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La mañana había llegado, los pájaros alegres cantaban revoloteando y nuestra omega fue despertada por una alfa hablando al teléfono algo sobre negocios y reuniones, cuando estuvo más consiente cayo en cuenta del fantástico olor que la rodeaba: lavanda y menta, que provenían directamente de la cama y la camiseta que usaba, jalo esta hacia su nariz y olfateo de cerca aquel maravilloso aroma que parecía tener todas sus cosas favoritas como la nieve, la lluvia, la miel, sus comidas y dulces favoritos y la sensación de las fiestas invernales; el hecho de estar envuelta en la fragancia la calentó de sobre manera <no precisamente de forma erótica> si no un calor que se instalaba en lo profundo de su pecho y que la reclamaba adhiriéndose a su piel como muestra de a quien estaba sujeta, sin darse cuenta se encontró rodando en el colchón buscando instintivamente quedarse en aquel Edén. No se dio cuenta cuando la pelinegra termino su conversación y se acerco a ella sentándose a su lado en la cama pero al abrir los ojos la encontró mirándola con admiración 

Alysa: Buenos días, lamento si te desperté con mi platica

La castaña aun con los ojos achinados y la voz ronca le dijo que no se preocupara, para la alfa era algo exquisito ver a esa mujer despertar con el cabello alborotado que tenía algunos hilos dorados que flotaban fuera, los ojos cristalinos por los bostezos, su piel tersa, labios un poco secos y su aroma mañanero: la dulce vainilla contrastando con el olor a madera, Alysa la definiria como un ser prístino, una criatura mágica de los mejores relatos de bosques que había escuchado, descendiente de Hestia por el aura cálida y poderosa a la vez que emanaba

Alysa: ¿Tienes hambre?

Aria: Un poco si

Alysa: Eloísa fue tan amable de dejarnos el desayuno, date prisa

La mayor dejo que su compañera se cambiara para el día y cuando estuvo lista se encaminaron hacia la cocina, donde Alysa sirvió huevos rancheros, wafles y jugo de naranja, el desayuno trajo consigo platicas casuales, risas y algunos roces, una vez terminaron decidieron dar un ultimo paseo juntas antes de que la pelinegra tuviera que irse, fueron hasta los establos en donde la alfa ensillo a ciberius y la yegua que había montado el domingo, la caminata al inicio fue tranquila pero Aria la arrastro lejos de los potreros hasta llegar a un pastizal, en este punto Alysa sospechaba a donde se dirigían pero Aria sin darle tiempo suficiente de pensar alentó al animal y comenzó a cabalgar acción que la contraria imito quien la siguió por detrás, la velocidad aumentaba tanto que parecían volar atravesando los aires, los latidos eran frenéticos y los gritos de satisfacción acompañaron al estruendo de las pisadas de los caballos, estos eran los momentos en los que se encerraban en su pequeño pero intrépido mundo, uno que le pertenecía a Aria y Alysa, el viento les azotaba la cara sin embargo no las detuvo, el calor las calentaba y la adrenalina hacia ardiente su interior. Minutos después llegaron al lago, bajaron y ataron a los caballos al gran sauce y tomaron rumbo hacia el pequeño mirador donde se sentaron y en silencio contemplaron el paisaje que tenían delante, alimentando su cariño y dejándolo crecer libre, Aria tomo la iniciativa de agarrar de la mano a su compañera sin dejar de mirar al frente, ambas sabían que su separación iba a ser difícil pero tratarían de sobrellevarlo, a la alfa le tentó pedirle que fuera a la ciudad con ella pero eso seria muy egoísta de su parte. Ahí se quedaron en el lenguaje del tacto ninguna sabia que decir y de todas maneras las palabras sobraban cuando traes un vinculo profundo con tu persona especial, solo se retiraron cuando el sol comenzaba a ponerse insoportable, pasaron el almuerzo junto a Eric y Eloísa para luego caminar de la mano a donde fuera, no era que importara el lugar si no pasarla juntas. Horas después vieron una camioneta entrar al rancho, el abuelo de la omega había llegado por ella y fue ese punto donde el mundo parecía pausarse, Alysa la acompaño una ultima vez a su habitación por su guitarra y cuando estaba a punto de subirse al vehículo la tomo y abrazo con fuerza prometiéndole Iré a verte cada que me sea posible, así sea que pasemos solo una hora y con eso Aria se separo solo para tener el espacio suficiente de darle un tierno beso en la comisura de la boca, dejándola con un sabor ligero a cereza culpa del labial que la castaña usaba, se miraron a los ojos por ultima vez hasta quien sabe cuanto tiempo y finalmente se fue. La pelinegra se quedo ahí unos momentos hasta que opto por preparar su maletas que una vez estuvieron hechas dejo en la mesita de noche el dinero más que suficiente para ayudar a su hermano con lo que faltara en el rancho, dejo su habitación y camino hasta su camioneta para subir su equipaje, se regreso a la casa donde encontró a Eric y Eloísa listos para darle la despedida, se acerco a ellos y su hermano fue el primero en abrazarla 

Eric: Trata de venir a visitarnos, gracias por todo lo que ayudaste aquí 

Alysa: Prometo que lo hare, cuídate y cuida a Eloísa ¿si?

Eric: Por supuesto

y con eso se separaron solo para ser abrazada por su cuñada 

Eloísa: Cuídate mucho y espero que sepas que aquí siempre tendrás un hogar para cuando decidas volver

Alysa: Muchas gracias lo tomare en cuenta, solo escríbanme ¿esta bien? 

Luego Alysa camino hacia su camioneta, donde se tomo unos segundos para pensar si irse o quedarse, al final decidió irse, arranco el motor y se marcho, todo el camino fue un amargo silencio y no evito sentirse sola, otra vez estaba sola y eso la hacía sentir mal y vacía, su habitual silencio la hizo rememorar todo lo que había vivido estas dos semanas que le cambiaron por completo la vida sin ninguna advertencia, volvió junto a su hermanito, vivió muchas cosas en el rancho junto a los animales y la naturaleza, encontró y conoció a su destinada: una dulce omega que era capaz de arrebatarle todas sus fuerzas haciendo que cedería ante ella...como iba a extrañar lo nuevo que hallo aquí. La vista sombría de la carretera le trajo esos sentimientos negativos que conocía tan bien, otra vez tendría que lidiar con su cotidianidad de tristeza y su mar de ansiedad, no evito que algunas lagrimas cayeran y de repente el llanto incontrolable, tuvo que parar a un lado de la carretera para calmarse, se apoyo contra el volante y ahí lloro, lloro y lloro sabiendo que volvía a enfrentarse a la amarga vida que tenía en esa ciudad, estaba consiente de las cosas que le pasaban por la mente durante estas crisis, tuvo que tomar grandes respiraciones para no caer en aquellas tentaciones que le ofrecían alivio y después de un rato volvió a la carretera esta vez con la mente en blanco y el cuerpo en automático, casi no se dio cuenta de cuando estaba entrando al estacionamiento de su edificio hasta que un auto le toco fuertemente la bocina avisándole de la corta distancia a la que estaban, rápidamente retrocedió y le dio paso al coche, estaciono y se bajo decidiendo que mañana se encargaría de las maletas, entro al edificio, luego al elevador y por fin estuvo en su departamento para dormir

Si no me hubieran obligado a volverDonde viven las historias. Descúbrelo ahora