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Rachel.

Mis nervios aumentan a cada segundo que pasan, siento un dolorcito en el pecho por Stefan. Tyler está igual de nervioso, aunque el sea por otra cosa...

—No cambies la ruta —ordeno—. Llévame con el coronel.

La forma en la que suelta un suspiro de alivio es... Joder.

Hago la transferencia bancaria y escribo un mensaje.

Para Stefan.
Perdóname, Stef, pero no puedo ir, tengo otros pendientes, igual, ya te hice la transferencia para la operación.
Lo siento.

El teléfono suena, pero lo apagó y se lo doy a Tyler.

—No me lo vuelvas a dar hasta que nos vayamos de aquí. Ponlo junto al del coronel.

Asiente y veo que lo guarda en su saco antes de volver a enfocar la mirada al frente.

Me obligó a relajarme y saco mi espejo del bolso de mano que traigo, arreglo el maquillaje lo mejor que puedo para verme serena.

¿Cuántas veces no le he fallado a Christopher?

De no haber sido por mi, el y yo ya llevaríamos más de tres años juntos, y tengo que reconocer que es el quien siempre ha dado el paso para hacer lo nuestro más formal. Yo soy quien siempre pone a personas sobre el.

Respiró hondo. No quiero problemas con el. Lo amo y supongo que está cena es importante por todo lo que ha exigido. No quiere interrupciones, basándome en las palabras de Tyler.

—Ya llegamos —informa y veo que estamos frente a un bonito restaurante. Aunque esté desde lejos se nota que está vacío. Mis nervios aumentan.

Se baja y me abre la puerta, ayudándome a bajar, me acompaña hasta la entrada del restaurante, dónde veo al coronel serio, con la mirada fija en el mar.

Me olvidó de todo al ver lo bonito que está todo esto. Hay una decoración elegante en todo el lugar. Christopher desvía la vista de un momento a otro, clavandola en mi.

Su sonrisita me enloquece y avanzo hasta el, que me encuentra a la mitad del camino, me rodea con sus brazos, reparando en el escote del top.

—Me gusta, pero sería mejor que no llevarás nada —me besa.

—¿Y tus... Negociantes? —murmuro.

—Llegarán más tarde. Hubo un imprevisto —se encoge de hombros, llevándome a la mesa.

Esto no es una cena de negocios. Y lo sé cuándo al llegar a la mesa, veo solo dos puestos, al igual que las velas y flores. Una decoración demasiado cursi para una cena de negocios.

—No te creo. ¿Que es todo esto? —señalo a mi al rededor. Sorprendentemente, me abre la silla, obligandome a sentarme.

—Una cena —es su respuesta.

Meseros aparecen y contengo la emoción al ver mi comida favorita.

—Pero no de negocios —sacudo la cabeza—. Dime cuál es el propósito de mentir —enarco una ceja.

—Cenemos, primero —masculla.

En realidad, es una divertida cena, dónde me comparte de su comida y yo de la mía como dos idiotas enamorados. Lo cual es extraño, teniendo en cuenta como es el coronel.

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora