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CAPÍTULO CATORCE🍁 En donde America odia los teléfonos móviles

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CAPÍTULO CATORCE
🍁 En donde America odia los teléfonos móviles

La teoría de que los robots dominaran el mundo futurista se hacía cada vez más real en mi cabeza

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La teoría de que los robots dominaran el mundo futurista se hacía cada vez más real en mi cabeza. Mi nuevo teléfono móvil, cortesía de una figura paterna dramática y paranoica, lo confirmaba. Y es que esa cosa insoportable (el móvil, no mi padre) parecía un sonajero en mi bolsillo, timbrando sin parar en una melodía ascendente irritante.

Lo saqué de mala gana y hundí el dedo rojo hasta que la pantalla se apagó por completo.

Exhalé, exagerada.

—No teléfonos celulares —señaló Luke hacia el cartel como si yo fuera no hubiera advertido semejante signo rojo de prohibido que decoraba la pared de su negocio.

Viré los ojos, cansada. De todas formas no estaba en mis planes responder. No cuando el karma se obsesionó conmigo y llamaba cada cinco minutos. Y por karma me refería a Mitch, por supuesto.

La situación fue la siguiente: Hacía poco más de una semana que se comportaba de una manera extraña, sospechosa. Me observaba con ojos entrecerrados y hacía demasiadas preguntas. Quería saber cada paso que daba, con quien lo daba y por qué lo daba. Él, yo y el universo sabíamos que Mitch no era esa clase de padre. Además, mi sexto sentido, con un poco de ayuda de la dichosa Kelly, me decía que de alguna forma, mi progenitor escuchó el chisme de la fiesta a la cual asistí, y contraje la borrachera de mi vida, cuando la madre de uno de los chicos se presentó a la madrugada en la clínica pidiendo un lavaje de estómago para su bebé adolescente.

Al principio fue motivo de pánico. Sin embargo, desistí. Pues de saber Mitch que estuve presente esa noche y que hice lo que hice, me encontraría cumpliendo la primera semana de cadena perpetua.

Lo que no fue mi caso.

—Suficiente para ustedes dos, tienen que ir a clase —dijo Luke, en su camino a la cocina.

—¿Dos? —pregunté desorientada.

Entonces mis ojos vieron a Jess parado del otro lado de la barra.

—Ah —asentí, apretando mis labios en una mueca.

Con Jess es un asunto nuevo todos los días.

Desde que dejamos de estar juntos las veinticuatro horas, algo cambió en él. Creo que llegó al límite y simplemente se dio por vencido. Lo notaba, además de extraño, más callado de lo que acostumbraba. Parecía como si mi presencia lo incomodara. No indagué en los motivos, tampoco hice preguntas, estaba comenzando a acostumbrarme a él fingiendo ser la víctima principal en nuestros conflictos. Por dicha razón, lo dejé ser y seguí el nuevo estilo de vida que apropie en donde él no estaba incluido. No porque yo lo quisiera así, sino porque sabía que nuestra «amistad» representaba un problema para él.

The reason | Jess MarianoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora