16

1.5K 208 16
                                    

—¿Qué hacemos en el pueblo Darién?— Rashta preguntó al rubio. Estaba por anochecer, el rubio la había convencido de ir al pueblo a resolver un asunto, la chica de cabellos blancos lo había seguido hasta la academia de magia ¿Por qué Darién querría ir a ese lugar? Rashta no terminaba de comprenderlo.

—No es para nada malo, la verdad es que tengo una sospecha, pero no quiero solo suponer cosas, así que, necesito recupera mi maná rápido, y el gran mago puede ayudarme, no puedo solo esperar  a que regrese a su ritmo natural.

—Pero nuevamente podrían atacarte.— Darién asintió, sabía que podían volver a hacer eso, pero ya estaba en la puerta de la academia no iba a irse después de haber caminado.

—Si, eso busco... Y si ocurre y la perdona de la que sospecho esta ahí nuevamente, entonces le diré al emperador.— dicho eso dió un par de golpes leves a la puerta esperando a que los recibieran. —Se que no puedo hacer mucho, pero quiero ayudar a su majestad, regresarle un poco de lo que el ha hecho por mi. ¿Lo entiendes Rashta?— la chica asintió con un leve movimiento de su cabeza.
La puerta se abrió dejando ver a uno de los tantos estudiantes y después de una explicación terminó siendo guiado por este a través de los pasillos de la academia, en cuestión de minutos llegaron a un salón, el joven tocó la puerta escuchando la voz del mago venir del otro lado dando su autorización para que pasara. La puerta rechino un poco debido al tiempo que está se mantuvo, Darién observó el lugar lleno de libros y velas, en una de las sillas el mago lo veía entrar junto a Rashta.

—Gran mago...— Saludó de manera cordial.

—Bienvenido.  Me informaron a qué venías, normales hay turnos para eso, pero por tratarse del amigo del emperador podré hacer algo por ti, también, tu maná no es mucho. ¿No buscaste aumentar tu magia alguna vez?

—No, solo... La usaba para trabajar. Mi madre, era un mago espía.— el mago sonrió  levemente.

—Un mago especialista en cambiar su apariencia, el camuflaje y hechizos de espionaje... Por tu apariencia, puedo imaginar quien era tu madre.
No haré el tema más largo, te ayudaré con el maná que te hace falta, pero me gustaría que pensaras en estudiar, serías de gran ayuda, un mago espía es muy poco común, contándote a ti, solo hay 5 en este reino, si estudias podrías ser un excelente mago en meses, y si sigues serías muy hábil.

—Gracias, pero no está en mis planes. Solo quiero recuperar mi  fuerza. Pero lo pensaré.

El mago entendió la decisión del rubio, no iba a presionarlo para hacer que se quedará en la academia.
Como había prometido, restauró el maná  que le hacía falta y después de despedirlos revisó el anuario de las antiguas generaciones, sonrió al ver a los graduados de cierta época, toda jóvenes junto a su maestra, una mujer rubia y de ojos azules, el parecido era evidente, imposible de ocultar.

—Tu hijo es como una versión joven de ti, mi querida Amelia. Tu recuerdo siempre me ha seguido... Ahora sé cuá es la razón, este era el momento, solo debía esperar a que nuestro hijo se mostrará delante de mi.

Rashta parecía emocionada, Darién también, aunque la chica pensaba más en más cosas maravillosas que veía en el pueblo, el rubio pensaba en cómo corroborar sus sospechas, no debía ser muy obvio, tenía que ser cuidadoso, más si se enfrentaba a un mago capaz de hurtar el maná ajeno.

—Su mirada sigue en mi, era tan oscura. Ese hombre, debe ser quien lo hizo.— pensó mientras en su mente se repetía una y otra vez la mirada fría del principe Heinrey.

—¿Darién?— la voz masculina lo sacó de sus pensamientos, Rastha se escondió detrás de él al ver al hombre robusto ir hasta él.

—el vendedor de las manzanas...— susurró.

—¡Si eres tú! ¿Están de regreso? Tu padre dijo que se irían a otro reino los tres, ¡Que alegría! ¿Dónde está Nazü? Debemos tomar un trago para celebrar su regreso... ¿Qué sucede?— la emoción y la alegría del mayor se convirtió en duda al ver la expresión del rubio.

—¿Irnos? Señor... ¿A dónde fue mi padre? ¿Qué pasó con nuestra casa?—hacia mucho que no sabía de Nazü, desde que llegó al palacio, pero ¿Qué había pasado con él? Pensó que seguiría como hasta ahora, sintió una gran presión en el pecho ¿Miedo? No dejó que el hombre respondiera, sus piernas se movieron por si solas, corrió lo más rápido que pudo ignorando los llamados de Rashta que se esforzaba para ir detrás de él, pero no quería parar, no hasta ver qué había sucedido.

Sus piernas temblaron, su rostro se veía pálido, no esperaba que su casa estuviera en esas condiciones.

—¡Darién!— finalmente Rashta logró llegar a su lado jadeando por el esfuerzo, observó la casa delante de ellos y posteriormente al rubio el cual no movía ni un músculo.

—¿Qué...? ¿Qué pasó?— la puerta estaba cerrada pero  las ventanas rotas, después de estar pateando por un rato logró abrirla, al entrar podía ver qué había piezas de cerámica en el suelo, las pinturas de su madre no estaban, todo había sido ultrajado, no había ni un solo rastro de Nazü ni de que alguien viviera ahí por un tiempo.
Darién subió las escaleras, al detectar un aroma desagradable, Rashta detrás suyo tomó la camisa del contrario para aferrarse, ese lugar lucía tétrico para ella.

—Tengo miedo...

—Shh... No pasa nada, tranquila.— el olor a descomposición no tardó en hacerse mas notori tanto que tuvo que tapar su nariz y se arqueo para toser, la sensación de asco y el vómito amenazaba con salir, no solo él, Rashta cubrió su nariz incluso apretó su estómago pensando que vomitaría.

Si corazón latía rápidamente y una voz interna parecía desesperada para que no entrara y a la vez le gritaba que se apresurara a entrar, llegó a la puerta final, el olor era más fuerte incluso había moscas alrededor, su mano tembló al colocarse sobre la perilla, abrió lentamente y el hedor cayó sobre ellos haciendo que la de cabellos blancos vomitara enseguida, en cambio en rubio cayó de rodillas al suelo, sus ojos estaba abiertos al límite.

—Pa...Pa... ¡Papá!— gritó de terror al ver tal escena.
El cuerpo descompuesto sobre la cama, los cuadros con polvo recargados en la pared de manera que el hombre pudiera verlos mientras moría, una cuchilla a un lado, los ojos de Nazü estaban abiertos y su mano estirada hacia la pintura de Amelia, por la condición, el cuerpo llevaba poco más de un mes ahí.

Nazü bebió hasta el cansancio y cuando sintió que no podía más se quitó la vida mientras veía la imagen de su Amelia, la esposa a la que él mismo le arrebató la vida en esa misma cama.

.
Sovieshu bajó del carruaje, al pisar el césped del jardín del palacio sintió una presión en su pecho, su mirada se quedó perdida con dirección al pueblo, Navier miró como Sovieshu no sé movía y sostenía su pecho.

—¿Majestad? ¿Qué le ocurre? ¿Majestad?

Sovieshu respiro un par de veces antes de decir algo.

—Darién... ¿Dónde está Darién?

Emperador I Love. Sovieshu (Boys  Love)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora