Mi teléfono llevaba alrededor de una hora sonando. Era Nail.
No quería contestar; no estaba dispuesto a asimilar que ya se había arrepentido de sus palabras y ahora sí podía odiarme.
Y de la nada se detuvo. Ya no sonó más, pero aún así no me sentía aliviada.
Miré mi reflejo en la pantalla del celular. Lucía horrible. Tenía el maquillaje corrido y los párpados notablemente hinchados.
No, no me veía horrible. Me veía patética.
No tenía otra definición.
Encendí el televisor en un intento de disfrazar mi tristeza y soledad pero solo lo empeoro. Noticias trágicas y más trágicas. Operaciones que salieron mal y atentados fuera de la ciudad.
El televisor siguió cambiando de canal hasta que mis ojos se detuvieron en un canal de chismes y noticias. Mi rostro estaba ahí; estaba yo besando a Nail. Ni siquiera éramos famosos, pero ahí estabamos debido a nuestro beso.
En concierto.
Uno que tenía abarrotado el estadio.
Bueno al parecer si eran famosos y ahora solo podía odiarlos. Mi mente se quedó perdida en esa imagen aun cuando esta cambio y hablaron de otros acontecimiento en este mismo evento.
Los odio.
Los odio "The night"
Los odio programas de cotilleo.
Los odio espectadores.
Las odio cámaras que vieron nuestro primer beso.
Te odio sonrisa de Nail.
Y es que si Nail no sonriera tanto, tal vez...
Mi teléfono volvió a sonar pero esta vez no era él, era ella.
Contesté al instante.
—¿Dónde estás? —cuestionó.
—En casa —murmuré.
Se detuvo unos segundos. Ella lo sabía. Y no es que pretendiera ocultarle algo, eso sería imposible pero no estaba lista para hablar del tema.
—¿Estás bien? —su voz era pausada.
—No —dije sin poder contenerme más.
—¿Qué ocurre? —y esa pregunta fue capaz de traer de regreso mis lágrimas, intenté frenarlas pero no pude. Lo había hecho por algún tiempo pero no pude más— Nay, ¿Qué ocurre?
Me era imposible decirle, me era de verdad imposible. Así que lo único que salió de mi boca fue un muy débil "Nada" y claro que Sandra no creyó ni una letra de este.
—ANay, ¿Qué pasa? —su voz era más afable.
—Yo, Nail, Yo —no podía. De verdad no podía.
—¿Qué te hizo? —esta vez su voz cambió, era su tono de cada vez que solía defenderme.
Hace años que no escuchaba ese tono, porque hace años que no necesitaba sentirme protegida de esa manera.
—Yo —me rendí— No puedo.
—Nail me llamo —dijo dubitativa.
—¿Qué te dijo? —fue lo primero que salió de mi boca de forma coherente, ni siquiera lo había pensado cuando lo dije.
Podía tener la sensación de leer los pensamientos de Sandra aún a la distancia, no entendía nada y quería hacerlo porque no quería empeorar las cosas.
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La última y nos vamos
Teen FictionEn Estados Unidos los cuerpos basados en estereotipos siguen estando presentes. Naya ha vivido en una familia mexicana, rodeada de la gran variedad de cuerpos, el suyo jamás fue un problema para ella pero si para el resto que no tardan en hacer burl...