CAPÍTULO OCHO
🍁 el cielo sabe que soy miserableEl universo es generoso. Si, puede que mencione demasiado al «universo», pero es al único a quién puedo culpar, es más fácil. Tan generoso que es capaz de otorgar a ciertas personas —no a mí— un don que los convierte en seres especiales. Un claro ejemplo son los médiums, quienes tienen el poder de conectar con espíritus del más allá, o algo similar. Como sea, el asunto es que después de ellos, están los ordinarios, personas cuya vida es beneficiada con normalidad, puede que un poco de estabilidad y todas las palabras terminadas con «lidad». Por último, bien en el fondo junto al baño apestoso, estamos los de mi tipo. Los llamo «los malditos». Nacidos con una maldición que ataca en los momentos menos oportunos y en ocasiones de manera doble. Porque si, ese día fui atacada dos veces, la segunda cuando me encontraba en el mismísimo suelo, retorciéndome.
Si, puede que exagere en ocasiones, pero ¿Qué otra cosa puede hacer una chica de dieciséis años si no exagerar?
—¿America? —la voz insistente de Jess me sacó de mis pensamientos.
Cuatro pares de ojos me pinchaban por todas partes, esperando una respuesta que no sé porqué les interesaba. Bueno, quizás entendía a Ash, pero no a las dos chicas que seguían expectantes. Sentí la necesidad de clavarme las uñas o, en lo posible, salir corriendo de allí y enterrarme viva. No seguí ninguno de los escenarios que mi mente recomendaba, no porque no quisiera, sino porque no me podía mover. Vaya a saber la cara que tendría. Estaba avergonzada, con los ojos secos de no pestañear y las mejillas encendidas al rojo vivo.
Entonces, algo se encendió en mí. Lo poco que quedaba de la vieja America que le fastidiaba hasta su propia sombra. Esa chica, que ahora parecía una desconocida, me recordó que no conocía a ninguna de esas personas. Puede que un poco a Jess, pero ni siquiera. ¿Por qué debía importarme su opinión?, me hizo cuestionar. Mi nuevo lado sereno no dudó en replicar: Porque esta es tu nueva vida.
Sentí una mano en mi hombro. Giré el cuello y vi la mirada de comprensión de Ash, que al igual que el resto parecía esperar una respuesta. Me removí hasta que dejó caer la mano y me centré en Jess, sólo a él le debía una respuesta.
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The reason | Jess Mariano
FanfictionAmerica Stratford vivió toda su vida entre guantes de seda y cócteles, pero cuando a los dieciséis años su padre aparece y la idea de pasar los últimos años de preparatoria con él en un pueblucho de Connecticut es puesta frente a ella, todo su mundo...