~♡゚⁠.⁠*⁠・⁠。17.⁠*⁠・⁠。゚♡~

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Rachel.

Suelto otro suspiro estoy cansada y lo que sigue de cansada, pero quiero hacer esto. Necesito hacerlo.

Ya no es cuestión de que se ha pasado o no. Mis pesadillas siguen, muchas dónde ella es la protagonista... Muchas de ellas en dónde mis bebés son arrebatados de mis manos.

Su muerte me dará paz. Estoy segura.

Christopher se mantiene serio mientras avanza por la desolada calle, no le agrada que esté aquí, y a mi tampoco, pero le prometí algo. Y lo voy a cumplir.

Llevo su mano a mis labios, pero aún así no me voltea a ver. Está enojado, hay razones, pero no me gusta que lo esté.

—Mi amor...

Ni una miradita de reojo. Ni si ya común: ¿Si, nena?

Ni siquiera su: ¿Que quieres?

—No te enojes conmigo... 

—Dijiste que tendrías la boca cerrada, cumple —masculla.

—Mi amor... Es que no me gusta que estés así conmigo —parezco niña—. Necesito verlo con mis propios ojos, hacerlo con mis propias manos...

—Por querer verlo con tus propios ojos y hacerlo con tus propias manos puedes coger una infección que le afecte a mis hijos.

—Pero...

—Bajate. Ya llegamos —suspiro.

Hago caso, porque mientras más pronto nos vayamos, mejor.

Abre la puerta de la bodega y la azota detrás de él, haciéndome dar un respingo.

Y la veo.

No ha dejado de ser torturada día y noche desde hace 19 días, está medio ida, dormida. Balbucea imprudencias, pero para lo que me importa.

—Despiertenla —ordeno y los hombres a las orillas se acercan con un cubo de agua.

Se lo arrojan encima, haciéndola soltar un grito por la brusquedad de la acción. Parpadea, limpiándose la cara con las manos encadenadas.

—¿Chris? —balbucea—, ¿Bebé?, ¿Vienes por...?

—Me viene a acompañar, Gema.

Gira la cabeza hacia mi, los ojos le brillan con odio, se detienen en mi vientre abultado, en dónde reposan mis manos.

—Así que lo sigues engañando... —escupe con cizaña—. ¿Cuándo le piensas decir que es hijo de Antoni?, ¿Porque no te das cuenta, bebé?, Solo te está...

—No voy a admitir cosas que no son ciertas —no dejo que le hable—. Vengo a acabarte con mis propias manos.

»Estoy segura que te repetí mil veces que me dejaras en paz. Que dejarás a mi marido en paz. Que me dejarás de molestar, y tal parece que tú cabeza nunca recibió la información y las advertencias...

—Christopher no va a dejar que me toques...

—¿Estás segura? —extiendo la mano, siento el metal frío en la misma en seguida. Christopher deja la navaja en la palma—. Si es quien me da las herramientas para acabar con tu miserable existencia.

—¡Ogro...!

—Atenla en la silla —le ordena el hombre a los otros.

—¡Christopher! —llora cuando los hombres obedecen—. Ya no me veas como tu mujer... Veme cómo la hermana con la que creciste... Mamá no crío a un asesino, lo sé... Tienes corazón, no dejarías que me hagan algo... Mírame, por favor... Ya me torturaron mucho, quiero...

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora