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El palacio estaba más alborotado de lo normal, Rastha asomó su cabeza para ver un poco lo que ocurría, en los pasillos solo veía a los sirvientes llevar varias cosas a una habitación, la joven no entendía que sucedía así que salió de ahí para investigar. Caminó solo un poco para llegar a la habitación que, por el ruido del interior, había una persona ahí.

—¿Será un amigo de su majestad?— La concubina sonrió ampliamente, no veía a la emperatriz, sería la primera persona en saludar al nuevo huésped del castillo, eso haría que ganará mérito con el emperador. Sin pensarlo dos veces arregló su cabello y su vestido y tocó la puerta delicadamente, cuando está se abrió. Rastha se quedó mirando al apuesto joven que estaba ahí.

....

Cuando llegó al castillo, todos los sirvientes recibieron al emperador y a él con respeto, el rubio aún estaba conmocionado por lo que acaba de pasar, Sovieshu tomó su brazo para guiarlo hasta sus aposentos.

—No trajiste nada, asi que ordené que pusieran todo lo necesario para tu comodidad, por favor, ponte cómodo yo iré a trabajar y vendré a verte antes del anochecer— Sovieshu sabía que Darién seguía afectado, lo mejor era dejarlo solo, que tomará un baño y se relajara. El emperador tomó su mano, Darién lo miró a los ojos, por unos segundos, Sovieshu obsevó la profundidad de estos, era del color de un safiro, brillaban como dos gemas, hermosos.
El emperador sonrió para él y lo dejo acomodarse.

Una vez estuvo solo, se levantó de la cama para caminar por toda la habitación, era más grande que la de antes, las paredes tenían aquellos detalles elegantes, incluso el clóset era muy grande. Al entrar al baño, lo primero que hizo fue pasar sus manos por las hojas de la flor que estaba cerca de la bañera, todo era demasiado para él, no estaba acostumbrado a eso.

—Así, es como viven los ricos— Suspiró pesadamente, se quitó la ropa y entro al agua, la frescura de la bañera le venía bien, sumergirse cada vez que los malos pensamientos venían y salir de nuevo cuando sentía que su respiración se agotaba.

No quería preocupar al emperador, después de todo, el había sido su salvación, se colocó las ropas que estaba en el closet, demasiado elegantes para él, arregló su cabello y se quedó ahí hasta que escuchó la puerta, una sonrisa se dibujó en su rostro, lo primero que pensó, era que Sovieshu estaba ahí, pero al abrir la puerta lo que vio fue a una joven de cabellos blancos y muy bella.

¿Quién es?— pensó, por sus ropas sabía que era una dama del palacio, era muy hermosa, a simple vista, se veía como un ángel.

—Hola, mucho gusto, sea bienvenido — Darién asintió moviendo su cabeza, no sabía que decir, imaginó que no era la emperatriz, pues esta debería tener damas de compañía y esa mujer estaba sola.  —Mi nombre es Rastha, soy la concubina de su majestad, ¿Puedo pasar?

—con... ¿Concubina?— los labios de Darién hicieron un pequeño movimiento y sus ojos se relajaron haciendo que se vieran más pequeños, sintió un pequeño dolor en el pecho, tal vez, era decepción, claro el hombre que lo había ayudado, tenía una amante. Eso estaba mal, por eso se sentía así ¿Verdad? No era algo más, ¿O sí?

Darién se hizo a un lado indicándole que pasara, Rastha tenía una emoción notoria, pues vagaba por la habitación mientras el solo podía observarla.

—¿Eres familiar de su majestad? Casi no hay visitas por aquí. ¡Ah, que lindo!  ¿Cómo te llamas?

—Darién... Y, yo trabajaré aquí, solo eso— Rastha se mostró confundida, esa no era el ala de los empleados. —soy un amigo de su alteza.

—Es un bonito nombre. Espero que te sientas cómodo, mi habitación está a unos pasos de aquí, si necesitas algo, puedes decirme. Ah, por ahora solo puedo decirte, que tengas cuidado con la emperatriz — Darién miró a Rastha mostrando interés por lo que iba a decir se la emperatriz, iba a tratar con ella en algún momento, tenía que saber cómo era ella y Rastha no iba a desaprovechar la oportunidad de ayudar a alguien. —Ella se enoja fácilmente, cualquier cosa que hagas le parecerá una falta de respeto,  ten mucho cuidado, dicen que es como un hielo. ¡Bueno, nos vemos!— Rastha salió de la habitación, una vez estuvo fuera borró su sonrisa. —¿Qué hace un simple empleado en esta ala?

