America Stratford vivió toda su vida entre guantes de seda y cócteles, pero cuando a los dieciséis años su padre aparece y la idea de pasar los últimos años de preparatoria con él en un pueblucho de Connecticut es puesta frente a ella, todo su mundo...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
CAPÍTULO ONCE 🍁 maldita primavera (2)
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Justo cuando creía que Jess estaba ahí para reconfortar mi ser mortificado, el muy idiota se deshizo de mí, apartándome lejos. No lo hizo por los brazos, de una manera delicada como lo haría un ser racional. Claro que no. Sino que mi querido amigo Jess lo hizo soltándose como si estuviera infestada, enterrando un dedo sobre mi sien y alejándome sin consideración.
¿Qué podía esperar?
Adiós calma.
Empujé su mano de un manotazo que sonó fuerte y junté las cejas por la carencia de sensibilidad.
—No si eres un ¡animal!
—¿Por qué gritas? —me miró el maldito enano.
—¡Tu...!
Miré sobre mi hombro, cerciorándome de que la causa de mis dilemas no estuviera cerca antes de empezar a hablar. Necesitaba un momento para procesar la situación, algo que sabía que tarde o temprano ocurriría, como la persona adulta que no era.
—Ven aquí —Me jaló hacia el interior repleto del comedor de Luke y luego fue empujándome escalera arriba. De ser otro muchacho el que me llevara directo a su departamento, ya hubiera pisado el freno y huido lejos como la especializada en huir que soy. Sin embargo, se trataba de Jess y por lo que sabía era un ser inofensivo—. Mi casa es tu casa... o la casa de Luke es tu casa —musitó y se tiró sobre un colchón en el suelo.
Me entretuve escaneando cada rincón. El departamento en sí era demasiado estrecho para dos personas. Aunque entendía que dos hombres podían soportar vivir en una jaula como los animales que son sin problemas.
Me dejé caer a su lado, desganada.
—La dichosa Kelly llegó hoy.
—¿La madrastra malvada?
Asentí.
—Y es muy bonita.
—¿No lo son todas las madrastras malvadas?
—Es que ella es demasiado bonita y luce inocente... odio que sea sencilla.
—Que tragedia...
—Y mi padre quiere que participe en las estupideces de este maldito pueblo.
