America Stratford vivió toda su vida entre guantes de seda y cócteles, pero cuando a los dieciséis años su padre aparece y la idea de pasar los últimos años de preparatoria con él en un pueblucho de Connecticut es puesta frente a ella, todo su mundo...
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CAPÍTULO NUEVE 🍁 demasiada información
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—Entonces esto es Hartford... —musité, girando sobre mis pies para ver la ciudad vecina.
Poco menos de media hora más tarde a que subiera por pura rebeldía y un poco de cobardía, debo aclarar, a un autobús por primera vez en mi vida, llegamos a la pequeña ciudad al norte de Stars Hollow. Estaba exactamente en el centro, rodeada de tiendas, restaurantes, una fuente de agua bonita y un cartel con la distribución del área casi como si supiera que estaba completamente perdida.
—¿Qué esperabas? ¿La torre Eiffel? —bufó Jess en su clásico tono cargado de ironía que lograba poner de malas hasta al mismísimo papa.
—La torre Eiffel está repleta de ratas, así que no, sin duda tampoco esperaba eso —aclaré, dispuesta a seguir la pelea sin fin que comenzamos en el depósito de Luke y que ocasionó mi impulso a huir.
Compartir un auricular, un par de canciones o un viaje armonioso no iba a hacer que mis sentimientos cambien. No cuando Jess me había dado donde más me dolía, en mi orgullo que siempre fue mi coraza.
Crucé los brazos sobre mi pecho, refugiándome en mis propios brazos del viento fresco de finales de invierno y lo miré con mi mejor cara de pocos amigos. Mas donde esperaba la misma actitud de su parte, solo hallé su perfil dibujado bajo las luces cual una perfecta silueta. Si vamos a ser honestos, Jess no podía ser considerado un cuerpo feo. Su alma implicaba otro asunto que discutir, pero nadie podía negar que fue uno de los afortunados de quien sea que nos haya creado.
—¿Qué? —preguntó, sacándome del trance.
Arrugué la nariz y analicé las tiendas que nos rodeaban esperando encontrar algo que esté a la altura de mis gustos, que para ser justos, decayeron tras mudarme a Stars Hollow y no por elección propia, sino porque no tuve opción de aceptar que debía conformarme con lo que tenía.
—Tengo hambre —respondí y recordé que no tenía que darle explicaciones a un traidor—. No te importa, no somos amigos. Adiós —añadí y comencé a rodear la fuerte en busca del centro comercial.