Darién miró la habitación vacía de nuevo, no tenía planeado salir, seguramente se perdería, la puerta sonó de nuevo, está vez quien estaba fuera era una mujer rubia y ojos verdes, las damas de compañía estaban detrás de ella, sin duda, tenía una presencia muy poderosa con el simple hecho de caminar hasta el interior del lugar.

—¿Usted es Darién?— incluso su voz sonaba muy firme.

—Soy yo, un gusto... Conocerla... Ah, señora.— Se notaba que estaba nervioso, Navier solo escaneó de arriba a bajo a esta nueva persona, si era alguien normal, un trabajador más, nadie especial.

—Soy la emperatriz Navier, estoy aquí para darte las indicaciones de tu trabajo— una de las damas le entregó un sobre. —Ahí está todo lo que necesitas saber, pórtate bien y cumple, entonces no tendrás problemas aquí.— Navier se dió la vuelta y Darién solo pudo hacer una reverencia.

—Gracias su majestad, ha sido un honor, conocerla.— antes de salir completamente, Navier se giro para verlo.

—Bienvenido— dijo y se retiró.

Darién tomó esas hojas y comenzó a leer cada una de las indicaciones, en unas horas tuvo aprendido lo principal.

—Resguardar los aposentos reales, que  todo esté en orden y asegurarse de la comodidad del emperador— Sonrió un poco, no parecía ser un trabajo difícil, iniciaría esa noche y no estaría solo, los guardias estarían con él hasta que pudiera ir a dormir.

En el par de horas que faltaba para ese momento, Darién no pudo evitar caminar solo un poco en los alrededores de la habitación, se detenía para admirar algunas pinturas de los ancestros reales, le sorprendía también la cantidad de pinturas en un solo pasillo.

Avanzó un poco más llegando a lo que parecía ser un salón de música, había un piano ahí, se acercó a este, abrió la tapa y pasó sus dedos sin presionar las teclas de este, su rostro tenía una sonrisa, ese instrumento, sabía tocarlo gracias a su madre.
No podía, pero cuando se dió cuenta ya estaba sentado frente a él, sus dedos se movieron y empezaron a tocar la única canción que se sabía sin mirar partituras.

Sovieshu había dejado el trabajo se ese día terminado, la verdad era que tenía prisa por ir a verlo. Se preocupó cuando vio la puerta de la habitación abierta y el interior vacío, más el sonido del piano que llegó a él, se sentía como si le dijera que fuera hasta ahí.

Sus pasos fueron largos pero delicados, al entrar a la sala de música lo primero que vio fue la espalda pequeña de Darién, sus manos se movía presionando el teclado y de esto salía ese sonido, con cuidado se acercó a él, Darién sintió su presencia, al verlo solo sonrió y continúo, el emperador tomó asiento a su lado una vez los dedos del rubio se separaron del teclado.

—Hola— dijo Darién.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Sovieshu.

—Mejor que antes... Mucho mejor ahora— Sovieshu extendió su mano hacia los mechones rubios que caían en su frente para colocarlo detrás de su oreja, Darién no despegaba su mirada de la suya, era un momento, de solo ellos dos.

—No pensé que supieras tocar el piano.— Darién rió levemente.

—Es la única melodía que sé, y es porque solo se repiten las mismas notas una y otra vez.— Suspiró mientas se recargaba en el hombro se Sovieshu. —Mi madre en enseñó, la oía todo el tiempo que ella la tocaba.

—Darién— llamó Sovieshu.

—¿Mmh?— Darién levantó su vista hacia el emperador.

—Solo... No quiero que recuerdes cosas tristes.

—Eso es imposible, los recuerdos siempre vienen cuando menos lo espero, pero, ahora... No estoy triste, creo que, me siento aliviado...— Darién tomó las manos de Sovieshu. —Su majestad... Grácias, por ayudarme.— Sovieshu Sonrió y extendió sus brazos para recibir al más pequeño en ellos.

Las mujeres que antes habían escuchado el sonido del piano miraban tal escena, Navier solo quería pedir silencio al igual que las demás de compañía, Rastha quería ver a la persona que tocaba, creía que era muy hermosa melodía, pero ambas miraron ese momento, el emperador no se veía así de amable y confíado desde hace tiempo, Navier sintió un deja vú, Rastha seguía sorprendida, Sovieshu actuaba, como un hermano mayor antes los ojos femeninos.

Navier miró a sus damas e indico que debían irse, Rastha al ver que la emperatriz se iba hizo lo mismo, no quería hacer enojar al emperador.

Emperador I Love. Sovieshu (Boys  Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora