Todo lo que se reproduce es la escena de una pequeña pero intrépida niña, risueña como cualquier otro infante y con una gran sonrisa que reflejaba la dulzura e inocencia que sólo un criatura así puede ofrecer, constantemente comparo a los niños con flores, necesitados de cariño, respeto y cuidados para crecer y ofrecerle al mundo la mejor de sus versiones.
ojalá así fuera para todos.
Bueno, volviendo al tema, aquella niña parecía disfrutar apasionadamente una de las escazas lluvias de verano que se posaba sobre el campo que ella y su familia habitaban; un rancho del que ellos dependían. La pequeña adoraba los momentos que el mundo le ofrecía, era un descanso, era paz, por unos momentos podía ser libre como los caballos que tanto ama, corría, saltaba, salpicaba y parecía nunca cansarse y ni si quiera la necesidad de obtener un respiro podía detenerla. En estos momentos era ella y el universo en completa en armonía y sincronía, todo lo malo se alejaba por esos bellos instantes...pero, como siempre para ella, lo bueno duraba poco.
Así fue como termino ese momento, con la voz de su problemático padre llamándola, no queriendo meterse en problemas abandonó su juego y con ello su libertad para dirigirse a su progenitor que la esperaba con el habitual seño fruncido, con los mismos gruñidos y las mismas palabras que calaban como sustancias radioactivas en la autoestima de la dulce niña. Sin pensarlo se encaminó más hacia su padre hasta solo quedar unos centímetros que la separaban.
-¡Vete a encerrar a las malditas cabras antes de que se enfermen!- dijo dándole un empujón que hizo que el pequeño cuerpecito se tambaleara en busca de equilibrio.
Obedeciendo se dirigió al campo que se encontraba al otro extremo del rancho, a su misión se le sumo Seimus, el perro de la familia y uno de los mejores amigos de nuestra chiquilla quien lo consideraba una de las pocas cosas buenas de su vida, terminó de recorrer el final del terreno, tomó su látigo y lo hizo sonar contra las rocas para que las cabras se pusieran en movimiento cosa que hizo que el can las guiara a los corrales.
Una vez la tarea estuvo terminada regreso a su casa, si es que podría llamarsele así, atravesó la mohosa puerta y la recibió el mismo olor a alcohol barato que su padre consumía, eso no significaba nada bueno. Mirando la escena chocó con la mesita de la modesta sala de estar haciendo caer una de las pocas fotografías de su fallecida madre, sintió el pánico instalarse en su pecho y las venas encargándose de regarlo por todo el cuerpo, pero más le afecto la tristeza de romper algo que pertenecía a su fallecida madre.
-¡¿Qué acaso no puedes ser más estúpida?! ¡mira lo que has hecho mocosa! -rugió sacándose el cinturón
Un rayo impactó e iluminó con gran poder los cielos lo que hizo que Alysa se levantara en una fracción de segundo. Preciso de mirar a su alrededor para convencerse de que solo había sido un sueño, un sueño que la ha atormentado toda su vida; le tomo unos segundos recobrar conciencia y darse cuenta que todo era producto de sus nefastos recuerdos, miro hacia la gran ventana del pent house y se dio cuenta de la gran tormenta que se desataba fuera, en Lifrindom era muy habitual ese clima, desvio su mirada en el reloj que estaba sobre la mesita de noche; las 4:57 marcaba.
Dándose cuenta de que no volvería a dormir por culpa de las pesadillas terminó por desenredarse de las costosas sabanas y se encaminó a su gran baño y cuando el sistema detectó su presencia activó las luces lo que le permitió observar su cansado reflejo, ojeras marcadas y ojos irritados, -nada que el maquillaje no arregle- pensó. Dándose una ducha de agua fría para activar su mente continuó preparandose para empezar el día, primero fue la base que esparció cuidadosamente con una brocha, siguió con el gel para cejas nada exagerado debido a los gustos de Alysa, escogió un tono durazno para los labios y selló el maquillaje con polvo para terminar con un ligero rubor, no era nada extravagante, pero tenía una reputación que mantener. Escogió un atuendo sencillo que constaba de una blusa camisera blanca, pantalones, saco y zapatos negros, se alboroto un poco el cabello para darle volumen y se consideró lista cuando se puso perfume. Decidiendo desayunar fuera, preparó su bolso con lo que consideraba necesario y recogió su teléfono del puerto de carga. Vio la hora en su celular, 5:58, el tiempo suficiente como para conducir a una cafetería antes de ir al trabajo. Salió de su casa y se dirigió al elevador en el que presionó el botón PB la música dentro de la cabina sonaba relajante, le tomó unos minutos llegar a la planta baja, donde el recepcionista, Carlo, quien también era su amigo la detuvo por un momento.
¿Madrugando? Aunque no es nada raro en ti -le regalo una sonrisa-
Alysa lo consideraba su único amigo y el más fiel, por no decir menos, pues el estuvo cuando el resto del mundo la abandonó.
La maldita tormenta no me dejo dormir -le devolvió el gesto de una manera cálida- pensaba desayunar fuera y para no llegar tarde a la oficina he salido temprano.
Suerte con hallar un local abierto -se despidió agitando la mano-
Alysa esbozó una pequeña sonrisa y salió del edificio, cliqueó el botón de la llave para quitarle el seguro al tesla, entró en él y salió del estacionamiento, afortunadamente no había tráfico pareciera que casi todo el mundo desistió de trabajar hoy, pero nuestra Alfa no era de ese tipo de personas a las que ella consideraba indolentes, siempre acostumbrada al arduo trabajo y a muy nulos descansos. Sólo así conseguí lo que tengo pensó. Afortunadamente le tomó menos de quince minutos hallar una cafetería no muy lejos de la empresa, se estacionó y bajó. El lugar era bastante agradable tenia que reconocerlo, con una estética de color café y crema, con luces tenues pero lo suficientemente brillantes para vencer a la oscuridad, el aroma a café y vainilla le llego a la nariz, ocupó una mesa junto a la ventana y ahí la esperaba un menú del cual ordenó un capuchino, un sándwich de cuatro quesos y una rebanada de pastel de frutos rojos. Esto era uno de esos momentos en los que conseguía una paz que no entendía y que creía que tampoco merecía, se sentía culpable por disfrutarlo. Pasaron unos minutos hasta que su pedido llegó y de inmediato le hizo un sorbo a la bebida, saboreando cada matiz.
De pronto sintió su teléfono vibrar en su bolsillo y lo sacó de este, vio un número extraño, pero poco le importó y respondió la llamada, no pudo ni hablar cuando una voz que le cayó como balde de agua fría resonó a través del teléfono...
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Si no me hubieran obligado a volver
Roman d'amourAlysa Fotiou una Alpha seria y centrada en los negocios que a su vez la separan de su trágica familia ¿pero que pasara cuando una emergencia la obligue a regresar a su lugar de origen? Ahí encuentra una omega que pondrá sus sentimientos y todo su mu...