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No cualquiera podía ser el encargado de los aposentos reales, no solo había cosas valiosas ahí, la vida del emperador dependía de una buena seguridad mientras él dormía, si alguien entraba el emperatriz debía estar seguro, era por eso que; la emperatriz Navier tenía que asegurarse de que ese joven era de fiar. El gran amigo de su hermano le entregó el sobre con toda la información que había logrado recolectar, Navier obsevó la fotografía de Darién, se veía bastante normal para ella.

—Darién Fahir, hijo de Nazü Fahir el dueño de una cantina— leyó las primeras palabras, no era muy fan de ese tipo de lugares por eso puso una mueca de desagrado. —Su madre falleció cuando era un niño, tiene una hermana menor, edad... 20-23 años.
No hay mucho aquí, no parece ser peligroso, es solo un joven normal.

Había pensado demasiado pero ese era su trabajo, asegurarse de que quienes entraban eran buenas personas, lo suficiente para vivir en el palacio, claro que algunas personas no eran elegidas por ella y por eso Rastha seguía viviendo ahí.
Después de leer todo se levantó de su asiento para poder descansar, fue al jardín en su lugar favorito pero justo en el camino, la mujer de cabellos blancos estaba delante suyo.

Rastha miraba a la emperatriz cómo cualquier persona lo haría, con más miedo que respeto y no era de extrañarse, Navier era una mujer imponente, Rastha tragó un poco de su saliva y se acercó a ella.

—Emperatriz felicidades— dijo con una sonrisa grande y falsa a la cual Navier respondió levantando una de sus cejas. —El emperador ahora pasa más noches con usted, ¡Es una alegría!— Navier apretó su mano y sus damas no tardaron en hacer notorio su enojo  antes las palabras de la concubina. —hace poco estaba enojada con su majestad por culpa de Rastha, es por eso que, Rastha se siente aliviada de que el emperador pase más tiempo con usted.

—¡Insolente!— Navier detuvo la manos de la señorita.

—Cierto— dijo Navier, no sabía si Sovieshu le habla dicho que ahora pasaba las noches con ella o si Rastha lo había asumido, pero no estaba de más seguirle el juego. —Ha estado conmigo.

—Solo espero que no vuelva a dejarla mucho tiempo sola por estar conmigo de nuevo.

—Ha sido más de una semana cierto, el emperador no te ha visitado...— Navier suspiró. — No te preocupes, le diré que envíe algo para que no te aburras. — Navier se alejó de ahí, claramente Sovieshu no pasaba las noches con ella y tampoco con Rastha, ahora estaba más concentrado en ese chico y también dormía más tiempo cuando no salía del palacio, lo sabía porque los trabajadores se lo había informado, estaba mejor así, era como antes o algo parecido a como solía ser.

...

Sovieshu caminaba por las calles del mercado, era de día y no le importaba que algunas personas lo reconocieran,  solo le importaba encontrar a ese joven, la cantina no era su casa, según los vendedores, la familla Fahir tenía una pequeña casa un poco más lejos de donde trabajaban, luego de tocar varias veces la puerta se abrió dejando ver al rubio. Sovieshu colocó una sonrisa amplia y sin dudar se adentró un poco en esa casa.

—¡Darién!

La cerámica del suelo había desaparecido, Darién había limpiado todo y ahora estaba sentado en la esquina de su casa mirando el vacío mientras la puerta sonaba.

—largo....— susurraba pensando que quien tocaba era uno de esos viejos detrás de su “hermana” pero la voz que venía del otro lado no era la de ellos, se levantó al escuchar su nombre con la voz de Sovieshu,  giró la perilla y ahí estaba el emperador y  detrás de este dos guardias que seguramente cuidaban que no le hicieran daño.

—¡Darién!— Sovieshu se movió un poco para entrar pero Darién fue más rápido, Sovieshu solo pudo dar un par de pasos hacia atrás al sentir la fuerza con la que el rubio se lanzaba hasta su pecho, los guardias se movieron pero Sovieshu los detuvo con un movimiento de su mano indicando que no tenía problema con ese abrazo.
Las manos de Sovieshu se movieron dudosas pero luego de estar en el aire, finalmente rodearon el cuerpo del menor. —Darién, ¿Qué ocurre? ¿Por qué lloras?— Sovieshu miró los ojos hinchados, la mano vendada y sobre las vendas manchas de sangre reciente.

—Solo, un accidente con la vajilla. Ah, majestad— cambio de repente su trato al notar la mirada de los guardias sobre él. —Discúlpame, ¿En qué puedo ayudarle majestad?

—primero, dejándome pasar— dijo el emperador con una sonrisa.

—¡Ah! Si. Claro.... adelante y disculpe que no todo este en orden.— la casa de Darién era pequeña como las de los demás pueblerinos, estaba un poco más abajo que las se los nobles, había varias pinturas de una sola mujer en las paredes, por la apariencia física, supo que era la madre del rubio.
Ambos tomaron asiento  en el sofá, Sovieshu miró solo un poco más alrededor y finalmente habló.

—Ven conmigo, ven a vivir al palacio— demasiado directo para el rubio.

—¡¿Qué?!— tenía razón con sorprenderse ante aquella propuesta repentina, ¿Vivir en el palacio? ¿Haciendo qué? Había deseado salir se su casa y no esperaba que Sovieshu sería quien lo sacaría de ella, estaba feliz y a la vez confundido.

—Las cosas con tu padre no están bien, pude notarlo, por eso, no quiero que estés más aquí, se que apenas me conoces y apenas te conozco, solo sé que, quiero ayudarte.

—¿Ayudarle con qué?— dijo el señor Nazü mientras cerraba la puerta. —¿Quién es usted y qué hace con mi hijo?

Emperador I Love. Sovieshu (Boys  Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora