo sabía, me miraba de reojo, nuestros ojos se encontraban o únicamente sentía dicha mirada.

—Basta —le espeté— Estoy bien.

Sandra dió los primeros pasos pero no se apartó de la conversación aún cuando no iban para ellas mis palabras, se detuvo delante de la puerta y soltó un suspiro de frustración.

—¿Quieres que hablemos psicológicamente de tu situación? —dijo Sandra, giró la manija y empujo la puerta— Nunca pone seguro —ahora hablaba de su madre— Así que siempre se puede llegar a aquí.

Su voz no era la más feliz pero igual se hizo aún lado para invitarnos a entrar.

La casa de su madre estaba sucia y tenía cosas por doquier, las maletas de Sandra estaban a lo lejos arrumbadas sobre un sofá, ella no era fan de vivir aquí, se la vivía en la calle, dormía en casas ajenas y rara vez pisaba este lugar.

Miré más allá, el pasillo que daba a su habitación daba indicios de que hace días había vuelto, y yo apenas me había enterado. Se armó un nudo en mi estomago cuando miré la mueca en el rostro de Sandra.

¿Cómo no me había dado cuenta antes?

—Sandi —le llame, Nail venía unos pasos atrás, ella se giró a verme, y sus ojos se encontraban realmente cristalinos.

Camine hacia ella, la intenté abrazar pero negó alejándose.

—Deja de evadir tus problemas con los de los demás —habló y cuando Nail nos alcanzó en el interior de la casa secó sus ojos y volvió a hablar— Dile algo, Nail.

—¿Yo? —pregunto a la defensiva, la puerta aún se encontraba abierta siendo nuestro único medio de iluminación— ¿Que has hecho?

Me miró alzando las cejas, intentaba hacerme reír y aunque era lo que más quería solo pude negar lentamente. Mi rostro tenía una gran mueca.

La última y nos vamos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora