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Rachel.

Después de tres días, regresamos a Londres. Me quisiera quedar toda una vida aquí, pero tristemente no se puede.

Hay una campaña por finalizar y mi marido tiene que estar presente.

Me mantengo pegada a el mientras avanzamos por el jardín en High Garden, lo beso como una loca obsesiva, pero el no se queja, así que no me detengo. Me mantiene igual, pegada a el, con las manos en mi vientre ya no tan plano.

Aún no puedo creer que el fuera el primero en notarlo. Yo tomando medidas diario y el simplemente lo vio.

Pero, ahora ya no tener el vientre tan plano implica que ya no puedo usar ropa ajustada, no ahora, pues falta menos de un mes para que finalice la campaña y aún es riesgoso exponerme. Aunque tampoco voy a poder ocultarlo mucho, porque no dudo que crezca más en este mes.

Al menos con el uniforme, creo que no se podrá ocultar.

Abordamos el auto que nos lleva a el comando, hay pendientes por resolver, aunque lo que queramos hacer sea otra cosa. 

Parpadeo cuando Christopher me hala hasta llevarme a la alcoba. Nos ponemos los uniformes y cada uno se va a hacer sus labores.

Yo no tengo peleas cuerpo a cuerpo ni nada que implique exponerme, es más bien trazar rutas, hacer algún mapa, planear estrategias... Cosas así.

Christopher me manda mis pendientes y sigo con ello toda la tarde desde la cafetería. Miro la pantalla de mi móvil iluminarse con una llamada entrante de un número desconocido. Últimamente se han vuelto constantes, son de bancos y tiendas de las que Christopher es socio o cosas así, suspiro, pocas veces puedo responder, pero en esta ocasión lo hago, obligandome a recordarme como debo responder.

—Rachel Morgan —murmuro, seleccionando una ruta que podría funcionar de escape.

—Principessa...

Se me baja el azúcar.

Pero coaccionó, poniéndome de pie de inmediato, tomo el computador, comenzando a moverme por el comando a la oficina de mi marido.

—¿Que quieres? —mi tono de voz es bajo.

—Te quiero ver mañana al mediodía.

—Estas mal si crees que voy a ir a verte. No soy tan estúpida.

—Vendrás y me vas a dar una explicación sobre el porque se te ocurrió casarte con ese...

—Me caso con quién se me de la gana. No me molestes, Antoni, porque ya no soy la misma estúpida de hace meses.

—Yo nunca dije que lo fueras, pero creí que estaba claro que no te podías acercar a Morgan.

—No eres nadie para ponerte a mandar en mi vida. Si me case con Christopher es porque se me dió la gana.

Chasquea la lengua, entro a la oficina de Christopher sin tocar, lo que hace que me mire con el entrecejo fruncido. Le hago una señal de que guarde silencio y coloco el teléfono en altavoz, dejándolo sobre la superficie amaderada.

—Si lo que querías era cabrearme, no lo lograste, porque una vez salga de aquí, iré por ti y vas a ocupar el puesto que te corresponde.

Reconoce la voz, me mira antes de ver el número desconocido que aparece en pantalla. Tensa la mandíbula y...

—Estoy dónde quiero y me corresponde. Para que salgas vivo de dónde estás, es muy difícil.

—Tu lugar es el de Dama de la mafia, no con ese idiota que solo por amarlo lo condenaste a una muerte...

Si Rachel no hubiera ido con Stefan.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora