America Stratford vivió toda su vida entre guantes de seda y cócteles, pero cuando a los dieciséis años su padre aparece y la idea de pasar los últimos años de preparatoria con él en un pueblucho de Connecticut es puesta frente a ella, todo su mundo...
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CAPÍTULO VEINTIDOS 🍁 El incondicional
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—Dios, ya no puedo más —Tallie fue la primera en rendirse. Cayó de las puntas de sus pies directo al suelo, desparramada sobre su estómago con los brazos y piernas abiertas igual a una estrella de mar.
Tuve que sacar fuerzas de lo más profundo de mi ser para no dejarme llevar por la escena y soltar la carcajada que burbujeaba dentro de mí y que amenazaba con ser escuchada en los cincuenta estados. Seguí en modo zen tal como lo pedía la capitana del equipo de porristas, enfocada en no perder el equilibrio y mantener mi vista en un punto en la pared.
Estar de vacaciones de verano, aunque sea el último día, no significaba nada para Janie. Todo lo contrario. La chica nos hizo regresar a los entrenamientos unas semanas antes de iniciar el último año, con la excusa de que íbamos a competir por un título en octubre, en el cual todo el pueblo esperaba que seamos las mejores (y por todo el pueblo nos referimos a la capitana misma y al director del instituto).
Fácilmente podía haber dicho que no, renunciar. Agitar los pompones y dar volteretas en el aire por muy divertido que sea, no era mi actividad favorita, tampoco algo que planeara seguir a futuro, pero tenía sus ventajas. Puntos extras para las mejores universidades, por ejemplo.
Así que ahí estábamos, en el estudio de nuestra querida vecina Patty, haciendo ballet o, en caso de Tallie, intentando hacerlo.
—¡Rachel! ¡Lo estás haciendo todo mal! —Nuestra capitana estaba de malas y ver caer a su equipo al suelo uno por uno lo empeoraba todo. Además del hecho que tres de sus chicas se graduaron en mayo y otro par abandonaron y tuvo que recibir nuevas personas. Como Tallie que solo lo hizo por mi insistencia y para estar cerca de Rafe su novio basquetbolista—. ¿Qué les sucede hoy? —La chica estaba roja, el color del diablo según los dibujos animados.
—Sucede que es nuestro último fin de semana de vacaciones, es domingo y son las siete de la mañana —replicó otra de nombre Willow rompiendo posición y creando un efecto dominó en el resto. Yo, por mi parte, seguía haciendo balance con un solo pie apreciando la escena como si fuera una de las películas de comedia que tanto me gustaban.
