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Las calles del pueblo no habían cambiado, siempre las mismas personas, todo era igual. No importaba cuando tiempo tardara en caminar de nuevo por todas esas personas, para Darién, aquello era algo que no tenía chiste para él, en los últimos años de su vida se repetía lo mismo una y otra vez.

-Mi vida es tan miserable...- susurró después de patear una piedra la cual fue rodando por todo el camino debido a que la seguía empujando hasta que finalmente, la piedra topó en el puesto de las manzanas. El hombre robusto sonrió al verlo frente a su puesto dejando ver esos dientes amarillos a causa de la pipa, Darién suspiró con pesadez y finalmente se terminó de acercar, no le gustaba detectar el aroma del tabaco, lo detestaba y ese hombre estaba repleto de ese olor.

-¡Buenos días Darién!- saludó el vendedor. -Hace muchos días que no venías, dime ¿Cómo está tú hermana? Escuché que ha enfermado de nuevo pero siempre tiene energías para bailar, es una joven muy responsable- Su padre había hecho creer a todos que tenía una segunda hija, pero tal hija no existía, era el usando magia para cambiar su aspecto. -la pequeña es tan hermosa como su madre, está en edad de casarse, espero estar entre los mejores candidatos.- Darién dejó de colocar las manzanas en la cesta que llevaba para verle, su boca se movió para formar una curva, una completa sonrisa falsa.

-Eso depende de mi padre señor, pero sepa que no cualquiera merece la mano de mi hermana.- colocó el dinero frente al hombre. -Gracias por las manzanas

-Si, vuelve cuando gustes y saluda a tu padre por mí.- Darién se dió la vuelta y caminó hasta su hogar.

-Viejo asqueroso- dijo una vez estuvo alejado de ese puesto.

Al abrir la puerta de su hogar el aroma del café recién hecho llegó a su nariz, caminó un poco más para adentrarse a la cocina donde su padre estaba sirviéndose una taza de esta bebida, Darién colocó la cesta de manzanas en la mesa y luego tomó una taza también.

-No me avisaste que irías al mercado- finalmente su padre habló.

-Sabe que siempre voy por manzanas una vez estas se terminan, no me pasa nada de camino, solo el mismo vendedor. De nuevo, quiere la mano de mi hermana inexistente. ¿Has pensado que decirles a todos los que dicen lo mismo?- el hombre mayor dió un sorbo del café antes de hablar.

-¿Quién era el hombre de anoche?- Darién suspiró de nuevo, no tenía una respuesta, solo una pregunta más, no tenía que responder si su padre no lo hacía, solo bebió su café, su padre al notar esto volvió a hablar. -¿Recuerdas lo que le pasó a tu madre?- el mayor cuestionó mientras miraba hacia la pintura de la mujer rubia y ojos azules. - ¿Recuerdas lo que te dije cuando la enterramos?- Darién nunca pudo superar ese día, cada que el tema salía las cosas salían mal entre su padre y él, el rubio apretó la taza hasta que la oreja de esta se rompió y como consecuencia la taza cayó al suelo haciendo un gran sonido, los pedazos de la cerámica vieja cortaron un poco sus dedos haciendo que este sangrara, el mayor obsevó cómo las manos de su hijo temblaba y se empezaban a teñir de un rojo carmesí, por sus mejillas resbalaban lágrimas y sus ojos azules ahora tenían una mirada vacía. -¿Me odias ahora?- una vez más ese hombre al que llamaba padre lo cuestionó, Darién paso su manos por su ropa manchando está del color de su sangre.

-Mi mamá... Murió por tu culpa.- Darién observó como su padre se acercaba a él, las manos ásperas tomaron su barbilla para levantarla un poco, los ojos oscuros de su padre lo miraban como a través de ellos quisiera absorber su alma. -Tú... ¡Tú mataste a mi madre!- El movimiento del señor Nazü fue demasiado rápido, Darién solo había podido ver cómo se su mano se acerca a a él y poco después sintió su mejilla arder y se vio a él en el suelo sobre esos pedazos de cerámica rotos, nuevamente, lo había golpeado.

-¡Fue su culpa! ¡Fue solo su culpa! Yo...- Nazü tomó de las ropas a Darién levantado su cuerpo y topandolo contra la pared sin dejarse de ser violento. -Yo amé a tu madre como ningún otro hombre puede amar... ¿Y cómo me lo pagó? Teniendo un hijo con otro hombre... Un hijo que pudo ser mío. Perdí a la mujer que amaba ese día y a mi hijo también- Nazü pasó sus manos por el cuello de Darién, pensó en estrangularlo pero en lugar de eso lo aventó al suelo nuevamente. -Saldré, limpia eso y prepara todo para la noche.- una vez escuchó el portazo de la puerta Darién se puso de pie como pudo, buscó un par de vendas y cubrió la herida de su mano, antes de limpiar se sentó en las escaleras escondiendo su rostro en sus rodillas, por unos minutos creyó sentir más caricias de su madre pero no estaba ella ahí.

-Alguien... Ayúdeme...

....

Navier cerraba sus ojos y su entre ceja estaba fruncido, no podía siquiera mover el cubierto de su plato hasta su boca por el molesto sonido que el emperador llevaba haciendo al golpear los dedos contra la mesa, ya habían pasado dos días y seguía con esa misma actitud extraña, sabía que no había visitado a su amante y eso le alegraba internamente pero Sovieshu siempre estaba en su mundo, no le prestaría atención de no ser porque este comenzaba a ser molesto cada que se veían en el comedor hacía lo mismo.

-¡Emperador!- Navier llamó por tercera vez hasta que Sovieshu levantó su mirada y notó el enojo en su esposa. -Por favor, deje de hacer ese sonido y dígame de una vez que es lo que le molesta. Está actuando extraño desde su visita al pueblo- Sovieshu miró apenado a Navier y a los sirvientes, aclaro su garganta un poco antes de hablar.

-Lo siento, es solo que no dejo de pensar en una persona que conocí, me pareció entender que su jefe abusa de él, me refiero a laboralmente.- estaba siendo sincero, en su mente se repetía una y otra vez la manera en la que Nazü se había llevado a Darién, era en lo único que pensaba desde ese entonces. En cambio Navier, no podía creer que su esposo el emperador tuviera esa preocupación por alguien que solo había visto una vez más, ¿Acaso era una mujer? ¿Iba a traer a otra?

-esas cosas siempre suceden, seguramente era una esclava. Pero majestad, no puede ser el héroe de todas las esclavas o traerlas a todas a vivir aquí, con una es suficiente.

-Es un joven- dijo Sovieshu al notar que la posible molestia de Navier era a causa de Rastha.
Navier miró a su esposo, sentía un poco de pena, pero no iba a demostrarlo. -Fue muy amable conmigo y me molestó la manera en la que lo trataron

-Si le molesta tanto, el chambelán de los aposentos reales renunció, necesitará uno nuevo- Sovieshu se sorprendió por las palabras de Navier, ella solo quería compensar su mal entendido, si era un joven estaba bien que el emperador lo ayudara, se sentía mejor al saber que no era una posible amante nueva y de cierta manera, ese chico y su situación eran la razón por la que Sovieshu no había visitado a Rastha, le agradecida.

Navier se retiró y Sovieshu sonrió, era verdad, si quería ayudarlo, podría hacerlo llevándolo al palacio.

Emperador I Love. Sovieshu (Boys  Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora